«Y de este modo, fue toda su vida una prueba de que sin amor de la propia persona es también imposible el amor al prójimo, de que el odio de uno mismo es exactamente igual, y en fin de cuentas produce el mismo horrible aislamiento y la misma desesperación, que el egoísmo más rabioso.»
Hermann Hesse fue el escritor alemán más leído del siglo XX. Su trayectoria literaria fue increíblemente ubérrima: han sido decenas de miles de páginas que han llevado su firma entre novelas, poemas, ensayos, monografías, cartas, traducciones, antologías, artículos, etcétera, y todavía han sido mucho más las páginas de lo que se ha escrito y analizado de su vida y obra entre tesis doctorales, ensayos, biografías y artículos. Francamente las aportaciones de Hesse a la literatura europea han calado en generaciones y leerlo nunca ha sido un acto de simpleza. Ganó el Premio Nobel de Literatura en 1946. Sus obras más notables fueron Demian, Siddhartha y El lobo estepario, novelas que tienen como característica que fueron escritas para una Europa devastada por las secuelas recientes de la Primera Guerra Mundial, que en aquella época se le conocía como la Gran Guerra porque todavía faltaba poco más de una década para que estallara el otro conflicto bélico.
El lobo estepario es la décima novela de Hesse y fue publicada en 1927, probablemente comenzada su construcción en el año o por lo menos un par de años anteriores al cumpleaños número 50 del autor. Esto es importante porque esta obra tiene características autobiográficas mezcladas con fantasía. El protagonista de la novela, Harry Haller, es el alter ego de Hermann Hesse, de hecho, son las mismas iniciales (H. H.) y si hacía falta otro detalle, tienen la misma edad y personalidad.
La novela está compuesta por cuatro partes: la primera es la introducción que en realidad es la narración de un joven que conoció a Harry Haller. Este muchacho es el sobrino de la mujer que alquilaba un apartamento al protagonista. No nos deja conocer mucho acerca del joven, sino de su impresión ante un personaje tan peculiar, quizá no extraño ni esquivo, pero sí interesante e impenetrable. El resto del libro se desprende del encuentro de un manuscrito abandonado por el protagonista en la habitación alquilada, que contiene las otras tres partes: anotaciones de Harry Haller, tractat del lobo estepario y siguen las anotaciones de Harry Haller.
Las primeras anotaciones de Harry Haller es una exposición de su crisis y dualidad entre persona y lobo estepario, de allí el título. El lobo estepario es la calidad arisca, huraña y solitaria, que entra en conflicto con la calidad humana del protagonista. El lobo estepario es un depredador que camina y principalmente sufre solo, el humano que representa Harry Haller es alguien que se niega a abandonarse a las fauces del destino. Esto termina por comprenderse mejor con el tractat del lobo estepario que en realidad es un ensayo que resume la vida de Harry Haller desde un punto de vista espiritual y filosófico. Este tractac se lo entrega un anciano que lo invita al teatro mágico, un lugar solo para locos.
Harry Haller en realidad sufre de depresión porque es Hermann Hesse deprimido. Hesse se había separado de su esposa recientemente tras un corto matrimonio que lo terminó por hundir y enviar a un exilio autoimpuesto en otra ciudad, pasando las tardes y las noches en medio de cientos de libros apilados y desordenados mientras bebía tanto vino como su conciencia podía soportar. Mientras lo escribía tuvo la necesidad de crear al lobo estepario como un refugio para criticar el absurdo de la sociedad burguesa europea de los años veinte, donde la mediocridad prima todo deseo y termina por ser horrorosamente ubicua.
El libro está escrito en primera persona, excepto el tractac, pues es un tratado como ya señalé antes. El lenguaje en general de la obra, incluso la introducción, es pulcro y elegante, muy característico de la época. Aún en las partes más vulgares y sucias, que las hay, existe ese matiz burgués que limita el vocabulario en un corte culto, amplio y mundano. Pueda que el lobo estepario arrebate la emoción del autor, pero es finalmente el hombre quien toma la pluma y control del relato.
