«Sostener que las guerrillas provienen de la pobreza, como lo hace buena parte de la bibliografía conocida, no es otra cosa que negar los hechos del modo más flagrante e irresponsable. La pobreza existía antes y siguió existiendo aún después de la época que nos ocupa, pero esa circunstancia no generó ningún levantamiento popular, ni siquiera el caldo de cultivo propicio para que se crearan organizaciones revolucionarias de base o movimientos sociales contrarios al sistema. Lo que ocurrió fue algo muy diferente, fue que un importante segmento de la juventud decidió seguir la vía armada para acceder al poder y, en lugar de fortalecer la democracia económica y política, lucharon y ofrecieron sus vidas para imponerle a Guatemala un régimen socialista-comunista y la dictadura de un sector sobre otro.»
El dominó que no cayó es la segunda parte de Guatemala: la historia silenciada, investigación con tintes de ensayo donde Carlos Sabino nos relata de forma crítica y documentada más de cuarenta y cinco años de historia que enmarcan los eventos más importantes desde el punto de vista político y social para Guatemala en el siglo XX, desde el derrocamiento de Ponce Vaides hasta adentrarnos en el gobierno de Vinicio Cerezo Arévalo.
«La verdadera justicia no puede levantarse sino sobre la base de la verdad histórica.»
Sabino consultó más de doscientas fuentes bibliográficas, además de realizar decenas de entrevistas a diferentes personajes que estuvieron involucrados directa o indirectamente con los acontecimientos relatados. Incluso en varios casos tuvo que desplazarse a lugares en el interior de la república para tener una mejor apreciación de los hechos, además de una opinión particular de los pobladores.
El primer tomo, Revolución y liberación, abarcó un período aproximado de casi dos décadas, llevándonos hasta el gobierno de Miguel Ydigoras Fuentes. El segundo tomo parte del golpe de estado de este presidente en 1963 y concluye con el gobierno de Cerezo en 1989 que más que un acontecimiento interno fueron factores exógenos los que marcaron un hito. Este año estuvo marcado por la caída del Muro de Berlín y la desintegración de la Unión Soviética, en otras palabras, la caída del comunismo internacional y con ello la pérdida de esperanza de los grupos guerrilleros ya diezmados.
La estructura narrativa de Sabino se mantiene indemne, es pulcra y sencilla al mismo tiempo que fluida y entretenida. Apostilla sus fuentes, brinda confianza y objetividad y conduce a la autorreflexión y a la formación de conclusiones propias. Los capítulos están ordenados cronológicamente y el marco de los acontecimientos son los gobiernos de turno.
En este tomo vemos surgir a los grupos guerrilleros en los primeros años de la década de los sesentas, su crecimiento gradual y en las sombras durante años hasta el surgimiento cruel, violento y sanguinario en los primeros años de la década de los ochenta. Carlos Sabino los muestra tal y cual fueron, sin reparos, sin ambages. Minorías de las clases medias, principalmente estudiantes, algunos idealizados, otros manipulados, que buscaban el poder político no por medios democráticos, sino por la violencia y con la instauración de una dictadura como la de Fidel Castro en Cuba e inspirados en la revolución bolchevique rusa. Grupos que decían representar a la población, pero que en realidad únicamente se representaban a sí mismos. Pero ¿qué movimiento revolucionario, socialista o comunista no empobrece y reprime, cuando no maltrata y mata, a la población?
