«Estamos aquí por la gracia divina, dijo el reverendo. Nuestra capacidad para morar aquí no está asegurada ni mucho menos. Por tanto, debemos conservar nuestras fuerzas y restringir nuestras actividades a aquellas que sirvan directamente a nuestros propósitos principales. No deseamos tener conductas disipadas que den la impresión de que no agradecemos esa misteriosa bendición que es nuestra presencia continua aquí. Porque estamos aquí, pero la cuestión de durante cuánto tiempo o en virtud de qué dispensa oficinal no nos compete...»
George Saunders es un escritor estadounidense proveniente de Texas. Es licenciado en Ingeniería Geofísica por la Universidad de Colorado y completó su formación en la Universidad de Siracusa, donde actualmente es profesor de Escritura Creativa, dando un giro de 180 grados en su vida al perseguir su pasión por las letras. Inició su carrera en el ámbito literario, destacando en la escritura de cuentos y ensayos, la mayoría publicados en The New Yorker, Harper’s y GQ. Su debut literario, una colección de cuentos llamada Recuerdo de mi infancia en CivilWarLand, fue un éxito crítico en 1996. Ganó el Premio Man Booker en 2017 con su primera, y hasta el momento, única novela, Lincoln en el bardo.
El Premio Man Booker, conocido como Booker Prize desde 2019, es uno de los galardones literarios más prestigiosos del mundo, otorgado anualmente a la mejor novela escrita en inglés y publicada en el Reino Unido o Irlanda. Establecido en 1969, el proceso de selección es riguroso e involucra un panel de jueces compuesto por escritores, críticos literarios y académicos que evalúan las obras elegibles. Los jueces crean una longlist de aproximadamente 12 a 13 libros, que se reduce a una shortlist de seis finalistas. Finalmente, se elige al ganador, quien recibe 50 mil libras, mientras que cada finalista recibe 2,500 y una edición especial de su libro. Entre los ganadores más destacados se encuentran La vida de PI de Yann Martel, En la corte del lobo de Hilary Mantel y Los testamentos de Margaret Atwood. El premio no solo ofrece un reconocimiento significativo y visibilidad a los autores, sino que también impacta considerablemente en las ventas y la difusión de sus obras, subrayando su compromiso con la promoción de la excelencia literaria a nivel mundial. Lincoln en el bardo se suma a la lista de las casi sesenta novelas que lo han ganado, pero antes de comenzar con la reseña, he aquí la sinopsis:
«Febrero de 1862. En medio de la sangrienta guerra civil que divide al país en dos, el hijo de doce años del presidente Lincoln está gravemente enfermo. En cuestión de pocos días, el pequeño Willie muere y su cuerpo es trasladado hasta un cementerio en Georgetown. Los periódicos de la época recogen a un Lincoln deshecho por la pena que visita la tumba en varias ocasiones para guardar el cuerpo de su hijo. A partir de este hecho histórico, se despliega una historia inolvidable sobre el amor y la pérdida que se adentra en el territorio de lo sobrenatural, allí donde tiene cabida desde lo terrorífico hasta lo hilarante. Willie Lincoln se halla en un estado intermedio entre la vida y la muerte, el llamado Bardo según la tradición tibetana. En este limbo, donde los fantasmas se reúnen para compadecerse y reírse de lo que dejaron atrás, una lucha de dimensiones titánicas surge de lo más profundo del alma del pequeño Willie.»
La novela compitió en el Man Booker Prize contra otros finalistas destacados: Salir de Occidente de Mohsin Hamid, que narra la historia de una pareja de refugiados; Elmet de Fiona Mozley, un retrato de la vida en los márgenes de la sociedad en Yorkshire; Otoño de Ali Smith, la primera entrega de una serie estacional que reflexiona sobre el tiempo y la memoria; Historia de los lobos de Emily Fridlund, sobre las elecciones de una adolescente y sus consecuencias; y 4 3 2 1 de Paul Auster, una novela monumental que sigue cuatro vidas paralelas de un joven, que es la única de las finalistas que he leído y que francamente encuentro muy superior a “Lincoln en el bardo”, pero de eso hablaremos más adelante.
Lincoln en el Bardo es una novela coral y experimental, donde múltiples voces se entrelazan como murmullos, a veces desconectados, que crean una atmósfera etérea y difusa. Estas voces pertenecen a los fantasmas que habitan el cementerio de Georgetown, quienes no siempre son conscientes de su condición. Algunos de estos espectros creen estar enfermos, sin aceptar su propia muerte, lo que añade una capa de melancolía y confusión a la narrativa. Los personajes se presentan a través de sus monólogos y diálogos fragmentados, que reflejan sus pensamientos y emociones atrapados en un estado de transición.
