«La silenciosa quietud del paraje y el peculiar carácter de sus habitantes, descendientes de los primitivos pobladores holandeses, hacen que este retirado valle sea conocido desde tiempo inmemorial con el nombre de Sleepy Hollow. Estas tierras parecen dominadas por una fuerza adormecedora y ensoñadora que parece impregnar el mismísimo aire. Hay quien dice que un prestigioso médico alemán embrujó el lugar en los primeros días de la colonia; otros, que un viejo jefe indio, profeta o hechicero de su tribu, celebraba allí sus extrañas ceremonias antes de que la región fuera descubierta por el capitán Hendrick Hudson.»
Washington Irving fue uno de los escritores norteamericanos más importantes del siglo XVIII. Fue el primero cuya renta provenía exclusivamente de sus escritos y también pionero en adaptar sus relatos en los suelos estadounidenses, aun con cierta inspiración e influencia holandesa y alemana. Fue precursor del romanticismo literario y sus escritos se caracterizaron por la belleza de su prosa y la coherencia narrativa. Su relato más famoso es La leyenda de Sleepy Hollow y curiosamente él fue sepultado en el cementerio de Sleepy Hollow.
Sleepy Hollow no es un lugar ficticio, es un valle en el pueblo de Mount Pleasant, al este del río Hudson y situado a cincuenta kilómetros del centro de Manhattan. En el siglo XVIII aquella población rural estaba conformada por descendientes de colonos holandeses cuyos modismos y costumbres reflejaban sus raíces europeas. Las distancias, el aislamiento, la densidad de los bosques, el frío y una débil luz, hacían que Sleepy Hollow transmitiera una atmósfera espectral y encantada y se convirtiera en un crisol de cuentos de fantasmas y apariciones.
Fue en una reunión social donde Washington Irving escuchó la leyenda del jinete sin cabeza. Uno de los invitados movido por la necesidad de empatizar y encajar con los miembros más ilustres de la sociedad, entre coloquios contó lo que sucedió con Ichabod Crane, un profesor de escuela citadino de Connecticut que por oficio se mudó a Tarry Town, dentro del valle de Sleepy Hollow. Crane se enamoró de la hija de Baltus Van Tassel, uno de los hacendados con mayor fortuna del pueblo; sin embargo, sus pretensiones se vieron anquilosadas cuando después de una fiesta en un camino solitario se encuentra con el jinete sin cabeza.
La narración de Washington Irving es bastante pulcra y elegante. Se apoya en las descripciones de los paisajes, las personas, los animales y los objetos, lo cual brinda a la escritura un sutil tono que rezuma misterio y misticismo, encanto y embeleso, gracia y superstición. Si hubiera un castillo o la historia se desarrollase en una construcción antigua fácilmente podría encajar en los cánones góticos. Sin embargo, también hay cierta ligereza: un epílogo no necesario, hace que se desprenda buena parte de la oscuridad acumulada en el climax y la historia nos quede más edulcorada.
La edición que está en mis manos se encuentra ilustrada por Arthur Rackham. Rackham fue un ilustrador del Siglo XIX y entre sus trabajos más destacados se encuentran los realizados en los cuentos de los hermanos Grimm, Alicia en el país de las maravillas de Lewis Carroll y Peter Pan de James Mattnew Barrie. Las ilustraciones de Rackham se caracterizan por el énfasis en los trazos y contornos, la abundancia de detalles, las formas ocultas y un distintivo y parco uso de color, básicamente todas sus ilustraciones están desaturadas, con marcado contraste y tienden al sepia. En La leyenda de Sleepy Hollow las ilustraciones juegan un papel determinante en la historia, puesto le agregan un toque más fantástico de época que entre lo bizarro y tétrico, es un resabio de las tradiciones europeas.
«Quien se atreve a competir con un fantasma es probable que salga bastante mal parado.»
En 1999 Tim Burton adaptó este relato de Washington Irving a la gran pantalla, dotándolo de una estética y atmósfera que hasta el día de hoy es un excelente ejemplo de cómo la fotografía es capaz de contar una historia. Muchos de los cuadros de Burton se inspiraron en las ilustraciones de Arthur Rackham. No obstante, el guion de Kevin Yagher y Andrew Kevin Walker se apartó sustancialmente del relato en el cual apenas se conservan los nombres de los personajes. En la película vemos una enredada conspiración, triángulos amorosos y una historia de venganza que en el relato no existe. Con las páginas escritas por Irving apenas podría obtenerse un cortometraje de veinte minutos, por lo que es de reconocer el trabajo de los guionistas de expandir la leyenda y hacerla más aterradora de lo que hubiese imaginado aquel comensal invitado a una fiesta que contó una anécdota de fantasmas como una trivialidad para romper el hielo.
Para quienes gustan de historias fantásticas que rayan entre el candor y el horror, La leyenda de Sleepy Hollow es una excelente opción. Tan disfrutable para un niño que comienza a leer como para un adulto que ha leído demasiado.
«No existe situación en la vida que no tenga sus ventajas y sus alegrías, siempre que seamos capaces de aguantar la broma.»
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