En la última parte y más extensa, siguen las anotaciones de Harry Haller, es cuando la novela da un vuelco y de la objetividad y del realismo con su pequeña cuota de simbolismo filosófico y psicológico, pasa a convertirse en un fenómeno surreal, fantástico, inverosímil, extraño y colmado del absurdo más evidente que podría haber. Las líneas entre la realidad y la imaginación, entre el sueño y el deseo, entre la razón y la cordura, quedan completamente difusas. Particularmente creo que lo que pasa en el Teatro Mágico y la interacción con los otros personajes: Armanda, Pablo y María, son interpretaciones y conjeturas que debe hacer el lector. No es la forma en la que debe entenderse, sino en la que quiera entenderse o, en algunos casos, pueda entenderse.
Hace un tiempo leí Devastación de Tom Kristensen, una novela publicada tres años después de esta obra de Hesse que por muchos fue considerada El lobo estepario escandinavo. En Devastación nos encontramos a un hombre burgués de 34 años que trabaja en un periódico. Una noche es visitado por antiguos camaradas socialistas que le hacen ver que su idealismo se ha perdido y que se ha convertido en aquello que había abjurado; es entonces cuando comienza a transitar por el camino de autodestrucción que no solo lo lleva a perder su trabajo y su familia, sino literalmente lo desfigura espiritualmente y lo convierte en un despojo de ser entregado al hedonismo y miseria. La novela de Kristensen se construye a través de los diálogos, es completamente lineal y hace uso de un lenguaje sencillo, evitando retórica innecesaria que pueda crear una interpretación diferente a la que objetivamente es. Después de leer El lobo estepario de Hesse me doy cuenta de que no puede existir comparación. Salvo las coincidencias de que ambos protagonistas pertenecen a la burguesía social y que padecen de depresión, no hay nada. La obra de Hesse está en un camino diferente, Harry Haller no se autodestruye. Aunque mencione el suicidio, este tiene un subtexto de múltiples interpretaciones.
Particularmente la premisa de Hesse me parece muy interesante: un hombre de mediana edad que entra en una crisis existencial, una feroz depresión que lo lleva a considerar la muerte, ya sea por suicidio o por tomar riesgos en los que antes ni siquiera habría pensado. Su inteligencia, cultura y logros no hacen más que aislarlo de los demás. Se refiere así mismo como un anacoreta. No crea ninguna personalidad distinta, sino que canaliza su fuego interior al más bajo instinto animal, a un lobo depredador. No obstante, es en la ejecución y especialmente después del tractac, que la obra entra en un terreno pantanoso que limita la intención del lector a continuar. Hesse nos arroba en el nihilismo de su personaje y nos mantiene entretenidos en sus reflexiones, pero luego nos tuerce el brazo y nos hace pasar por un embrollo de aprendizaje de baile y citas que terminan en un teatro mágico lleno de puertas infinitas donde hasta Mozart y Goethe se pasean campantes. Todo esto obviamente tiene intenciones de expresar profundidad en la psique de Harry Haller, que es la misma que Hesse, pero como todo mago, solo muestra la magia y el espectador es quien debe adivinar el truco, porque encontrarlo fortuitamente nunca, los magos son herméticos. El problema está en si el lector le interese tanto adivinar el truco como para concentrar su energía en alguien que está tragado por una depresión, sintiéndose nadie, pero al mismo tiempo escribiendo estas cosas para remarcar su distancia, diferencia, que da lo mismo que decir: su importancia.
De El lobo estepario rescato hasta el tractac. Si la novela hubiese terminado allí, me hubiera dado por complacido. Lo que sigue después del tractac es «solo para locos», quizá ese sea el truco.
«A pesar de todo lo que hagamos en contra, un día indefectiblemente hayamos de tener que morir. La lucha contra la muerte, querido Harry, es siempre una cosa hermosa, noble, digna y sublime, por tanto, también la lucha contra la guerra. Pero no deja de ser en todo caso una quijotada sin esperanza.»
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