«Casi todas las personas religiosas suponen que este planeta es un experimento; en eso se resumen sus creencias. Siempre hay algún dios que fisgonea, que se mete con las esposas de los mercaderes, que entrega tablas de la ley en una montaña, que nos ordena mutilar a nuestros hijos, que nos indica qué palabras podemos decir y cuáles no, que nos hace sentir culpa por el hecho de experimentar un placer. ¿Por qué no nos dejan en paz? Tal grado de intervención proviene de una gran incompetencia. Si Dios no quería que la mujer de Lot se volviera, ¿por qué no la hizo obediente, para que le hiciera caso al marido? O tal vez si no hubiera hecho a Lot tan idiota, quizá la esposa lo habría respetado más. Si Dios es omnipotente y omnisciente, ¿por qué no creó el mundo tal como quería que fuese? ¿Por qué siempre lo está arreglando y quejándose? Si hay algo que la Biblia deja en claro es la chapucería de Dios como fabricante. No sirve para el diseño ni para la ejecución de una obra. Si tuviera que competir con otros, se arruinaría de inmediato.»
Carl Sagan fue un destacado astrónomo, astrofísico y divulgador científico estadounidense, nacido en Brooklyn, Nueva York. Obtuvo su doctorado en Astronomía y Astrofísica en la Universidad de Chicago, donde también completó su formación académica. Sagan inició su carrera en el campo de la ciencia, destacándose en la investigación planetaria y la astrobiología. Su debut como escritor de divulgación científica, Cosmos, fue un éxito tanto literario como televisivo, cuando fue adaptado en una serie documental en 1980. Además de ser una obra fundamental para la educación científica, Sagan fue galardonado con numerosos premios, incluido el Premio Pulitzer por Los dragones del Edén en 1978.
Pertenezco a esa generación que creció viendo Cosmos. Apenas tenía cinco o seis años, y aunque no sabía quién era Carl Sagan, su voz y sus ideas comenzaron a moldear en mí una incipiente comprensión de nuestro lugar en ese vasto entramado de tiempo y espacio que llamamos universo. Recientemente, tuve la oportunidad de ver con mi hijo la nueva serie Cosmos, presentada por Neil deGrasse Tyson, quien ha sabido mantener el espíritu original de la serie y, además, rendir un sentido homenaje a Sagan. Es indudable que Sagan despertó en muchos niños la curiosidad por las estrellas y el anhelo de convertirse en científicos. Resulta desolador pensar que hoy no existan figuras como Sagan o deGrasse Tyson, o quizás sí las haya, pero los espacios para la divulgación científica se han reducido tanto en este mundo postmoderno que se propagan conceptos erróneos. Es inquietante que, en pleno siglo XXI, haya decenas de miles de personas que creen que la Tierra es plana, sin mencionar a aquellos que, por motivos de fe, sostienen que nuestro planeta no tiene más de diez mil años. No obstante, ya no me extiendo, que lo anterior es material para un artículo diferente y no de la reseña de una novela que, a propósito, antes de continuar, he aquí la sinopsis.
«Tras cinco años de incesantes búsquedas con los dispositivos más sofisticados del momento, la astrónoma Eleanor Arroway consigue, junto a un equipo de científicos internacionales, conectar con la estrella Vega y demostrar que no estamos solos en el universo. Empieza entonces un trepidante viaje hacia el encuentro más esperado de la historia de la humanidad, y cómo afectaría a nuestra sociedad la recepción de mensajes de una civilización inteligente.»
Carl Sagan escribió más de veinte libros de divulgación científica, además de ensayos, artículos y otros documentos ligados a su profesión; sin embargo, Contacto, publicada en 1985, fue su única incursión en la ficción novelística. Su camino por las librerías no pasó desapercibido, ganando el Premio Locus en 1986. Poco más de una década después, la novela fue llevada a la gran pantalla bajo la dirección de Robert Zemeckis, célebre por haber dirigido la trilogía Back to the Future y otras películas laureadas como Forrest Gump y Náufrago. La adaptación cinematográfica de Contacto es una obra bien lograda y respetada en su propio derecho; sin embargo, personalmente considero que haber visto la película antes de leer el libro puede afectar la percepción de la obra escrita. Aunque la película es innegablemente buena, con una narrativa sólida y actuaciones destacadas, difiere en varios aspectos clave del libro, incluyendo las motivaciones de los personajes y ciertos elementos de la trama. Esta divergencia no es menor y puede influir en la experiencia del lector, que podría encontrar en la novela de Sagan un enfoque más profundo y filosófico sobre la búsqueda de vida extraterrestre y el papel de la ciencia en la sociedad. Contacto es un vehículo de autorreflexión filosófica de su autor a través de la ficción narrativa, un ejercicio personal que invita a contemplar cuestiones existenciales y científicas desde la perspectiva de un individuo en la sociedad moderna.
Para empezar, debo decir que tanto la novela de Sagan como la película de Robert Zemeckis son dos productos que, aunque cuentan la misma historia, lo hacen desde perspectivas y propósitos diferentes. Una no es mejor que la otra; en cualquier caso, son distintas. No obstante, debo añadir que ver la película antes o leer la novela primero afecta las expectativas de cualquiera de las dos. La novela centra su atención en la ciencia, la moralidad y la filosofía intrínseca de las decisiones, mientras que en la película el enfoque está en el drama humano, la protagonista, y la lucha interna y externa de Ellie Arroway, quien busca desesperadamente validar sus experiencias y creencias en un mundo escéptico.
