sábado, 26 de octubre de 2019

EL OCASO DE LAS DICTADURAS de José Domingo García Samayoa


«El ejército de Guatemala no es un poder, así debe entenderse, es el pueblo quien ostenta ese poder soberano y nosotros, los militares de vocación y arraigados principios y virtudes castrenses, líderes y conductores de sentimientos y voluntades, debemos ser los garantes de ese valor supremo; especialmente de su libertad, la paz y la soberanía. Guatemala es una sola sociedad, no hay una civil y una militar. Respeto el criterio de quienes tal afirman, aunque considero que están equivocando su sentir y razonamiento, lo que tan solo se constituye como un pobre infundado argumento de confrontación, polarización o discordia, lo que es inconsecuente y genera una lucha sin sentido. Construir la paz, fortalecer la democracia y hacer valor la majestuosidad de la ley es tarea de todos.»
El título de este libro es El ocaso de las dictaduras, pero a su vez contiene dos subtítulos: el primero, Golpes de estado, el enfrentamiento armado y la paz en Guatemala; y el segundo Crónica de un soldado 1962-1993, y se refiere a su autor por su rango militar y con su nombre completo: general José Domingo García Samayoa. Para efectos de ser más conciso, lo llamaremos simplemente como El ocaso de las dictaduras, y a su autor, Domingo García. 

Domingo García fue un militar de carrera, general de división y posteriormente ministro de la defensa de Guatemala durante el gobierno de Jorge Serrano Elías en el período comprendido de 1991 a 1993. Como militar de alto rango fue testigo del rompimiento del orden constitucional por el famoso serranaso y también de otros golpes de Estado anteriores a ese evento como el sucedido con Efraín Ríos Montt y Romeo Lucas García.

No es apropiado decir si una crónica personal es buena o mala puesto que al ser unas memorias su autor contará aquello que desea remembrar, aquello de lo que se siente satisfecho, concentrarse en la expresión de sus logros, sus retos, sus éxitos, de los sucesos que lo transformaron o marcaron, es decir, de todo aquello que desea compartir y que según él es lo más importante que le aconteció en la vida. No se puede juzgar al autor ni señalarlo por ocultar u omitir algún suceso o dato, que después de todo para él pueda que no sea importante o simplemente no se acuerde. De hecho, en el libro existen muchos comentarios tratados con reserva de los cual Domingo García prefiere abordar superficialmente y abstenerse de emitir opinión, principalmente en lo que respecta a asuntos políticos y sus actores civiles. Rehúye del involucramiento en la vida política del país y es comprensible, la política en Guatemala como en toda América Latina no es bien vista ¿quién puede decir que es un político y a la vez confirmar que es íntegro y probo? Domingo García se limita a narrar su vida castrense, y cuando quiere aportar más evoca su patriotismo en defensa acérrima del verdadero significado de ser un militar de carrera y la vocación del soldado. Este libro bien podría ser un valioso aporte de ética militar para los nuevos cadetes.

La narración se percibe fría, incluso en los puntos más emotivos, y hay razón para tal, quien escribió el libro es un militar formado desde la Escuela Politécnica «sed dignos, pero también sed estoicos». No podría ser de otra manera y no deja lugar a dudas de que su pluma está en todas las palabras. A lo largo de sus memorias se percibe una propiedad y dominio de los temas, tanto procedimentales como legales de la vida militar. Domingo García en ningún momento muestra vergüenza o menosprecio por su título o vocación, habla con tanto orgullo y gallardía que hasta uno hubiese deseado ser un militar. Si alguien que me lee prestó servicio militar o tiene un familiar que es militar, este libro es muy recomendable, les hará sentir muy satisfechos y orgullosos de su carrera.
«Fui instruido y preparado profesionalmente para defender a mi patria de cualquier agresión interna o foránea que siquiera intentara abolir nuestro sistema de gobierno democrático o que atentara en contra de nuestra soberanía y dignidad nacional.»
Respecto a los golpes de estado, se refiere:
«Todos esos cambios violentos en el poder del Estado se dieron con militares al frente, apoyados abierta o encubiertamente por un poder político y económico; por dignidad propia, o en algunas ocasiones, instigados por alguna injerencia extranjera o interés poco definido. En estos casos, indefectiblemente, hay un enfrentamiento entre los militares que permanecen leales a quien gobierna y quienes forman parte de la rebelión. Con esos antecedentes traté de formar mi conciencia militar al no plegarme a esos movimientos armados, sino más bien oponerme a ellos por considerarlos desfavorables en todo sentido para el ejército, pues casi nos ponían en una situación de servilismo ante quienes, argumentando razones coyunturales de alguna situación política, solo favorecían a intereses de grupo, de partido o de fortuna. Como me he referido anteriormente, luego de alcanzar sus objetivos, estos sujetos, como vulgarmente se dice, dejan al ejército sosteniendo la peña, mal visto y cuestionado nacional e internacionalmente.» 
Con lo anterior aclara que, aunque los militares golpistas tengan manchas imborrables en la memoria de la patria, no se les puede juzgar a todos con la misma vara, puesto que no todos estaban involucrados en las mismas causas. Y tiene sentido. Es una falacia suponer que, si uno ve un pájaro, y se tiene la premisa de que los pájaros vuelan, el pájaro que vemos también debe volar. Entre los propios militares había divisiones, indudablemente. «Obediente y no beligerante» indica que es la disciplina de un soldado. Pero la de un general se eleva un poco más y la subordinación no es igual a sumisión, por lo que está en estos últimos discernir en favor de la patria, o en el servilismo a grupos de facto.

