«Abre la nevera y saca una botella en miniatura de Chivas. Se la sirve en un vaso, sin hielo ni nada, y enciende un Ducados; le ha prometido a su esposa que dejaría de fumar, pero hoy no es el día. Se acerca de nuevo a la ventana para ver el espectáculo de las puertas del Congreso: un mundo del que cada vez está más cerca, del que ya casi forma parte. Pese a estar destinado a ser uno de ellos, le irrita el falso civismo de una sociedad, el juego de políticos y periodistas llenando páginas de periódicos en polémicas estériles, enarbolando la superioridad moral de la democracia, presentándose como si fueran más inteligentes, más avanzados, más humanos que los habitantes del tercer mundo.»
Carmen Mola irrumpió en la literatura incógnitamente, presentada como una escritora madrileña y profesora universitaria que, en sus ratos libres, daba vida a relatos oscuros y cargados de violencia. Desde La novia gitana, su debut, la obra firmada bajo este nombre se convirtió en un referente de la novela negra española, caracterizada por tramas sombrías, giros inteligentes y una exploración profunda de las contradicciones humanas. Sin embargo, el misterio de su identidad se disipó con la revelación de que Carmen Mola no era una mujer, sino el pseudónimo de tres escritores: Jorge Díaz, Agustín Martínez y Antonio Mercero. Este trío de guionistas, con amplia experiencia en televisión, construyó un universo literario coherente y fascinante, demostrando el potencial de la escritura colectiva. La revelación abrió debates sobre la autoría y el mercado editorial, pero no disminuyó el impacto de su obra, que sigue conquistando a lectores ávidos de historias tan intensas como bien escritas.
La revelación de la verdadera identidad de Carmen Mola ocurrió en 2021, cuando el pseudónimo ganó el Premio Planeta por La bestia. En ese momento, se descubrió que tras el nombre no había una autora, como muchos creían, sino tres escritores. La noticia generó una ola de reacciones polarizadas. Recuerdo que una bookstagramer, desde un enfoque feminista radical, consideró esta revelación como una forma de apropiación y una violencia simbólica de tres hombres al usar el nombre de una mujer. Este sentimiento se replicó en comentarios en foros y reseñas, donde la obra fue súbitamente descalificada por algunos sectores que antes la habían alabado cuando creían que era una mujer quien escribía, es decir, a quienes les importaba el género de quien escribe y no lo que se escribe o su calidad literaria. Sin embargo, el tiempo ha colocado a la serie protagonizada por Elena Blanco en su justo lugar. Desde La novia gitana hasta El clan, la más reciente de todas, estas novelas han seguido conquistando lectores, con nuevas ediciones que año tras año llegan a manos de públicos renovados. En lo personal, me sorprendió que detrás de Carmen Mola estuvieran tres escritores en lugar de uno y no encontré motivo para descalificar su trabajo; al contrario, creo que esta colaboración otorga una riqueza y una redondez particular a la obra, reflejando una complejidad que tal vez un único autor no habría alcanzado. No obstante, antes de continuar con la reseña, he aquí la sinopsis:
«Elena Blanco, inspectora de la Brigada de Análisis de Casos (BAC) se enfrenta a su peor enemigo, una poderosa organización integrada por personalidades del mundo de la empresa, la política, la judicatura y la policía, el Clan. Enfrentarse a él es acabar muerto. Aun así, la BAC afronta el desafío. Pero cuando Elena recibe unas imágenes en las que Zárate aparece tendido sobre un charco de sangre, comete un error imperdonable. Con la inspectora en busca y captura, acusada del asesinato de un policía, y Zárate desaparecido, Mariajo, Reyes, Orduño y Buendía hacen la guerra por su cuenta. La llegada de una nueva inspectora en sustitución de Elena empeora la situación: parece enviada por el Clan con la misión de acabar con la BAC y llevar a Blanco a la cárcel. Sin embargo, el hallazgo de unos cadáveres que han sido eviscerados lleva la investigación de Elena a cruzar todos los límites para salvar a su Brigada y encontrar a Zárate, sin saber si está vivo o muerto. Es el principio del fin de la BAC. Ninguno de sus miembros se había enfrentado a un asesino tan despiadado como el Clan.»
Las mafias de trata de personas entre África y Europa representan uno de los negocios criminales más lucrativos y peligrosos del mundo. Estas redes mueven a millones de personas bajo condiciones inhumanas, explotando su desesperación con promesas falsas de una vida mejor en Europa. Los traficantes no solo cobran sumas exorbitantes por peligrosos viajes a través del Mediterráneo, sino que también están involucrados en el tráfico de órganos, un mercado despiadado donde las víctimas, muchas veces engañadas o forzadas, provienen de entornos extremadamente vulnerables. Se estima que entre el 5% y el 10% de los trasplantes en el mundo utilizan órganos obtenidos ilegalmente, con precios que oscilan entre 62 mil dólares por un riñón y 150 mil dólares por un hígado. Este ciclo de explotación genera miles de millones de dólares anuales para estas redes y afecta profundamente a miles de personas. La corrupción en esferas políticas y judiciales europeas facilita este comercio, desde omitir controles hasta falsificar documentación. A pesar de algunos éxitos en la lucha contra estas mafias —como la operación conjunta entre la Guardia Civil y Europol en 2024, que incautó 27 millones de euros en criptomonedas—, el fenómeno persiste.