La novela se complementa con citas de conversaciones, libros y diarios de personas vivas, que añaden profundidad y contexto histórico a los eventos que rodean la muerte del joven Willie Lincoln, hijo del presidente Abraham Lincoln. Esta mezcla de realidad y ficción histórica, junto con la perspectiva de los fantasmas, crea una experiencia de lectura única, al menos yo nunca había leído algo así. Los fantasmas se difuminan, sus figuras se tornan grises o borrosas, especialmente aquellos que fueron personas malvadas en vida, reflejando su estado de negación o arrepentimiento. George Saunders utiliza este estilo para explorar temas de pérdida, duelo y la lucha por la redención en un marco narrativo innovador y vanguardista. Saunders busca conmover al lector y debo decir que hay momentos en los que brilla esa melancolía.
Lincoln en el bardo tiene a su favor el hecho de romper con los esquemas tradicionales de la narrativa, ofreciendo una experiencia literaria innovadora y desafiante. Sin embargo, una vez finalizada la lectura, puede dejar la sensación de ser un experimento interesante pero efímero, que se desvanece rápidamente de la memoria del lector. La novela, con su estructura fragmentada como vitral, puede dar la impresión de que la gran historia prometida por la sinopsis queda atrapada, aprisionada, entre los múltiples monólogos. Estos párrafos fantasmales, dispersos a lo largo de las páginas, parecen carecer de un propósito claro y coherente, dejando al lector con la sensación de haber presenciado una serie de destellos de lo que podría haber sido una narrativa más sólida y memorable. Aunque la obra logra captar la atención con su estilo único y su exploración de temas profundos como el duelo y la redención, el impacto emocional y narrativo se diluye rápidamente debido a su formato poco convencional.
Obviamente como juez de un certamen de literatura me sentiría impresionado por esta novela y a la vez presionado por destacar a aquellas obras que aporten algo nuevo a la literatura y en ello George Saunders acierta, pues nunca había leído algo parecido, ni por asomo. Pero Lincoln en el bardo no es Rayuela de Cortázar o Pedro Páramo de Rulfo y eso apunta a que, con probabilidad, se convierta en uno de esos tantos libros premiados que generaciones venideras jamás leerán.
Cuando leí 4 3 2 1 de Paul Auster, previo a leer Lincoln en el bardo, pensaba que el libro de Saunders debía ser excepcionalmente bueno para haber superado a Auster. La complejidad asombrosa de 4 3 2 1, con sus cuatro narrativas paralelas que exploran las diferentes vidas posibles del protagonista, es impresionante. A pesar de su estructura complicada, la novela logra atrapar al lector, haciéndonos importar intensamente su protagonista y sufrir con él los cambios de la niñez a la adolescencia y de la adolescencia a la madurez a lo largo de sus múltiples destinos. La obra de Auster encaja perfectamente en lo que se llama La gran novela americana, capturando la esencia de la experiencia y el espíritu estadounidenses a través de su ambición y profundidad, sin descuidar la naturaleza de la aleatoriedad presente como común denominador en las obras de Auster. Con esto en mente, la victoria de Saunders con Lincoln en el bardo sugiere una obra de una calidad y originalidad extraordinarias, elevando nuestras expectativas a niveles altísimos, cuando en realidad debería haber sido más modesta.
Lincoln en el bardo es una buena novela, no lo niego, y aplaudo a Saunders por su experimentación. Sin embargo, es una obra destinada más a los críticos literarios, similar a Finnegans Wake de James Joyce o El sonido y la furia de Faulkner, que a los lectores convencionales. Es cierto que, a diferencia de las dos novelas mencionadas, Lincoln en el bardo es accesible y se lee bien, y quizás allí encuentre un nicho donde destacar en el futuro. Si Virginia Woolf no hubiera experimentado con el narrador subjetivo o Kafka con el absurdo, la literatura sería menos rica. Puede que en este momento no pueda ver más allá de una obra tan interesante como rara, pero quizá, en el futuro, se convierta en un estilo apreciado, o quizá no. Después de todo, no son los críticos quienes definen qué obra se convierte en un clásico, sino los lectores a través de la cultura y el tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario