jueves, 26 de diciembre de 2024

UN HOMBRE EN LA OSCURIDAD de Paul Auster

«No hay una sola realidad, cabo. Existen múltiples realidades. No hay un único mundo. Sino muchos mundos, y todos discurren en paralelo, mundos y antimundos, mundos y sombras de mundos, y cada uno de ellos lo sueña, lo imagina o lo escribe alguien en otro mundo. Cada mundo es la creación mental de un individuo.»

Paul Auster fue un narrador estadounidense que transformó el azar y la cotidianidad en reflexiones universales. Su paso por Francia, donde tradujo a autores como Sartre, dejó una marca indeleble en su estilo introspectivo y filosófico. Obras como Leviatán, La trilogía de Nueva York y La música del azar consolidaron su lugar en la literatura contemporánea, explorando la fragilidad de la identidad y las casualidades que moldean nuestras vidas. Fiel a su proceso creativo, escribió todos sus libros a mano antes de pasarlos a máquina, un gesto que subraya su conexión íntima con la escritura. Fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias en 2006.

Un hombre en la oscuridad, publicada en 2008 refleja las inquietudes de Paul Auster frente a la polarización política en Estados Unidos, especialmente tras las elecciones de 2000, al mismo tiempo que seguimos a un crítico literario septuagenario que inventa historias en la penumbra de su habitación para poder dormir y escapar de la realidad que le entristece. No obstante, antes de continuar, he aquí la sinopsis:

«August Brill tiene setenta y dos años y se está recuperando en la casa de su hija, en Vermont, tras sufrir un accidente de coche. No puede dormir y, acostado sobre la cama en la negrura de la noche, inventa historias para rehuir acontecimientos del pasado que preferiría olvidar, como la reciente muerte de su esposa y el horroroso asesinato del novio de su nieta, Titus. En una de esas historias, el jubilado crítico de libros imagina un mundo paralelo en el que Estados Unidos no está en guerra con Irak sino contra ellos mismos. En esta otra América, las torres gemelas no cayeron, los resultados de las elecciones del 2000 llevaron a la secesión y se produjo una sangrienta guerra civil. A medida que avanza la noche, la historia de Brill se vuelve cada vez más intensa, y aquello que no estaba intentando evitar recordar insiste en ser narrado.»

La inquietud de Paul Auster por la fragilidad política de Estados Unidos encuentra eco en los eventos que marcaron las elecciones presidenciales del año 2000. No fue el riesgo de una guerra civil lo que surgió entonces, pero sí una grieta visible en la confianza democrática: un proceso electoral decidido en tribunales, una nación dividida entre ganadores y perdedores que sentían haber sido traicionados. Esa vulnerabilidad, apenas perceptible en su momento, ha crecido con los años y se ha transformado en una amenaza más tangible, evidenciada de manera brutal en la toma del Capitolio en 2021, cuando un grupo de ciudadanos, impulsados por la narrativa de un fraude inexistente, intentó revertir violentamente el resultado electoral. Auster no profetizaba una guerra civil, pero intuía que las fisuras de una democracia tan idealizada podían ampliarse hasta el punto de cuestionar su estabilidad. La posibilidad de un país fragmentado, no solo geográfica, sino ideológicamente, no parece ya tan distante, y el autoritarismo vuelve a ser un fantasma inquietante. 

Un hombre en la oscuridad no trata enteramente de una distopía o de una guerra civil en Estados Unidos, aunque su historia paralela, una ficción dentro de la ficción, aborda ese tema con suficiente intensidad como para invitarnos a seguir reflexionando. Sentí una especie de déjà vu mientras leía sobre esto porque recientemente vi la película Civil War estrenada en 2024 y dirigida por Alex Garland y aunque la novela de Auster y la película de A24 no tienen relación directa, ambas se cruzan en una misma inquietud: la posibilidad real de un país fracturado, donde las diferencias ideológicas se convierten en líneas de batalla. Estados Unidos, cuna autoproclamada de la democracia, enfrenta una polarización tan extrema que resulta imposible ignorar su potencial destructivo. Ya hemos visto intentos de asesinato, como el dirigido contra Trump durante su campaña, y es inevitable preguntarse qué habría ocurrido si hubieran tenido éxito: ¿habrían respondido los estados republicanos o demócratas con un levantamiento armado? En un país con más armas que personas, donde el armamento doméstico podría extinguir la vida en todo el planeta, esa posibilidad no es una simple especulación, sino un recordatorio inquietante de cuán cerca estamos de que la polarización ideológica se convierta en violencia organizada. Lo que Auster y películas como Civil War plantean no es una profecía, sino una advertencia: los relatos pueden no ser tan ficticios como nos gustaría creer.

