«Pasan cinco horas, aunque a Jon le parecen cincuenta. Nunca ha sido de quedarse muy quieto en su sitio, así que el futuro entre rejas se le antoja imposible. No piensa en matarse, porque Jon valora la vida por encima de todo y es un optimista irredento. De esos de los que Dios se ríe con más ganas cuando les deja caer encima una tonelada de ladrillos. Pero tampoco encuentra modo alguno de escurrirse fuera de la soga que él mismo se ha colocado al cuello.»
Juan Gómez-Jurado es probablemente uno de los novelistas más populares de España en la actualidad. Periodista de profesión, se ha dedicado a la escritura a tiempo completo y ha publicado tanto novelas adultas como juveniles e infantiles. Sus obras más notables son El emblema del traidor, Cicatriz y Reina roja, esta última convertida en una trilogía a la que le sigue: Loba negra y Rey blanco.
Reina roja es uno de esos fenómenos editoriales que sorprenden a muchos y que a priori parece inexplicable como una novela policial enteramente de ficción sin ninguna pretensión más que el entretenimiento puro ha cautivado a muchos y se ha vuelto una lectura adictiva que ha superado un cuarto de millón de copias vendidas en el mundo.
Comencemos por la sinopsis:
«El agente de la policía nacional Jon Gutierrez es detenido por haber intentado inculpar a otra persona. No tiene muchas opciones para salir de esta. Hasta que le ofrecen hacer un trabajo. Tiene que convencer a Antonia Scott, la mujer más inteligente del mundo, de que le siga. La trama relata como Jon y Antonia se convierten en compañeros de investigación en la búsqueda de un asesino por toda la ciudad de Madrid.»
El marketing juega un papel muy importante en las editoriales, sin duda después de Cicatriz el nombre de Juan Gómez-Jurado era un imán de ventas que no debía desperdiciarse. Había que catapultar la marca creada. La novela se ofrece como el thriller de la década o el mejor thriller que se haya escrito. Ciertamente la novela tiene sus virtudes, pero decir que es un gran thriller es una exageración hiperbólica.
Gómez-Jurado utiliza la voz del narrador omnisciente y crea varias líneas en las cuales se desarrolla la historia en capítulos cortos. En ocasionas inserta algunas analepsis, pero realmente nada es demasiado complejo como para perder al lector entre una escena y otra. De hecho, la forma de estructurar el argumento es sobre la escena y no tanto sobre los personajes, es evidente la intencionalidad de convertir a este libro en algo fácil de adaptar en una película o serie. Un regalo para cualquier guionista adaptar una novela pensada para este fin. Gómez-Jurado recurrió casi abusivamente de los cliffhangers: un capítulo obliga a leer al otro para encontrar una respuesta y este al otro para seguir buscando el complemento, así hasta el final. Realmente termina el libro y todavía quedan muchos cabos sueltos, secretos por develar y misterios sin resolver que obligarán sin duda al lector a buscar la siguiente entrega, Loba negra.
A diferencia de otros autores de thrillers del momento como Javier Castillo, Joël Dicker y Alex Michaelides, el autor de Reina roja tiene un estilo particular que hace que la lectura sea divertida y sin ínfulas, rehuyendo de las cursilerías y frases hechas. Los personajes centrales saben sostener la trama con un carisma que no parece impuesto u obligado. Entre sarcasmos y pensamientos mordaces, Gómez-Jurado le dice al lector que, aunque sea una novela policial es, a fin de cuentas, una novela, una ficción sin pretensiones de ningún tipo. No es que aquí vayamos a encontrar una frase que nos haga reflexionar sobre la vulnerabilidad de nuestra seguridad, las desigualdades sociales o las injusticias de la vida, no. Reina roja es un thriller para desconectarse.
De Reina roja destaco los dos personajes centrales por igual. El primero es el personaje femenino, Antonia Scott, que es fuerte e inteligente, independiente y autosuficiente, pero al mismo tiempo impulsiva y desconfiada, cuando no hay problemas ella los crea, cuando el relato no avanza, ella lo provoca. Jon Gutierrez, el detective en aprietos, es un personaje que encajaría fácilmente en una novela negra derivado a sus conflictos internos, pero aquí estos no importan mucho, realmente nada, para el desarrollo de la trama. Jon Gutierrez es homosexual no porque la historia criminal así lo requiera, sino porque de esa manera Gómez-Jurado evita un forzado romance o tensiones sexuales más allá de la camaradería en una investigación contra el reloj.
El estilo de Gómez-Jurado es sencillo. Lo que busca es que el lector avance en la lectura y no se estanque en algún párrafo pantanoso. Habrá por allí algunas cuestiones idiomáticas en las que uno se detenga, pero qué novela que se apoye en diálogos o pensamientos de sus personajes no tiene algún modismo o localismos. En aportación literaria, si eso es lo que se busca, no se encontrará demasiado, aunque tampoco se puede decir que es un relato mal escrito, qué no lo es.
Juan Gómez-Jurado no reinventa nada con la Reina roja: un crimen difícil de resolver, correr contra el reloj para salvar una vida, que sus protagonistas se involucren más allá de sus deberes, que todo esté en contra, todo eso son ya clichés desgastados, tramas saturadas, historias ya contadas. Lo que hace de nuevo Gómez-Jurado es agregarle un poco de su pimienta y algunas especies, para que esos huevos revueltos que todos ya conocen y han experimentado, tengan un nuevo sabor.
Reina roja puede que esté sobrevalorada con sus veinticinco reimpresiones y cuarenta traducciones y también puede disgustar como otras novelas mucho mejores en el aspecto literario acumulen polvo en su primera edición y apenas conocidas. Lo cierto es que este tipo de novelas son las que crean lectores y solo un lector con experiencia sabrá apreciar posteriormente el trigo de la paja. Al menos Reina roja tiene guiños, chistes y una estructura que la hacen sobresalir de la media. ¿Quién no se imaginó por allí Armando Ortega de Zara o a Ana Patricia Botín-Sanz de Santander, aunque con otros nombres?
Una cosa es la lectura rápida y otra la lectura chatarra. Gómez-Jurado quizá no sea muy sutil, pero tampoco nos ofrece bazofias ni migajas.
«Donde hay amor hay ingentes, interminables, cantidades de sufrimiento.»
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