«El silencio dentro de la oficina era total. Dicen que una de las cosas más infames de la cárcel es la ausencia de silencio. Siempre hay un grito, una voz, una gota que cae, pisadas, ronquidos. Debía aprovechar pues la que probablemente fuera mi última noche de silencio.»
Guillermo Arriaga es uno de esos autores que pasan desapercibidos como escritores porque destacan por otras formas de expresión artística. En el caso de Arriaga es más conocido por sus trabajos en el cine, principalmente por su desempeño como guionista y colaborador de Alejandro González Iñárritu. Babel, Amores perros y 21 gramos son ejemplos de cintas en las que Arriaga ha trabajado activamente.
Es fácil suponer que Guillermo Arriaga al haber estado involucrado en el cine desempeñando trabajos de guionista, director y productor indistintamente, su enfoque como escritor sería completamente cinematográfico. Probablemente si las películas en las que participó tuvieran una orientación al blockbuster, seguramente como escritor argüiría trucos narrativos que dieran un cariz narrativo pretencioso y profundo a algo que no lo es; no obstante, como profesional del séptimo arte buscó precisamente darle esa orientación y connotación a su trabajo, arte. Su obra como escritor es como sus películas. Personajes bastante sólidos, complejos en sus historias personales, en un escenario que va de lo rudo a lo crudo, sin censura y con un mensaje subyacente que no es difícil verlo, pero tampoco fácil digerirlo.
El búfalo de la noche es una novela publicada en 1999 que en 2007 fue adaptada para un largometraje. En el guion de la película también participó Guillermo Arriaga. No he visto la película, pero considero que, si no imposible, al menos muy difícil la faena de transmitir el espíritu del libro. En apariencia todo es muy estático en la novela, porque la dinámica está en la psique del personaje central, en sus emociones, en sus pensamientos, sus dudas, sus decisiones, sus gestos.
La sinopsis de la novela es la siguiente:
«Gregorio y Manuel son mejores amigos hasta que el primero comienza a despeñarse hacia la locura. Mientras Gregorio entra y sale de hospitales psiquiátricos, Tania –su novia– y Manuel comienzan una relación amorosa a sus espaldas. Herido por la traición y acosado por los celos, el caos mental de Gregorio lo orilla al suicidio, dejando a cuestas una caja con misteriosas cartas y mensajes que atormentarán a Manuel y a Tania, conduciéndolos también hasta los linderos de la demencia.»
La historia se narra a través de la voz de Manuel, un joven estudiante universitario que vaga por las calles de la Ciudad de México embebido en sus dilemas, ganándose la empatía del lector al mismo tiempo que lo arrastra hacia su propia miseria moral. De la entronización al repudio. De la comprensión a la negación. Cada secreto, cada descubrimiento, cada palabra, encaja en el desarrollo. No hay casi nada que se sienta disfrazado, abrupto o forzado.
Es innegable la calidad narrativa de Guillermo Arriaga. El lenguaje es bastante amplio y va de extremos. En ocasiones muy elegante y pulido, en otras, sucio y colmado de mexicanismos y vulgarismos intencionales, pero todo muy orgánico, fluido, como una estampa de la realidad. Arriaga nos presenta una forma expresiva de nivel literario que absorbe y sorprende.
El búfalo de la noche es una novela psicológica en toda regla y que, al igual que su título, tiene mucha fuerza. Por momentos me recordó a El extranjero de Camus, a El ruido y la furia de Faulkner, a El túnel de Sábato, a El lobo estepario de Hesse. A pesar de que la novela verse sobre un triángulo amoroso de jóvenes veinteañeros, no tiene un ápice de juvenil ni romántico. A pesar de que la novela tenga un ritmo trepidante, de urgencia y una muerte violenta, no es un thriller. A pesar de que a las pocas páginas aparece un paquete de extrañas pistas dejadas por un suicida, no es una novela criminal.
«Una sola mujer nos podrá faltar pero el amor nunca se acaba.»
Manuel, el personaje central, es una olla de presión que se ha quedado sin escape. Su narración es una espiral de autodestrucción cuyas esquirlas dañan y con violencia a quienes lo rodean. Se habla de amor, pero no hay amor ni nada que se le acerque. Se habla de duelo, pero lo que hay es en realidad egoísmo. Se habla de lealtad y fidelidad, pero todo es mentira y traición. Se habla de la verdad, pero todo es creencia, conjeturas o apariencia.
El búfalo de la noche es una novela que al principio no podemos precisar su dirección, que mientras avanzamos la incertidumbre no hace más que aumentar y que llegando a las páginas finales todavía ignoramos cual podría ser el desenlace, si es que esta sea una novela que merezca un final, puesto que no es el destino lo que importa, sino el viaje y Arriaga se encargó de que la lectura fuera tan adictiva como cualquier thriller, sin caer en maniqueísmos.
«La locura puede ser más aterradora que la muerte.»
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