Un hombre en la oscuridad no se aleja tanto de otras novelas de Paul Auster en el sentido de que varias historias conviven en un mismo relato. Aunque, a diferencia de sus obras más extensas, aquí los relatos son pocos: uno completamente ficticio, nacido de la imaginación de August Brill, y los otros, anclados en recuerdos y memorias del protagonista, su hija y su nieta. Por momentos, tuve la impresión de que estaba leyendo una metanovela, algo al estilo de El móvil de Javier Cercas, donde las historias imaginadas se infiltran en la realidad y terminan por definirla. Si Auster hubiera llevado su relato en esa dirección, coqueteando con la idea de realidades paralelas que se entrelazan y colapsan, habría sido más cercano al universo de Stephen King que al suyo propio. Sin embargo, Un hombre en la oscuridad nunca traiciona su naturaleza; sigue siendo una novela de Auster, con su estilo sobrio y su melancolía inconfundible. Incluso la trama distópica, aunque aparentemente una novedad, no lo es del todo: ya en El país de las últimas cosas había explorado un mundo desolado, donde la civilización se derrumba y los personajes sobreviven entre ruinas físicas y emocionales. Allí, la distopía no es solo un escenario, sino una forma de revelar las fracturas humanas que siempre han sido el eje de su narrativa. Auster, incluso en lo ilusorio, nunca abandona lo esencialmente humano.

En Un hombre en la oscuridad, Auster explora con maestría el duelo, la soledad y las relaciones humanas, tejiendo una narrativa cargada de melancolía y reflexión. August Brill está atrapado en una oscuridad que es tanto literal como emocional: noches interminables de insomnio y el peso devastador de la pérdida. La muerte de su esposa y el trauma de su nieta, marcada por la muerte de su pareja, crean un vacío que impregna su convivencia familiar. Auster aborda estas relaciones sin caer en dramatismos, mostrando con honestidad cómo el dolor compartido puede unir tanto como distanciar. En medio de su insomnio, Brill inventa una historia ficticia sobre una guerra civil alternativa en Estados Unidos. Esta ficción no es solo una distracción, sino un refugio, un intento desesperado por dar sentido a su propia existencia fragmentada. Auster transforma las historias en una herramienta vital para enfrentarse al caos, un espacio donde la imaginación y la realidad se entrelazan. Sin embargo, la soledad permanece como el núcleo de la experiencia de Brill: no algo que supere, sino una condición que aprende a aceptar. La oscuridad en la novela no es un adversario a derrotar, sino una presencia inevitable, las preguntas sin respuesta que el protagonista, y por extensión el lector, debe enfrentar. Auster no ofrece resoluciones; su narrativa es un recordatorio de que algunas pérdidas son definitivas y la vida, a menudo, consiste en aprender a vivir con las sombras.

Un hombre en la oscuridad quizá no ocupe un lugar entre las obras más emblemáticas de Paul Auster, como La trilogía de Nueva York o El libro de las ilusiones, pero esto no le resta mérito como una novela que merece ser leída. Con su estilo característico, Auster construye una narrativa íntima y reflexiva, capaz de atrapar al lector. Aunque más breve y menos ambiciosa que otras de sus novelas, sigue siendo una muestra de su talento para convertir lo cotidiano en una meditación profunda sobre temas universales. Es, sin duda, una lectura que vale la pena recomendar.

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