lunes, 9 de noviembre de 2020

SALVAR EL FUEGO de Guillermo Arriaga


«Tuve la vida en mis manos y la dejé ir. En lugar de beberla, la encharqué. No veré más el afuera. No volveré a comer en una fonda, ni tomaré un taxi, ni recorreré un mercado, ni jugaré con mis hijos, ni acompañaré a mi esposa al doctor. Estaré aquí, mirando las mismas caras, las mismas paredes. Respiraré el aire podrido de los excusados, el sudor de mis compañeros. Le quité la vida a otro y al quitársela me la quité a mí mismo. Sin manera de devolvérsela ni devolvérmela. Ni un solo muerto vale esta muerte en vida. Nada compensa el momento del disparo o el de la cuchillada o el del garrotazo.»

Guillermo Arriaga es un escritor mexicano reconocido por sus guiones de cine y su colaboración con el director Alejandro González Iñárritu. Entre sus trabajos en ese medio se encuentra Amores perros, 21 gramos y Babel, y en este último tuvo nominaciones al Oscar, Globo de Oro y premios BAFTA como mejor guion. También ha escrito varias novelas, entre ellas: Un dulce olor a muerte, El búfalo de la noche y El salvaje. Su obra más reciente, Salvar el fuego, ganó el premio Alfaguara 2020.

Guillermo Arriaga dice: «puede ser que yo haya salido de la calle, pero la calle no ha salido de mí», refiriéndose a su infancia y juventud en las calles de la Ciudad de México. Este dicho amplía su alcance en su nueva novela: «puede que hayas salido de la cárcel, pero la cárcel nunca saldrá de ti»; lo cual es una modificación de un aforismo de Mark Twain: «no es el tamaño del perro en la pelea, sino el tamaño de la pelea en el perro». El título de la novela es también un aforismo modificado de Jean Cocteau: «si mi casa se incendiara, ¿qué salvaría? Salvaría el fuego».

El jurado para el premio Alfaguara 2020 fue presidido por Juan Villoro, quien es un laureado escritor mexicano, conocido por su obra El testigo. Otros escritores de diferentes nacionalidades también fueron partícipes en la decisión de elegir la mejor novela entre cientos. La obra ganadora fue El león detrás del cristal firmada con el pseudónimo Isabella Montini. Al abrir la plica se reveló el verdadero nombre del autor y el título real de la novela. He aquí la nota del jurado:

«Narra con intensidad y dinamismo una historia de violencia en el México contemporáneo donde el amor y la redención aún son posibles. El autor se sirve tanto de una extraordinaria fuerza visual como de la recreación y reinvención del lenguaje coloquial para lograr una obra de inquietante verosimilitud.»

El uso del lenguaje es sin duda uno de los atributos mejor punteados de la novela. Se dice que para romper las reglas de la gramática de cualquier idioma primero debemos conocerlas. Arriaga me recordó a Cortázar en la reinvención del idioma. Su relato es completamente polifónico: muchas voces, varias perspectivas, diferentes tiempos, juego con las líneas narrativas. Aunque en ocasiones esta amalgama de español, spanglish, caló criminal y coloquialismo mexicano resta fluidez a la lectura, lo hace a favor del realismo.

He aquí la sinopsis de la novela:

«Marina Longines es una coreógrafa, casada, con tres hijos y una vida convencional, acomodada y típica de la burguesía. José Cuauhtémoc proviene de los extremos de la sociedad, un homicida condenado a cincuenta años de cárcel, un león detrás del cristal, siempre amenazante y listo para atacar. Entre ambos se desarrolla una relación improbable. Poco a poco, ella entra en un mundo desconocido y brutal hasta que desciende a las entrañas mismas del fuego.»

Salvar el fuego es una novela con tintes shakesperianos y dantescos nada sutiles. El mismo escritor menciona abiertamente las figuras de Romeo, Julieta y Otelo. Es un descenso a los infiernos del sistema penitenciario mexicano para conocer un mundo lleno de submundos al margen de la ley con su propio bagaje de reglas y principios, lealtades y traiciones. Al mismo tiempo es una historia de amor que al ritmo de un thriller es llevada a extremos violentos. Dante no rescata a Beatriz, es Beatriz que busca a Dante y quien se salva es el fuego.

