«Lo que se añora es un Estado simple en su estructura y eficaz en su funcionamiento, barato y fácil de controlar por los ciudadanos, que se concentre en su función esencial de proveer paz y seguridad. Que batalle con efectividad contra el crimen y que respete las leyes. De allí, creemos la nostalgia por Ubico, porque en su gobierno sí se cumplía con estas metas, verdaderamente esenciales para la vida del ciudadano corriente y para el progreso de cualquier nación. Lo que se olvida a veces, claro está, so las arbitrariedades del mandatario, la represión política, el desembozado continuismo, ese ambiente de prensa controlada y de imposibilidad de hacer pública la sana crítica que necesita una república.»
Tiempos de Jorge Ubico en Guatemala y el mundo viene siendo algo como el Tomo «0» de Guatemala: la historia silenciada. Carlos Sabino mantiene el mismo estilo crítico y narrativa fluida, con la diferencia de que además de lo que sucede en Guatemala, nos cuenta un resumen de los acontecimientos de otros países que notablemente influyeron en la dirección del poder y política en todo el mundo. Sabino, argentino residente en Guatemala, dirige el doctorado y maestría en Historia de la Universidad Francisco Marroquín. Académico de carrera ha escrito varios libros que reconstruyen desde una perspectiva objetiva los hechos que marcaron el siglo XX de la región latinoamericana, con un énfasis en sus últimos trabajos por Guatemala.
Jorge Ubico es un icono de Guatemala que puede ser abordado desde un espectro muy amplio. Hay personas que lo repudian y lo consideran un tirano cruel y despiadado, mientras en el otro extremo hay admiradores que recuerdan con añoranza la paz y seguridad, la obra y liderazgo de Ubico. Los recursos bibliográficos no escasean, aunque es difícil encontrar alguno que no esté matizado con algún tinte ideológico y político o bien, con hipérboles que hagan de Ubico más una leyenda que un hombre. Sabino Consultó más de setenta fuentes no para hacer de su libro uno más entre el montón, contar lo que ya se ha contado. El objetivo de Sabino era ampliar el contexto en el cual gobernó Jorge Ubico, cuales fueron las causas por las cuales llegó al poder, se mantuvo y luego, después de su muerte en 1946, aún se le recuerde de una forma compleja.
El gobierno de Jorge Ubico era una dictadura en toda regla. Se erguía en su propia figura y nadie era más importante que él. Era un gobierno autoritario y personalista. Un caudillo tradicional en el contexto de América Latina que se alejaba de las pasiones ideológicas de las tiranías europeas.
Pero ¿qué o quién llevó a Jorge Ubico al poder? Innegablemente fue la democracia. Guatemala vivía momentos críticos en los cuales se precisaba de una figura con el carisma, brillo, inteligencia y autoridad de Ubico. Fue el pueblo guatemalteco quien en elecciones transparentes eligió a Ubico. No pertenecía al gobierno de turno, es importante mencionarlo, tampoco había participado, aunque pudo, en golpes de estado o actos que quebraran el orden constitucional. Ubico quería ser presidentes desde una década atrás, pero fue paciente y esperó a que el momento le llegara de forma libre, no impuesta por la fuerza. Muchos dicen que si Ubico no hubiera intentado continuar en el poder por un tercer período, se le recordaría de una forma muy diferente. Su intolerancia a la corrupción era notable, literalmente quien cometía actos deshonestos en su gobierno la pasaba muy mal o no lo contaba, esto hoy en día se aplaudiría mucho.
