«Tener conciencia es un inconveniente y yo, amigo mío, la tengo, nunca he podido desprenderme de ella. Soy ateo, he borrado de mi mente todas las historias que mis padres me contaban de niño, y las que el pope se empeñaba en que aceptáramos como única verdad. No, no creo en nada, pero me quedó grabada una conciencia en algún lugar de mi cerebro; le aseguro que me hubiera gustado poder prescindir de ella porque es la peor compañera que pueda tener un hombre.»
Julia Navarro es una escritora y periodista española nacida en Madrid. Con una carrera construida en el ámbito del periodismo político, dio el salto a la literatura en 2004 con La hermandad de la Sábana Santa, que se convirtió en un éxito de ventas internacional. Desde entonces, ha consolidado su reputación como autora de novela histórica y de intriga, con títulos como Dime quién soy, publicada en 2010, y Dispara, yo ya estoy muerto de 2013. Navarro combina un estilo ágil, fluido y detallista con un profundo interés por los dilemas morales y las tensiones sociales, logrando captar la atención de millones de lectores en todo el mundo.
Las novelas históricas no son documentales, aunque algunas se acerquen a ese rigor, y en la mayoría de los casos, los escritores se permiten licencias narrativas: a veces leves, otras más audaces o polémicas, para moldear los hechos a las necesidades de la trama. Sin embargo, un buen novelista de este género suele sacrificar lo mínimo de la historia, porque la respeta. Cualquier sesgo que se introduzca, en cambio, podría derivar más de la ideología subyacente del autor, especialmente cuando la obra aborda hechos recientes, como los del siglo XX. En estos casos, el tiempo transcurrido es a menudo insuficiente para despejar la emoción o la perspectiva, particularmente si esos eventos aún viven en la memoria de nuestros padres o abuelos. Aun así, las novelas históricas tienen el mérito de despertar en el lector la curiosidad por ciertos acontecimientos, incitándolo a investigar y profundizar en ellos. Algunas de estas obras novelizan a sus protagonistas históricos, como Yo, Claudio de Robert Graves, Memorias de Adriano de Marguerite Yourcenar o La trilogía de Escipión de Santiago Posteguillo. Otras, en cambio, prefieren situar a personajes ficticios, y quizá algunos secundarios reales, dejando el protagonismo al telón de fondo que es la historia misma, que se convierte en el hilo que impulsa la trama, como en Los pilares de la tierra de Ken Follett, El tiempo entre costuras de María Dueñas o La tetralogía de los arqueros del rey de Bernard Cornwell. Dime quién soy, publicada en 2010, de Julia Navarro, pertenece a esta última categoría, aunque antes de continuar con la reseña, he aquí la sinopsis:
«Un periodista recibe la propuesta de investigar la vida de su bisabuela, Amelia Garayoa, una mujer de la que sólo sabe que huyó abandonando a su marido y a su hijo poco antes de que estallara la guerra civil española. Para rescatarla del olvido deberá reconstruir su historia desde los cimientos encajando, una a una, todas las piezas del inmenso y extraordinario puzle de su vida. La historia de Amelia es la de una antiheroína presa de sus propias contradicciones que cometerá errores que no terminará nunca de pagar y que acabará sufriendo, en carne propia, eventos que marcaron a Europa, desde los años de la Segunda República española hasta la caída del Muro de Berlín.»
Dime quién soy es la primera novela de Julia Navarro que leo, y debo admitir que me ha resultado sumamente entretenida. Aunque ciertos aspectos me generaron inquietud o incomodidad durante la lectura —detalles que abordaré más adelante—, puedo afirmar que superó mis expectativas. La ambición detrás de esta obra es innegable: Navarro sitúa a su protagonista, Amelia Garayoa, en un recorrido que abarca desde los inicios de la Segunda República Española hasta la caída del Muro de Berlín. En este extenso marco histórico, se tocan eventos tan trascendentales como la Guerra Civil española, la Segunda Guerra Mundial y la instauración de la Cortina de Hierro. Además, la novela despliega su trama en múltiples escenarios —Madrid, Barcelona, París, Buenos Aires, Moscú, Roma, Londres, Varsovia, Atenas y Berlín, y quizá se me escape alguna—, lo que añade una dimensión geográfica tan vasta como la temporal. A ello se suma una galería de personajes que, aunque enriquece la narración, puede resultar abrumadora si la lectura se interrumpe por algún tiempo. Con más de mil páginas, esta es una obra monumental, cargada de detalles históricos, giros y drama. No es de extrañar que en 2020 se adaptara como serie televisiva en Movistar+. Aunque Dime quién soy no ha recibido premios o reconocimientos literarios, su calidad como novela histórica se refleja en la amplia aceptación de los lectores. La obra ha sido traducida a más de treinta idiomas y ha alcanzado numerosas ediciones, consolidando su éxito internacional.