No toda la izquierda es socialista y comunista, de hecho, ese es el extremo pernicioso, peligroso y antidemocrático, tal como en la derecha política también existe un extremo nacionalista, conservadurista y fundamentalista. Cualquier extremo de lo que sea es oscuro. La izquierda desde una apreciación moderada es una tendencia a preferir las políticas de desarrollo social, de la búsqueda de inclusión, de aceptar las contribuciones de otros sectores o tomar en cuenta las tendencias progresistas internacionales. Si bien los movimientos revolucionarios cuyos instrumentos eran el asesinato, el secuestro, la extorsión, el saqueo y el terrorismo, se autoproclamaban representantes de izquierda y por extensión del pueblo, lo cierto es que sus fines eran muy distintos a los democráticos, lo que es obvio puesto que al utilizar medios violentos y criminales el fin no podía ser menos terrible al de un régimen de terror. En el ambiente político guatemalteco había personas ilustres que impulsaban el sistema de contrapesos que se requería desde una izquierda moderada. Estos personajes fueron Manuel Colom Argueta, Oscar de León Aragón, Adolfo Mijangos López, Francisco Villagrán Kramer y José Barnoya. En efecto, muchas personas que estuvieron impulsando lo que podría llamarse la izquierda moderada fueron perseguidos, desaparecidos o muertos y en un ambiente político complejo los gobiernos militares eran el sospechoso común, idóneo y conveniente. Francisco Villagrán Kramer llegó a ser vicepresidente del general Lucas García, lo que significó que el camino político era viable y por tanto algunos asesinatos de carácter político solo podían convenir a los desestabilizadores políticos, es decir, a los grupos guerrilleros que ambicionaban el poder. ¿A quién convino la muerte de Manuel Colom Argueta en 1974? Seguramente al gobierno y a la cúpula militar no, porque sucedió el día que Kjell Laugerud asumía el mando del país tras un proceso electoral y un asesinato político enturbiaba un día cívico que solo favorecía a los desestabilizadores revolucionarios.
Mario Mendez Montenegro fue encontrado en la zona 1 de la ciudad capital con una bala en la cabeza, el era una figura política importante de la izquierda moderada que estuvo involucrado en la Revolución del 44, era el año 1965 y lideraba al Partido Revolucionario que estaba sin financiamiento y con oportunidades de ganar las elecciones bastantes reducidas. Todos los indicios desde la escena hasta el perfil de Mario Mendez Montenegro aparentaban un suicidio; sin embargo el Partido Revolucionario aprovechó la coyuntura del asesinato político para ganar alguna popularidad y buscó a un nuevo abanderado, el hermano de su dirigente caído, Julio Cesar Montenegro, un abogado y académico que no solamente logró el favor de muchos simpatizantes, sino que ganó las elecciones y se mantuvo en el poder hasta el final de su mandato, cuando fue sucedido por Carlos Arana Osorio. Julio Cesar Montenegro siendo un civil electo democráticamente y de un partido revolucionario que se mantiene en su cargo hasta que entrega la magistratura es una muestra que anula la hipótesis de que los regímenes militares eran dictaduras férreas, de que la democracia no existió después de la caída de Árbenz y de otros tantos maniqueísmos. Los grupos guerrilleros jamás lucharon por la democracia, su existencia misma era un atentado contra ella porque era violentar un sistema de elecciones libres por la instauración de un régimen totalitario comunista-leninista.
Otros temas importantes que aborda Carlos Sabino en su narración es la participación de la iglesia católica en los movimientos revolucionarios, la toma de la embajada de España, la creación de las Patrullas de Autodefensa Civil –PAC–, el terremoto de febrero de 1976, el renacer y recrudecimiento de la guerrilla con el Ejército Guerrillero del Pueblo –EGP– y la Organización del Pueblo en Armas –ORPA– tras el debilitamiento de las Fuerzas Armadas Revolucionarias –FAR–.
«La guerrilla, ya en retirada, trató de crear una especie de mito que justificase su derrota –pues es más honorable caer ante un enemigo poderoso y despiadado que frente a uno débil o humanitario– y que le permitiese obtener mejores respuestas de una solidaridad internacional a la que había que impresionar con altas cifras y relatos espeluznantes.»
La politización de la historia es un fenómeno común cuando los actores de esta todavía son parte influyente en los acontecimientos actuales. Carlos Sabino lo manifiesta y en su búsqueda de la objetividad trató de apartarse tanto como pudo de conjeturas y presunciones mostrando los hechos tal y como son, sin exageraciones y sin apartarlos de su contexto.
Guatemala: la historia silenciada son lecturas obligatorias para cualquier guatemalteco que desee conocer la raíz de los sucesos actuales además de formarse un criterio mucho más amplio y consciente.
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