«Guatemala es, desde hace mucho tiempo, un paciente terminal que se mantiene con vida por los dólares que le inyectan desde Estados Unidos casi dos millones de sus ciudadanos, el sesenta por ciento de ellos trabajando ilegalmente sin papeles.»
Nunca se debe juzgar un libro por su portada y este es el mejor ejemplo de todos. La portada no tiene relación con su contenido. Galiano –me parece que fue él– en alguna oportunidad se refirió a Cuba como patio trasero de Estados Unidos, y esto porque Fidel Castro desde su dictadura comunista se atrevió a injuriar a la nación norteamericana llegando a negociar con los soviéticos y en 1962, en plena guerra fría, llevó a la humanidad al umbral de la tercera guerra mundial con la crisis de los misiles.
Esta publicación en apariencia –por su título y portada–erróneamente sugiere que Guatemala es ahora el nuevo patrio trasero. De hecho, la imagen es hasta sugestiva como para llamar la atención de cualquier simpatizante de izquierda –o chairo ¿por qué no? son las únicas personas cuyos pensamientos van a la inversa, ven en todo rojo, azul y blanco un nuncio imperialista–. Pero no. Este no es un libro en donde se exponga a Guatemala como un alfil –o quizá peón– en el amplio tablero geopolítico de Estados Unidos. No es un ensayo donde encontremos indicios o evidencia de la existencia de una estrategia global donde Guatemala juegue un rol importante para el “imperialismo”. En todo caso ahora tiene más de patio trasero México –con el liderazgo controversial y de corte popular de AMLO– que es el fronterizo de Estados Unidos. De acuerdo con Trump, del sur de la frontera en adelante todos son mexicanos. Así como América no es Westeros, tampoco Washington es King’s Landing. Son naciones independientes con problemas que las hacen dependientes, dependientes de quien o lo que sea.
Este libro no es más que un compendio periodístico que resume los acontecimientos de la caída del gobierno de Otto Pérez Molina en 2015. Como guatemaltecos que vivimos en la ciudad y en zonas urbanas, que vivimos la noticia, no representa nada ni por asomo nuevo. Quizá lo que cambia es el estilo, donde se añade un toque narrativo que le da un tono y sabor dramático, cosa que es muy distinta a leer una columna o una noticia en un periódico, el resto, se mantiene en una impecable, pero cuestionable, imparcialidad periodística, donde en cada afirmación cita la fuente, que por lo regular son elPeriodico, la revista digital Nómada y Soy 502, donde al menos en el último tengo mis bazas de confianza.
Dado que no es un ensayo ni un estudio de la características socio-políticas de Guatemala o del hemisferio, o de las consecuencias que estos hechos podrían tener para la democracia o cualquier otro tema que pudiera derivarse, dar una opinión de mi parte respecto a la ocurrido, a las instituciones que lo hicieron posible o lo provocaron o siquiera al propio gobierno derrocado, no tiene lugar, estaría de más. Este no es un libro ni bueno, ni malo. Es un resumen de hechos. No hay verdad que descubrir ni secretos que revelar. No es que haya habido una conspiración para el derrocamiento de un gobierno –como en el caso de Arbenz–, sino simplemente un gobierno que cae por su propia mano –dura–, empantanado de corrupción a la vista de todos. Probablemente de aquí a diez años, a veinte años, sea una fuente de referencia, una bibliografía que se pueda apreciar, o bien, para alguien en el extranjero que quiera informarse que sucedió en Guatemala en ese momento de la historia reciente, este es el libro por antonomasia.
¿Qué nos deja entonces? Yo diría que muchas reflexiones. Por ejemplo:
«Yo tuve herramientas. Puede haber sacado a la CICIG. Puede haber cambiado a la fiscal. Me pude haber atrincherado y no lo hice» Aseveró Pérez Molina. Entonces lo que quita el sueño es encontrar la respuesta a ¿Por qué no lo hizo?
Guatemala ha cambiado o es una sola falsa apariencia. Volteo hacia Venezuela y tengo plena certeza y seguridad que las dictaduras no son cosa del pasado, sino que son un fantasma muy vivo que puede aterrorizar en cualquier momento ¿Qué nos separa de llegar a tener una catarsis nacional y cometer una equivocación como los venezolanos en 1998? El problema de las dictaduras es que se enquistan y se resisten a abandonar algo tan adictivo como el poder y no hay nada más certero que la máxima de que el poder corrompe, y vaya que sí corrompe, y es importante aclarar que las dictaduras y corrupción desconoce de ideologías, da igual si es izquierda o derecha, si es rojo o azul, corrompe y actúa con la misma vileza. Al menos de las equivocaciones políticas ni los estadounidenses con una democracia más avanzada y sólida se salvan ¿cómo explican a Trump entonces?
En Guatemala estamos ante el gobierno de transición más largo de la historia del país, me refiero al de Jimmy Morales, no porque el gobierno actual así lo haya decidido, sino porque sus gobernados así lo eligieron, así lo decidieron con el voto para un neófito en la política, un comediante, que se apoyaba en un partido nuevo, pero con los oscuros políticos de siempre. Tan dañino es que pasen cosas, como a que no pase ninguna. Cayó un gobierno por corrupto y hubo muchas capturas, y como sociedad lo aplaudimos. Pero la percepción de corrupción no ha disminuido desde ese entonces, incluso ha aumentado. ¿Cuándo este gobierno entregue la estafeta en 2020 seguramente habrá capturas y otro expresidente en la cárcel? Es bastante probable, y también lo aplaudiremos; pero el sistema seguirá siendo el mismo, y mientras no se combata la causa de la corrupción, solo tendremos paliativos y un problema que se agrava.
Pero volviendo al libro, si eres guatemalteco y viviste el 2015 en una burbuja, debes leerlo. También, si olvidamos, hay que leerlo. No hay peor condena que repetir la historia.
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