Novelas históricas que tomen como telón de fondo la Guerra Civil española hay muchas y mejores, como Por quién doblan las campanas de Ernest Hemingway o Soldados de Salamina de Javier Cercas. Novelas que aborden la Segunda Guerra Mundial con maestría también abundan, como Suite francesa de Irène Némirovsky o La lista de Schindler de Thomas Keneally, y si incluimos los campos de concentración y al holocausto, están El tatuador de Auschwitz de Heather Morris o Si esto es un hombre de Primo Levi. Del mismo modo, la posguerra española y la dictadura franquista han sido exploradas con profundidad en obras como Los girasoles ciegos de Alberto Méndez o Inés y la alegría de Almudena Grandes. Respecto a la dictadura soviética, la cortina de hierro y los países bajo su influencia, títulos como Vida y destino de Vasili Grossman o El arquero de Anatoli Rybakov son referentes ineludibles, y novelas de espionaje que toquen cualquiera de estos conflictos o períodos históricos, como El espía que surgió del frío de John le Carré o Salamandra de Rorbert Harris, también son vastamente reconocidas. Sin embargo, novelas que reúnan todos estos eventos en una sola trama son una rareza. En lo personal, no conozco otra obra que lo haga con la ambición narrativa de Dime quién soy. Es cierto que Julia Navarro no logra que esta novela sea la mejor en cada uno de los temas que aborda, pero lo notable es cómo consigue entrelazarlos, construyendo un relato de enorme riqueza histórica y narrativa.
Una de las licencias narrativas más habituales en las novelas históricas consiste en dotar a sus protagonistas de pensamientos, comportamientos o ideologías más acordes con los valores progresistas de la sociedad occidental contemporánea que con el contexto histórico en el que están situados. Dime quién soy no es una excepción. Amelia Garayoa resulta anacrónica en muchos aspectos, especialmente al inicio de la novela. Sin embargo, si no fuera así, el relato mismo perdería su razón de ser. En contraste y como ejemplo, en La sonata del silencio de Paloma Sánchez-Garnica, la protagonista es casi el reverso: una mujer que, situada en la posguerra española, enfrenta la vida que las circunstancias le imponen, dejándose empujar por ellas. Sánchez-Garnica también exploró esta aproximación en La sospecha de Sofía, demostrando que ambos enfoques pueden ser igualmente efectivos para construir grandes historias. Amelia Garayoa, en sus primeros capítulos, evoca a los personajes femeninos de Isabel Allende: empoderada, caprichosa, rebelde e idealista, características que, no obstante, se diluyen a medida que el personaje se templa y evoluciona a lo largo de la trama. El arco de Amelia es el de alguien que no puede permanecer inmune a las pruebas que enfrenta; se fragua en la adversidad, dejando atrás el idealismo juvenil. Aunque nunca pierde del todo esa cualidad anacrónica, esta se atempera, haciéndola más creíble y compleja.
Ahora debo mencionar aquello que me incomodó un poco. La estructura narrativa elegida por Julia Navarro plantea varios desafíos en términos de verosimilitud, y quizá sea el aspecto que menos me convence de la obra. La historia comienza con la narración en primera persona de Guillermo, un periodista subempleado, soltero y al borde de los treinta años, quien, por encargo de una tía adinerada, se sumerge en la tarea de investigar la vida de su desconocida bisabuela. Sin más datos, ni siquiera un nombre o alguna vaga pista, Guillermo emprende una serie de entrevistas que lo llevan a recorrer varias ciudades, lo cual resulta creíble hasta cierto punto. Sin embargo, la dinámica de estas entrevistas presenta problemas narrativos. Guillermo sigue un estricto orden cronológico impuesto por otros personajes, regresando constantemente a los mismos interlocutores en lugar de que cada uno de ellos aporte su perspectiva completa en una sola vez, con sus propias elipsis y vacíos. Este artificio, aunque intencionado para no revelar eventos futuros de la trama, sacrifica credibilidad y hace que el proceso investigativo resulte menos orgánico. Además, los testimonios que obtiene son tan minuciosos y detallados que nos trasladan directamente al pasado en una narrativa en tercera persona, completa con diálogos y escenarios vívidos, lo cual sería imposible de una persona que no fuera la propia protagonista. Si la autora deseaba mantener este orden cronológico, habría sido más convincente estructurar la historia a través de documentos como diarios, cartas, postales o notas, un enfoque que, por ejemplo, Ayanta Barilli ejecuta de forma efectiva en Un mar violeta oscuro. Entiendo que Navarro, como periodista, optó por un método que le permite construir una narrativa densa y detallada, algo que también emplea en Dispara, yo ya estoy muerto. Sin embargo, este enfoque puede sentirse forzado, como si la trama estuviera al servicio de la estructura más que al revés. A pesar de estas decisiones cuestionables, la autora logra mantener al lector enganchado, aunque, personalmente, creo que un enfoque más documental habría enriquecido la obra y añadido una capa de realismo al relato.
Con respecto al trasfondo histórico, Julia Navarro introduce en los diálogos una gran cantidad de información precisa sobre los acontecimientos que enmarcan la novela. Esto enriquece notablemente el texto, aportando detalles sobre política, ideología y las diversas facciones involucradas en los hechos. Sin embargo, buena parte de esta información puede resultar familiar para quienes ya posean ciertos conocimientos históricos. Aun así, siempre hay espacio para perspectivas nuevas o detalles interesantes que añaden profundidad y matices a la narrativa. Otro aspecto que se destaca es el tratamiento del romance, presente pero cuidadosamente dosificado. Navarro logra un equilibrio que evita que la novela se desvíe hacia el territorio de lo sentimental o lo melodramático; en ningún momento cae en el cliché de las novelas rosas o los triángulos amorosos. Si bien algunos episodios emocionales pueden resultar algo exagerados o incluso rozar lo incómodo, en general se manejan con moderación, convirtiéndose en la excepción más que en la regla. Por otro lado, la novela se construye sobre una sucesión de eventos marcados por el dolor, la guerra y la tragedia, elementos que Navarro explora con notable habilidad. Su narración, cargada de suspenso y emoción, permite al lector sumergirse en una trama que no solo informa, sino que también conmueve. Aunque no sin algunos altibajos, la autora consigue mantener el interés a través de una prosa sólida y un enfoque que combina hechos históricos con conflictos humanos profundamente resonantes.
En lo particular, creo que Dime quién soy es una novela sumamente recomendable para aquellos lectores que disfrutan de las grandes sagas históricas al estilo de autores como Ken Follett o Ildefonso Falcones. Es cierto que su extensión puede parecer intimidante a primera vista, pero la prosa de Julia Navarro es accesible, directa y lo suficientemente envolvente como para mantener el interés a lo largo de su vasta narrativa. A diferencia de otras novelas históricas extensas, aquí no se incluye un apéndice de personajes, árboles genealógicos, cronologías o mapas que ayuden al lector a orientarse en el entramado de nombres, lugares y eventos, un recurso que podría haber facilitado el seguimiento de la trama. Sin embargo, esta ausencia no resulta un obstáculo insalvable; con un poco de paciencia y algunas notas, cada lector puede construir su propia guía a medida que avanza en la lectura, convirtiendo esta práctica en parte del viaje literario. Dime quién soy es una obra ideal para quienes disfrutan de relatos históricos amplios y ricos en detalles, sin necesidad de un estilo particularmente denso o académico, pero con suficiente profundidad como para satisfacer la curiosidad y el gusto por las historias entrelazadas con los grandes eventos del siglo XX.
«Soy una superviviente. Cuando vives en un régimen de terror lo único a lo que aspiras es a ganar un día más a la vida, y bajas la cabeza; no ves, ni oyes, casi ni sientes, temiendo que se fijen en ti. El terror anula a los seres humanos, y para poder sobrevivir saca los peores instintos.»
«La historia es la que es, no la que pudo ser o deja de ser.»
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