Domingo García, aunque no lo menciona de forma explícita, deja entre ver que, si él hubiese tenido la voluntad y la ambición del poder, no le hacía falta más que un par de movimientos para hacerse con la presidencia de la república. Era el ministro de la defensa y, por lo tanto, todo el Ejército le debía en ese momento respeto, lealtad y sumisión. Serrano Elías ya había roto el orden constitucional, había disuelto al Congreso, al Poder Judicial, la Corte de Constitucionalidad, y anulado la Carta Magna, por lo tanto ¿qué se lo impedía? Y es allí donde se regresa al párrafo ya citado anteriormente: «Fui instruido y preparado para...»

El momento histórico que le correspondió servir a la patria lo llevó al enfrentamiento contra la guerrilla, a estar en la selva en el fuego cruzado, donde nos relata historias y anécdotas no solo de estrategia sino de supervivencia. Posteriormente le correspondió estar en los comienzos de los diálogos y negociaciones que derivarían en los acuerdos de paz, al respecto se refiere: «La presión interna por el agotamiento físico, psicológico y moral de sus integrantes por la lucha prolongada sin objetivos concretos [...] motivó al diálogo». El movimiento interno insurgente tenía como finalidad la toma del poder política y la creación de un modelo igual al de Cuba, pero lo más probable era que terminara aparentando la caricatura socialista de Nicaragua. La campaña de desinformación, difamación y desprestigio de la guerrilla, antes y después de la firma de los acuerdos de Paz, incluso las publicaciones de algunos documentos llevaron a crear en el ejército una imagen poco confiable e incluso monstruosa. Pero también la guerrilla fue un villano e históricamente el más salvaje, sangriento y devastador, sus acciones tuvieron como propósito tomar el poder por la fuerza de las armas y con el derramamiento de sangre, tanto de militares como civiles. Y lo que con la violencia se toma, con la violencia se mantiene. ¿Qué hubiese sido de Guatemala si la guerrilla hubiese triunfado? con la insurgencia al poder sólo podría haber miseria y una dictadura cruel. Me son incómodos esos espectáculos por el esclarecimiento de la memoria histórica, juicios de genocidios y persecuciones a exmilitares ¿cuándo enjuiciarán también a los comandantes exguerrilleros? ¿acaso no hay sangre en sus manos también? La justicia debe ser imparcial, pero mientras un lado de la balanza sea desfavorecido no la hay, eso no es justicia, es pura e irracional venganza –y para otros un negocio que los ha enriquecido y envilecido–.

La crónica de Domino García también dedica una buena parte a ofrecer su versión de los hechos concernientes a sus últimos días como ministro de la defensa. Refuta parte de las narraciones de Serrano Elías en la Guayaba tiene dueño. Considero que está bien, y en más de algún punto coinciden, ambos afirman decir la verdad de acuerdo a lo que vieron y vivieron, por tanto, son sus verdades particulares, pero quien tiene la evidencia de su parte es quien más probabilidad de imponerse tiene sobre el otro. Domingo García finalmente se decantó por defender la postura del Ejército y las fuerzas armadas. Y quizá el mejor argumento que tiene a su favor es que el golpe de Estado fue autoimpuesto por el mismo Serrano Elías al tratar de imitar a Fugimori. Obviamente en la Guayaba Tiene Dueño Serrano Elías omite esta acción de la decisión de romper el orden constitucional y por tanto mancillar al Estado de derecho que democráticamente y por la voluntad del pueblo lo llevó a la presidencia. 

Nunca he sentido un desprecio por los militares de Guatemala, tampoco es que los aprecie, sé que hay figuras siniestras que hicieron mucho daño al país, pero también sé que hubo muchos soldados que murieron con honor y en defensa de la patria. ¿Alguien se acuerda de la propaganda de Canal 5, esas canciones donde se veían a soldados ayudando a la población civil cuando había una catástrofe? ¿acaso no los vemos cuando algo así acontece? ¿qué es lo que vemos ahora? Observamos a fuerzas combinadas en la que soldados apoyan a la policía nacional civil –PNC– con un propósito: proteger a la población civil. ¿Qué pasó entonces? ¿por qué tanto livor a las fuerzas armadas? Se que los últimos acontecimientos no favorecen a los militares y que más allá de la guerra civil existen focos de corrupción que enlutan el patriotismo.

Francisco Mauricio Martínez dice: «Guatemala estaba poblada por varios señoríos independientes y enemigos entre sí, y de esa enemistad y rencillas internas se valieron los españoles para que la conquista les haya sido tan fácil.» Creo que después de casi cinco siglos Guatemala no ha cambiado, continúa con varios señoríos (grupos) independientes y enemigos entre sí. Hay un lema de manifestaciones que a todos nos tiene ya fastidiado y cansados, pero que no deja de ser cierto «el pueblo unido jamás será vencido», lamentablemente quienes lo profieren son los que dividen, aquellos que únicamente buscan su propio beneficio, aquellos que pisan el bien común.

«Ninguna ideología ha producido tantos tiranos de sangre fía y tantas dictaduras totalitarias como el socialismo real» expresa Luis Figueroa en una publicación de elPeriodico. Y pese a que la Perestroika fue hace veinticinco años, como un cáncer que se creía curado, vuelve con nuevas fuerzas y con otras complicaciones.

No tenía muchas expectativas de este libro, lo tenía empolvándose en un anaquel hasta que un día tomé el valor suficiente –porque tampoco es una narración breve– y lo leí y debo decir que al final no me pareció ni largo ni aburrido. Obviamente Domingo García no es un militar corriente, tiene muchos méritos y por la forma en cómo se expresa denota cultura, inteligencia y prudencia. La narración no se siente tosca ni burda, fluye con mucha naturalidad.

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