La novela avanza en tres líneas narrativas en diferentes tiempos. La primera es a través de la voz de Marina, quien en primera persona nos cuenta su vida, sus dudas y sentimientos, pero principalmente sus miedos. Esta línea narrativa transcurre en el presente. La otra voz es la del narrador omnisciente que se centra en la figura de José Cuauhtémoc, aunque en ocasiones cambia el foco y vemos el devenir de algunos personajes secundarios con énfasis en el sicario apodado El Máquinas, que se convierte en una fuerza brutal e imparable. Esta línea narrativa se encuentra en el pasado. Y por último tenemos la voz de Francisco Huiztlic Ramirez, en primera persona y con caracteres en cursiva, que luego entenderemos la razón de esta variación. Este hilo narrativo es en realidad un monólogo entre el personaje y su padre fallecido. La novela no está dividida en capítulos, ni en partes. Apenas existen algunos espacios que se dividen o entrelazan con relatos cortos o poemas de los presidiarios, impresos en courier para simular una máquina de escribir mecánica, muchos de estos poemas y relatos son bastante crudos y contundentes, además de que exploran diferentes recursos literarios. Todas las voces avanzan en diferentes tonos y tiempos, sin embargo, todas desembocan magistralmente en el nudo de la historia.

Salvar el fuego tiene todos los elementos que pueden gustar a un crítico literario: riqueza de lenguaje, reinvención y originalidad gramatical, referencias culturales y literarias a raudales –algunas directas, otras escondidas–, realismo y actualidad, utilización fluida de diversos recursos retóricos y narrativos, crítica social, abordaje de temas polémicos y sin miedo como la exclusión social y criminalización de clase, el racismo de ambas vías e indigenismo, la corrupción institucional y política. También nos encontramos con aforismos reflexivos y en ocasiones con la necesidad de parar y digerir todo lo que Arriaga nos dejó ir de golpe. Por otra parte, para el lector encontramos fórmulas que funcionan como los ganchos entre el cambio de la narración, la historia de amor prohibido a lo Shakespeare sin caer en clichés, personajes empáticos que aún entre lo inverosímil de sus decisiones o su suerte nos parecen creíbles.

Guillermo Arriaga nos dice que no hay una realidad, sino varias. Hay un mundo debajo del mundo. Orientar los medios y el entretenimiento hacia lo políticamente correcto, utilizar lenguaje inclusivo y hacer leyes que castiguen la exclusión y discriminación cualquiera que sea su manifestación, no extinguen ni cambian las concepciones sociales y antropológicas que, como una patología cancerígena, regresa sin importar las quimioterapias y afectan siempre a los más vulnerables. El retrato que hace de México puede aplicarse con mucha facilidad y apenas con cambios a Guatemala, Colombia, Ecuador o cualquier otro país de América Latina. Los estallidos populares, las conmociones civiles no son más que una manifestación de la polarización latente. En ocasiones un hecho, tal vez hasta banal, que pase en el submundo, puede ser el detonante para una explosión que como volcán en erupción que no reconoce entre justos y pecadores, envuelva a todos con su nube piroclástica.

Las novelas largas siempre dejan un vacío en su final. Salvar el fuego no es la excepción. Ese vacío es en realidad el reflejo de que se ha terminado una obra tan buena y que supera tanto las expectativas que no vale la pena continuar con otra novela que no solo la sentiremos más ligera sino distante. Hay que dejarle tiempo para reposar en nuestras ideas. El personaje de José Cuauhtémoc Huiztlic Ramirez se lleva las palmas. Aun si se recortaran todos los personajes en una edición resumida, basta la figura de José Cuauhtémoc para llevar sobre sus hombros el peso de los acontecimientos. Si alguna vez esta novela se lleva a la pantalla, el formato ideal sería el de una serie de HBO y tendría que ser sin censura por toda la violencia salvaje y sin tregua. Una película resumiría demasiado el entorno, quizá sería políticamente correcta.

Para finalizar, algunos aforismos que coseché durante la lectura.

«El arte debe ser frío y contenido para que sea el espectador, no el autor, quien brinde el sentimiento a la obra, y no a la inversa.»

«En el arte se hace lo que se puede, no lo que se quiere.»

«No hay razón válida para maltratar a los hijos.»

«Nuestra identidad depende de los vínculos que creamos. Somos con quienes nos relacionamos.»

«La muerte es una boca desdentada que nos sorbe la vida minuto a minuto.»

«En la obra de un escritor con talento puedes hallar una frase, una sola, que te cambia la vida. En un escritor mediocre lo más que podrás encontrar es corrección gramatical.»

«El infierno es una verdad conocida demasiado tarde.»

«El autor podrá morir, no su trabajo.»

«La llama de un fósforo dura solo unos segundos, pero es capaz de incendiar un bosque.»

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