En la novela, Sagan se adentra en los matices de la ciencia y la religión, planteando una profunda reflexión sobre cómo ambas pueden coexistir o chocar frente a lo desconocido. La narrativa de Sagan es rica en detalles científicos y en debates filosóficos que invitan al lector a cuestionar la naturaleza del conocimiento y la fe. Por otro lado, la adaptación cinematográfica dirigida por Zemeckis enfatiza el viaje emocional de Ellie, convirtiendo la historia en una exploración de la fe personal y la búsqueda de aceptación en una comunidad científica y pública que, a menudo, la rechaza. La película, con su ritmo más dinámico y su enfoque en el espectáculo visual, no profundiza tanto en los aspectos científicos, sino que se centra más en la accesibilidad emocional, presentando un conflicto más claro entre el escepticismo y la creencia. Así, mientras la novela ofrece una experiencia más introspectiva y compleja, orientada hacia la contemplación y la discusión filosófica, la película proporciona una narrativa más directa y emotiva, ideal para una audiencia que busca una historia inspiradora y conmovedora.
Es claro que Carl Sagan no es un novelista y esto se nota en Contacto porque su inclinación por la exposición de ideas y conceptos científicos prevalece sobre la construcción tradicional de personajes y tramas. Contacto se destaca más por su capacidad para transmitir teorías astronómicas, debates filosóficos y reflexiones sobre la ciencia y la religión, que por su narrativa de ficción. Sagan, siendo un científico apasionado, utiliza la novela como un medio para educar y divulgar conocimientos, lo que a veces puede ralentizar la trama o hacer que los diálogos parezcan más expositivos que naturales. Los personajes, aunque interesantes, pueden parecer en ocasiones más como portavoces de ciertas ideas que como individuos con un desarrollo emocional complejo. Sin embargo, esta perspectiva única es lo que confiere a la novela su particular encanto, que puede tanto gustar como disgustar en partes iguales.
Cuando uno lee novelas históricas de un prestigioso historiador es claro que aprenderemos de historia, salvando las licencias que se toma su autor para que su obra adquiera la fluidez para hacerla entretenida para el lector. Cuando leemos una novela provenida de la mente de un científico, como el caso de Contacto, es evidente que nos adentraremos más en la ciencia que en la ficción. Particularmente debo decir que por momentos la narrativa me pareció estancada y empatizar con los personajes era difícil porque no estaban bien desarrollados; sin embargo, cosa diferente era adentrarse en las exposiciones. Cada personaje argumentaba sus tesis, hipótesis o creencias, según fuera, con una pasión que palpitaba en las páginas y ese creo que es el mayor baluarte de la novela de Sagan.
He olvidado muchos detalles de lo que Ellie hizo en la novela, pero algo que ha quedado grabado en mi memoria es el concepto de patrones ocultos en los números irracionales. Me he preguntado, con cierta fascinación y temor, qué significaría encontrar un patrón en el millonésimo decimal de Pi. ¿Qué implicaciones tendría para la humanidad descubrir que en esencia hay orden en lo que consideramos caótico? Nuestro ADN no es más que un conjunto de códigos, no tan distinto, aunque sí mucho más complejo, que las programaciones algorítmicas binarias. La posibilidad de códigos escondidos abre un abanico de reflexiones, haciendo que la mente vuele hacia lo desconocido. Y si, por el contrario, no existen tales patrones, eso también resulta impactante, pues nos confronta con un vacío absoluto.
No sabemos si estamos solos en el universo y es probable que nunca lo sepamos realmente. Las vastas distancias en tiempo y espacio nos dejan en una incertidumbre perpetua sobre si somos una anomalía de la evolución o su consecuencia inevitable. Tampoco sabemos si representamos el pináculo de la existencia o simplemente su decadencia, y ¿hasta qué punto podemos extrapolar nuestra experiencia como seres a base de carbono a otras formas de vida en otros mundos? La novela de Sagan no brilla tanto por su historia, sino por las inquietantes preguntas que plantea, y aterroriza por las que el lector se formula después de leerla. Al final, todo se reduce a preguntas sin respuesta, al menos ninguna que pueda ser considerada universal.
Dicho lo anterior, Contacto no es una novela convencional en el sentido estricto de la palabra; podría parecer farragosa para algunos lectores, especialmente aquellos que esperaban una narrativa más orientada a la acción, al estilo de Michael Crichton. Sin embargo, para quienes están familiarizados con la filosofía, el existencialismo y la divulgación científica, la verdadera riqueza de la obra reside en las profundas reflexiones de Sagan. La historia, aunque interesante, se convierte en un vehículo secundario frente a las interrogantes y pensamientos que el autor plantea sobre nuestra existencia y el universo. Personalmente, considero que es una obra digna de releer, pues lo que Sagan expone tiene un carácter atemporal. Independientemente del avance tecnológico que alcancemos, no dejamos de ser humanos, con nuestras dudas, esperanzas y búsquedas interminables de sentido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario