sábado, 26 de octubre de 2019

EL MARCIANO de Andy Weir


«Llevo seis días de lo que deberían ser los dos meses más extraordinarios de mi vida y que se han convertido en una pesadilla.»
Andy Weir es un programador informático e ingeniero de software con fascinación en los temas relacionados con la física relativista, la mecánica orbital y la historia de los vuelos espaciales tripulados; es probable que mucho de esos intereses devengan de la infancia temprana, su padre fue un científico, un físico e ingeniero. Weir seguramente tuvo acceso a una amplia biblioteca, sin dejar por un lado la pasión por la ciencia de su progenitor.

Como escritor Andy Weir era apenas un neófito, pero muy inteligente –personalmente diría que un genio–. Autoeditó y autopublicó su primera novela El Marciano, lo cual suele ser un paso en falso que lleva al fracaso y lo único que se gana es experiencia; no obstante, fue un comienzo excepcionalmente bueno. Su libro tuvo tanta aceptación que no solo una editorial formal reeditó y publicó nuevamente su obra y la tradujo en varios idiomas, sino que una productora de Hollywood compró los derechos de filmación. Su historia terminó convertida en una película taquillera dirigida por Ridley Scott y protagonizada por Matt Damon. La película también obtuvo el beneplácito de la crítica especializada y se convirtió en un fenómeno revelación con varias nominaciones, incluyendo el Oscar a mejor película durante la ceremonia de 2016.

Estamos en una era donde la ciencia ficción en la literatura ha perdido su impulso. Ya nadie espera un nuevo technothriller o una space opera en los anaqueles. Es como si los escritores fueran absorbidos o abrumados por la velocidad en que avanza la tecnología que les deja muy poco margen para aportar una historia medianamente potable. Sus líneas podrían tornarse obsoletas antes de que termine el proceso de edición o simplemente, una vez publicado, envejezcan rápido y mal. En el cine puede que sea otra cosa, porque hemos tenido obra tan laureadas como Avatar, Ex Machina, Annihilation, Interestelar o District 9, o bien, el retorno de los clásicos: The Planet Of The Apes, Terminator, Star Wars o Star Trek, por mencionar algunas –seguramente algunas películas de científicas tienen poco, pero quería mencionarlas–.

El problema de la ciencia ficción es que el escritor que pretenda aventurarse en este género tan particular y especial no sólo debe ser un conocedor de los temas que debatirá, sino también realizar extensas investigaciones para sostener su tesis. Isaac Asimov era un bioquímico, Arthur C. Clarke era un científico e inventor, Michael Crichton era un médico graduado de Harvard, Robin Cook es otro con científico con un postgrado en Harvard. En fin, las mentes científicas les gustan escribir de ciencia, pero la ciencia muchas veces no va a la velocidad de sus mentes, y empiezan a fantasear historias: ¿Y qué pasaría si...? La mayoría de las fronteras son dadas por la ética y la moral, ir más allá y asumir o evadir las consecuencias es el umbral de la trama, por lo que también el escritor de ciencia ficción debe lidiar con otros problemas de carácter filosófico, y esto a veces no resulta ser tan simple como se cree.

Por otra parte, el mundo literario de corte comercial últimamente ha estado invadido de magos, vampiros, fantasmas, asesinos seriales, ridículas sociedades utópicas postapocalípticas, entre otras cosas, porque es más fácil crear reglas simples que lidiar con fórmulas matemáticas, física cuántica, cálculo de vectores y todas esas cosas que los escritores de ciencia ficción deben sondar, lidiar, controlar y resolver para hacer sus historias creíbles, de lo contrario, la crítica los fulminaría y enterraría su obra como una mala broma. Aunque también estamos en una época en que la exploración espacial parece haberse estancado y el mundo tiene problemas geopolíticos, ambientales y económicos más inmediatos que atender. Los robots y la inteligencia artificial son una realidad que ya nadie cuestiona ¿qué puede sorprender? Ya no estamos en la época de Julio Verne; ni siquiera vemos el clima, Siri o Alexa se encargan de eso.

Enfriado el tema de la ciencia ficción y sin ninguna nueva propuesta seria que valiera la pena en las librerías, Andy Weir trae esta novela que es fresca, entretenida y que cumple en toda regla con ese amor por las ciencias. Ver la película es una cosa, no digo que la película esté mal, de hecho, la dirigió Ridley Scott, el director de Alien, Blade Runner y Gladiator, por lo que el entretenimiento y la calidad cinematográfica está garantizado, me refiero a que el libro trae ciertas peculiaridades que, a pesar de que el film haya capturado su esencia, es difícil superar la dosis de entretenimiento que la obra de Weir ofrece.

Una buena parte de la novela está narrada en primera persona y nos lleva en la lectura a conocer los registros de la bitácora que Mark Watney va realizando al final del día, lo cual transmite una dosis de optimismo ante una situación extrema, buen humor para afrontar las eventualidades y creatividad para resolver problemas críticos. También existe el complemento de la narración en tercera persona que nos deja ver lo que sucede en la NASA y en el Hermes (la nave espacial donde está el resto de la tripulación).

«”¿Cómo será estar atrapado allí? –reflexionó–. Cree que está completamente solo, que todos nos hemos olvidado de él. ¿Qué clase de efecto surte en la psique de un hombre?, me pregunto que estará pensando ahora mismo”.... En ese momento Watney asienta en la bitácora lo siguiente “¿Cómo es que Aquaman controla las ballenas? ¡Son mamíferos! No tiene sentido”.»

Existe cierto paralelismo entre esta novela y El Renacido, que recientemente acabo de leer: tanto Hugh Glass como Mark Watney –personajes principales de los relatos– sufrieron un accidente, los dos fueron abandonados al darlos por muertos, los dos se vieron heridos y solos en territorio hostil, los dos tuvieron que arreglárselas para sobrevivir; y hasta allí estriba las similitudes, porque mientras la motivación de Hugh Glass era la venganza, la de Mark Watney era la esperanza, y teniéndolo todo en contra, su objetivo era sobrevivir y eso de sobrevivir en Marte donde todo es un vasto, yermo, frío y un viejo desierto, es simplemente jugar a las probabilidades, es literalmente el Naufrago, pero no en una isla, sino en otro planeta, una condición más difícil de superar. 

El Marciano es un excelente relato que puede ser leído fácilmente por cualquier persona, es fluido, engancha y no decepciona. Es una novela muy amena que no aburre ni de broma, que se disfruta de pasta a pasta, que por momento da sonrisas, aunque no niego que esos momentos de gracia tienen como prerrequisito seamos algo nerd o geek, en todo caso, si alguien es fan de Star Wars y conoce al 51% de los personajes necesariamente tiene algo de nerd.

Brevemente, las diferencias de la película con respecto al libro consisten en que la película cambió un poco el final, lo hizo más dramático –lo cual es usual en Hollywood–. En el libro las cosas suceden mucho más frías y calculadas, aunque siempre con un poco de shock emocional. Por otra parte, dada la extensión del libro se omitieron ciertos incidentes de Watney que fueron críticos, el más emblemático fue la volcadura en la entrada del cráter para llegar al VAM de la misión Ares 4, un evento casi catastrófico, pero como MacGyver del espacio, se las ingenió para resolverlo.

Muy buen libro. La mejor obra de ciencia ficción que he leído en casi una década.

No hay comentarios:

Publicar un comentario