Las mafias de trata operan de manera transnacional, con presencia destacada en países europeos como España, Italia y Grecia, además de colaboraciones con grupos locales en África. En países como Nigeria, Mali y Senegal, factores como la pobreza extrema y los conflictos armados impulsan a miles a emprender peligrosos trayectos por el Sahara y el Mediterráneo, con cifras alarmantes: en 2023, se registraron más de 3,200 muertes en el mar, y se estima que el número de fallecidos en el desierto podría duplicar esta cifra. La migración africana hacia Europa tiene raíces complejas: conflictos, pobreza y desastres naturales empujan a muchos a buscar mejores oportunidades. Sin embargo, el viaje no termina con la llegada. Los migrantes enfrentan barreras lingüísticas, desempleo y discriminación en países donde la integración es difícil. En España, por ejemplo, la tasa de desempleo del 11.2% en 2024 dificulta el acceso a trabajos estables, dejando a muchos en la economía informal. Aunque algunos migrantes se ven forzados a actividades delictivas o a la prostitución debido a su vulnerabilidad, esto no representa a la mayoría. Sin embargo, los estereotipos negativos alimentados por los medios y ciertos sectores políticos exacerban el racismo y la xenofobia.
En El Clan, el tráfico de órganos y la migración ilegal desde Liberia hacia España se entrelazan en una trama que, aunque ficticia, refleja problemas reales y profundamente inquietantes. La novela expone cómo las redes de trata de personas no solo explotan la desesperación de quienes buscan escapar de la pobreza y los conflictos armados, sino que también los convierten en víctimas del mercado negro de órganos, un comercio tan lucrativo como despiadado. Además, la obra aborda el tráfico de armas en países africanos en conflicto, otro negocio criminal que perpetúa la violencia y alimenta el caos en regiones ya devastadas. Estos temas, de plena actualidad, ponen de manifiesto la conexión entre la migración forzada, la explotación humana y el lucrativo comercio ilegal que se beneficia de la vulnerabilidad de las personas. Aunque El Clan es una obra de ficción, funciona como un vehículo de denuncia, una forma de arrojar luz sobre realidades que, aunque ocultas tras cifras y titulares, afectan a miles de personas.
El Clan es la continuación inmediata de Las madres, que había quedado de cierta forma inconclusa, pero con una madurez narrativa que destaca dentro de la pentalogía de Elena Blanco. Mientras que en Las madres la trama, aunque intrigante, se enredaba en su propia complejidad, llegando por momentos al límite del absurdo, en esta entrega los autores parecen haber tomado conciencia de los desvíos y han trabajado con esmero para dar un cierre sólido a la serie. El Clan mantiene el ritmo y la estructura que caracterizan a las novelas de Carmen Mola, con una narrativa ágil, accesible y atrapante que no pierde de vista el estilo distintivo de la saga. Aunque no está exenta de pequeños agujeros en la trama, algunos quizá un poco grandes, logra ofrecer una experiencia satisfactoria al lector, entreteniendo mientras deja un subtexto reflexivo que, sin pretensiones, invita a la introspección.
Escribir una pentalogía es un desafío monumental, especialmente en un género como la novela negra, donde mantener la frescura de la historia y la evolución de los personajes a lo largo del tiempo resulta crucial. Los autores detrás del pseudónimo Carmen Mola comenzaron su serie con un enfoque claro en el desarrollo de sus protagonistas, particularmente Elena Blanco y Ángel Zarate, cuyas complejidades y humanidades fueron el motor de las primeras entregas. Sin embargo, una vez planteados esos arcos narrativos y emocionales, se hacía inevitable cerrar la historia de manera tan contundente como satisfactoria. Optaron por un camino arriesgado, llevando a los personajes al límite tanto física como emocionalmente, lo que no solo añadió intensidad, sino que también enriqueció la narrativa. Al final, este riesgo rindió frutos: la pentalogía concluye con una historia que, desde una perspectiva personal y salvando algunas decisiones creativas, difícilmente podría haber tenido un cierre mejor. A través de su evolución, los autores lograron no solo mantener el interés del lector, sino también explorar las tensiones morales y emocionales de sus personajes de una forma que resalta el talento narrativo detrás de la serie.
El Clan es una obra que logra equilibrar de manera notable la acción trepidante, la profundidad emocional y una sutil pero firme denuncia social. Es una novela muy recomendable, no solo por el cierre que ofrece a la saga, sino también por su capacidad de mantener al lector al borde de la incertidumbre, aunque, claro está, requiere la lectura de las obras anteriores para poder entender a los personajes y seguir los dilemas y fantasmas que los acompañan. En ciertos momentos, la trama adquiere un aire casi shakesperiano, en el que ningún personaje tiene garantizada su supervivencia y las decisiones de los protagonistas se ven constantemente eclipsadas por el peso de los acontecimientos. Al igual que en las novelas de George R. R. Martin, en Canción de Hielo y Fuego, la historia misma parece ser la fuerza motriz, por encima incluso de sus personajes. Esta imprevisibilidad añade una tensión constante que enriquece la experiencia de lectura, haciendo de El Clan no solo un final digno, sino una demostración de que los autores detrás del pseudónimo saben cómo cerrar con fuerza una narrativa tan ambiciosa.
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