«Yo creo que todo el mundo es responsable de esta desgracia, de un modo u otro. Es más, todos los sucesos ligados a la seguridad y las tragedias que estamos padeciendo tienen su origen en el miedo. La pobre gente que se encontraba en el puente de Al-Aima murió por culpa de su miedo a la muerte. Cada día nos morimos de miedo de morir. Las zonas que han albergado o prestado apoyo a Al-Qaeda lo han hecho por miedo a otra organización. Y la otra organización se ha armado y ha creado sus milicias para protegerse de Al-Qaeda. Se ha creado un círculo vicioso y mortal por culpa del miedo. Y cada vez provocará más y más muertes.»
Ahmed Saadawi es uno de los escritores iraquíes más populares internacionalmente. En 2010 fue seleccionado como uno de los treinta y nueve mejores jóvenes escritores árabes por el Beirut39 y en 2014 se convirtió en el primer escritor iraquí en recibir el Premio Internacional de Ficción Árabe, el más importante de esa región y el cual está gestionado en asociación con el Premio Booker Foundation de Londres y la Fundación Emirates. En 2018 Ahmed Saadawi fue finalista al Premio International Booker con Frankenstein en Bagdad, pero ese año la competencia fue dura, siendo ganadora Los errantes de Olga Tokarczuk (que un año después se convertiría en Nobel de Literatura). Frankenstein en Bagdad fue publicado en 2013, pero le ha llevado un tiempo recorrer el mundo. La primera edición al español fue publicada en 2019 por editorial Libros de Asteroide y la traducción estuvo a cargo de Anna Gil Bardají, quien es una reconocida académica experta en lenguas y filología.
Mary Shelley en 1818 publicó Frankenstein o el moderno Prometeo, una novela gótica que respondía a un reto de Lord Byron hacia Shelley y a su médico personal John Polidori. Shelley ganó el reto y con creces creando a Frankenstein, posteriormente Polidori sería conocido por construir el arquetipo del vampiro romántico. Siglos después, Ahmed Saadawi inspirado en aquella novela, rescataría algunas ideas de Shelley, pero las enmarcaría en una época, situaciones, sentimientos y motivaciones completamente distintas, aunque todo unido en y por la tragedia. Frankenstein en Bagdad es una fábula, una alegoría cernida en una realidad donde un monstruo suelto que asesina es la menor de las preocupaciones para una sociedad en zozobra por los bombardeos, el terrorismo y la autoinmolación. He aquí la sinopsis:
«En 2003, después de la segunda guerra de Irak, en el Bagdad todavía ocupado por las tropas estadounidenses, un trapero decide recolectar algunos de los restos humanos que encuentra esparcidos por las calles y formar con ellos un único cadáver al que poder dar sepultura. Pero, para su sorpresa, el cuerpo cobrará vida y pondrá patas arriba el día a día de una comunidad variopinta: una anciana que desde hace años espera el regreso de su hijo desaparecido en la guerra con Irán, un avaro hotelero que pretende hacerse con todos los edificios del barrio o un joven periodista que, mientras intenta olvidar a una mujer, irá tras la pista de esta singular criatura.»
La novela está estructurada en 19 capítulos, cada uno tiene cinco secciones. La obra de Ahmed Saadawi es una belleza literaria. Utiliza muchos recursos narrativos y es destacable la triada de prolepsis, analepsis y elipsis, además del uso de la retórica, los tonos y la voz que cuenta la historia que utiliza muchos ángulos y focos que dan la sensación de una polifonía entre los párrafos e intervenciones con atinadas disgresiones. Hay algo de reflexión entre las páginas, al igual que dolor y tragedia e incluso una sutil dosis de humor negro. La historia es sencilla e incluso podría desdeñarse la falta de originalidad al reciclar hasta el nombre, pero es la forma de contarla y los ingredientes que suma Ahmed Saadawi lo que hacen que valga mucho para el lector.
Mientras el Frankenstein de Shelley era una afrenta a la moral, un paso que la ciencia dio sin respetar la ética ni comprometerse con la consecuencia, el Frankenstein de Ahmed Saadawi surge de la candidez y del dolor, de un pobre hombre cincuentón dedicado a la compra y venta de vejestorios que queda devastado al contemplar a su amigo literalmente convertido en pedazos dispersos en los barrios de Bagdad. Para consolar ese dolor, el trapero recoge pedazos de cuerpos desperdigados, otras víctimas de bombas, para poder hacer al menos un cuerpo entero, algo simbólico que enterrar en memoria de su amigo. Porque a los muertos no les importa esos rituales, pero los vivos los necesitan para cerrar su duelo. Pero cual no sería su sorpresa cuando se dio cuenta de que el cuerpo que creó era poseído por un alma vengativa, otro inocente, y que para liberarse y descansar en paz debía aplicar la ley del talión por todas las víctimas de las partes que lo conformaban.
El Frankenstein de Ahmed Saadawi no reconoce un padre o creador y tampoco es un personaje principal en sí mismo; es una excusa narrativa para introducir al lector en un Bagdad deprimido, en ruinas, violento, inestable e incierto. Son los personajes humanos, los vivos, los que transmiten, aun en la distancia y con voces apagadas, sus propias tragedias. Después de salir de un invierno totalitario, lo que sigue no es precisamente una primavera democrática, porque ni hay primavera y tampoco democracia.
Inicialmente lo más difícil de la novela es lidiar con la forma fonética de los nombres árabes, que no es que confundan si la lectura es atenta y comprometida. Son muchos personajes, pero rescato a Mahmud Suadi, el periodista que por momentos me dio la impresión de ser el principal, pero luego entendí que todos eran protagonistas de una misma historia; Hadi Hasani Aidrús, quien era el antigüellas, el recolector o el trapero, como se le conocía, este personaje a veces era el alivio cómico, pero en realidad era como una lágrima en medio de un rictus; Hasib Muhammad Yafar, era el joven guardián de 21 años muerto por una bomba cuya alma poseyó al cuerpo creado de miembros desmembrados; Elisua Un Daniel, la anciana que esperaba el arribo de su hijo, un soldado que sin duda murió en la guerra y que en su desesperación lo confundía con el monstruo; Un Salim Baida, que era la vecina de la anciana, a quien criticaba constantemente, pero al mismo tiempo respetaba y veneraba; Faray Dalai, el codicioso agente inmobiliario que veía un tesoro en la Bagdad destruida y abandonada; Ali Bahir Saudi, el periodista, empresario y manipulador que englobaba la clase social acomodada; el coronel Surur Mayib, el militar que representaba la sombra del régimen caído y la herramienta maquiavélica de ocupación de las tropas extranjeras; y Nahim Abdaki, amigo muerto de Hadi, quien fuera el motivador para que este creara a Frankenstein, ese monstro que en la novela con frecuencia se nombra como Como-se-llame.
Frankenstein de Bagdad es una obra literaria que, si tiene falencias, estas pasan desapercibida porque el impulso visceral que mueve la escritura es tan fuerte que el lector no puede abandonarla. Literariamente es bastante pulcra, de hecho, el lenguaje utilizado linda lo elegante y esto no hace más que provocar un contraste aun mayor en las descripciones, que en una zona de guerra no podrían ser diferentes: crudas y violentas.
Para cerrar, algunas frases que fui subrayando mientras leía y que vale la pena rememorar:
«El hombre vive en un gran engaño y nunca reconoce su ignorancia.»
«No hay inocentes ni asesinos puros.»
«Nadie quiere morir sin entender por qué muere o adónde irá después de la muerte.»
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