Guatemala a principios de la década de los veinte venía de una etapa política represiva. Había estado bajo la férula de la dictadura de Manuel Estrada Cabrera quien desde 1898 hasta 1920 se mantuvo en el poder. No fue hasta su derrocamiento, que no fue para nada pacífico, que los guatemaltecos tomaron consciencia que había un mal en el continuismo y debía evitarse. Luego fue el turno del general José María Orellana que trajo notables cambios y contribuciones a la economía, modernizándola para empujarla a estándares del primer mundo. Fue bajo su gobierno que se creó el quetzal como moneda nacional. Lamentablemente José María Orellana también tenía aires dictatoriales y pensaba reelegirse para el siguiente sexenio, pero un infarto lo privó de sus aspiraciones. Una muerte que a pesar de haber sido natural hasta la fecha se discute sino fue un asesinato político. A José María Orellana le sucedió Lázaro Chacón quien no contaba con la misma popularidad y aceptación. No terminó su mandato. Hubo una serie de cambios en la jefatura de Estado hasta convocar a elecciones en 1930 donde el general retirado, Jorge Ubico Castañeda, un cafetalero de corte liberal fue elegido presidente de la nación. Para entonces Guatemala ya estaba sumida en graves problemas económicos. La depresión de 1929 había llegado a nuestras fronteras limitando las exportaciones e ingreso de divisas. El Estado se encontraba prácticamente quebrado y fue allí donde Ubico con una política de austeridad y una tendencia desarrollista comenzó a trabajar cambiando la percepción de lo que se esperaba de él. Al ser ahijado de Justo Rufino Barrios, el creador de la reforma liberal, todos imaginaron que sus acciones serían enfocadas al liberalismo, pero Ubico transitaba en una delgada línea entre los conservadores y liberales, no buscaba polarización o confrontación, sino unidad para el bien del país. En aquella época en Guatemala la política se dividía entre conservadores y liberales. No había partidos de izquierda o socialistas. Los liberales buscaban un Estado más reducido, pero funcional. Los conservadores mantener el estatus quo devenidos de una serie de privilegios, incluidas cuotas de poder, que se remontaban a la colonia.
A Jorge Ubico le tocó lidiar con la depresión y también con los aires de guerra. La Segunda Guerra Mundial pudo no haber llegado a Guatemala, aunque sus efectos económicos sí.
En los años treinta y cuarenta los dictadores y caudillos eran la regla prácticamente en todas las naciones. Hasta el propio Estados Unidos eligió para un tercer período a Franklin D. Roosevelt cuando la Constitución prohibía el continuismo y solo permitía una reelección. En Centroamérica se cumplió en Guatemala con Jorge Ubico, en Honduras con Tiburcio Carías Andino, en El Salvador con Maximiliano Hernández Martinez y Nicaragua con Anastasio Somoza García. La excepción fue Costa Rica.
Jorge Ubico es una figura en la cual se vierten muchas anécdotas. Carlos Sabino no se centra en ellas, aunque menciona algunas. Es una obra que vale la pena leerla porque arroja no solo una semblanza de Jorge Ubico, sino que contrasta al dictador con toda la región. El Palacio Nacional que es una de las obras más emblemáticas de Guatemala fue construida por Ubico y aunque es la obra más popular, la más importante es el sistema de carreteras y red vial. Ubico recibió a una Guatemala no tan diferente a una finca, una finca extensa con senderos y rincones apartados. En sus catorce años de gobierno quintuplicó la red vial y lo hizo sin endeudar al país. La comunicación entre las poblaciones incentivó al comercio interno y con ello los pueblos tuvieron más alternativas para el desarrollo.
Llegó un momento en que el despertar democrático del mundo fue incompatible con las figuras de los dictadores. Llegó un momento tras la conclusión de la Segunda Guerra Mundial en el que el mundo entero clamaba y muchos países aún claman por libertad. Jorge Ubico fue una figura de su época, en cuanto esta acabó, ya no encajó más. Fue el último dictador de Guatemala. Lamentablemente, aunque la figura del dictador sea incompatible con la libertad y la democracia, muchos países en varios continentes sufren ese flagelo.
«Uno de tantos amigos […] comentaba a mis espaldas que yo manejo la República como si se tratara de mi finca. La observación no resulta muy piadosa, por la mala intención que lleva; pero para mí, francamente, lo dicho por el amigo contiene una observación muy atinada. Porque efectivamente yo administro la República como algo mío; deseo su ensanche, su mejoramiento, su saneamiento moral y material. La diferencia que puede existir entre lo que es la República y mi finca es que los productos no soy yo el que los aprovecho: es la comunidad…»
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