«No hay uno, entre la gente que lo rodea, que pueda haber alcanzado algo que se parezca a la felicidad o a la que sea su equivalente. Es un hombre que trae la muerte, porque es amigo de la muerte.»
Dante Liano es un escritor guatemalteco graduado en Letras por la Universidad de San Carlos y Literatura por la Universidad de Florencia. Ha sido profesor de lengua y literatura en universidades italianas y su obra ha sido apreciada y reconocida por la crítica hispanohablante. Por su trayectoria como ensayista y novelista recibió en Guatemala el Premio Nacional de Literatura Miguel Ángel Asturias en 1991 cuando tenía 43 años, por lo que se convirtió en el escritor más joven en recibir dicho galardón hasta la fecha.
Según el prólogo del autor, Réquiem por Teresa surgió dos décadas atrás antes de su publicación. La idea le vino mientras escuchaba en su walkman el último convierto que Elvis Presley diera en Las Vegas. Durante todo ese tiempo la idea fue gestándose y borrador tras borrador, corrección y edición fue tomando forma hasta la versión impresa que ha llegado a nuestras manos. He aquí la sinopsis:
«Un retrato de una Guatemala en la que los estratos sociales, el tinte político y la cultura machista normalizada enmarcan una historia de familia. El narrador cuenta su relato en el transcurso de una tarde de copas, en un bar en el que canta un imitador de Elvis Presley: las canciones clásicas del ídolo del rock se entremezclan con la terrible historia de Teresa, la hermana del protagonista, casada con un militar, y cuya desgracia se va suscitando ante los ojos de todos los que la rodean sin que nadie sea capaz de intervenir.»
La novela es en esencia una cohorte de recuerdos. Todo transcurre en un bar mientras el narrador, su hermano y quizá alguien más –no me quedó claro el cuántos, pero eso poco importa– esperan y finalmente escuchan a un imitador de Elvis Presley –que por el tono de la novela hubiese sido mucho más acertado que fueran imitadores de una banda de música regional mexicana como Bronco o Los Tigres del Norte, que es lo más típico en los bares de Guatemala. Elvis Presley desentona (creo que ni hay imitadores de Presly en el país) y no suma a la trama–. El narrador, quien es el hermano mayor de Teresa, empieza a contar una historia, pero suelta, retazos de memorias, desde que eran niños e iban caminando en la línea del ferrocarril junto a su padre, hasta llevarnos a un oscuro camino que concluye en la tragedia de Teresa.
Los diálogos no están señalados, son parte del texto entero y debo decir que esto dificulta la lectura, pues le resta fluidez y demanda una cierta concentración. Estamos ante un monólogo de principio a fin. Además, Dante Liano hace uso del lenguaje coloquial guatemalteco, por lo que, si no se está familiarizado con el mismo, puede liarnos un poco. Así que si es por la calidad de la prosa no vamos a encontrar fragmentos dignos de un aforismo. Debemos tener mucha claridad que lo que estamos leyendo es la narración de un personaje fracasado, mediocre y patético, que se está emborrachando poco a poco mientras escucha rock and roll en un bar, y confieso que Liano lo captura bastante bien, hasta lo podemos ver y escuchar dentro de los párrafos, como un llanto ahogado. Lo anterior no significa que la novela esté mal escrita, sino que respeta mucho el tono oscuro, sucio, depresivo e impregnado de frustración.
Generalmente en los libros no elogio diseños de portadas, creo que no lo he hecho antes porque la mayoría de las veces las editoriales buscan por allí algo que pueda parecérsele al contenido del libro, quizá sin demasiada pretensión más que llamar la atención de la persona que camina por los anaqueles, en otras palabras, las portadas no son más que estrategias de marketing, un gancho que a veces funciona bastante bien. Pero en esta ocasión esa portada es tan gráfica que resume completamente el libro en una sola imagen. Vemos a Teresa caminar sobre los rieles que son una representación de su infancia, de su inocencia –es una de las primeras escenas de la narración, cuando iba con su padre y hermanos–, y que me parece que fue la única época en que Teresa fue feliz. La vemos de espalda porque nadie nunca la llegó a conocer o entender realmente, nadie escuchó sus silenciosos gritos pidiendo socorro. La vemos caminando, alejándose, resignándose al ostracismo de sus penas y sueños muertos. La vemos sola porque no tenía amigos, y ni aun de sus hijos obtuvo el amor que la atara a la vida. La vemos como una mujer hermosa, porque esa fue su fatalidad, haber nacido con cierta gracia para que un monstruo se fijara en ella y literalmente devorara su espíritu. Y la vemos dirigiéndose a un túnel que es la tragedia, la muerte, su única opción, su inevitable e inexorable destino. La portada es la imagen del suicidio.
La familia de Teresa y el barrio en el que creció fueron un polvorín que finalmente implosionó en todos. No eran precisamente una familia pobre, tampoco rica, tenían ciertos recursos que los posicionaban en la clase media –que en Guatemala resulta que es una minoría–; sin embargo, todo era disfuncional e iba de mal a peor. La familia cuidó tanto a Teresa desde niña que no le permitieron ver la crudeza y enfermedad de una sociedad altamente machista, clasista y racista, una sociedad militarizada y en plena guerra civil donde los militares iban de héroes a monstruos de acuerdo con lo que mejor les convenía, y no se les podía tocar o cuestionar. Siendo una niña y adolescente, Teresa estuvo en una burbuja, todo capricho se manifestaba en llano y finalmente le era consentido y dado, hasta que se casó. En ese momento cruzó el umbral, el punto de no retorno.
La narración nos va develando detalles, a cuenta gotas, pero tan sólidos y agudos como clavos. El suicido y la depresión son siempre prejuzgados, y en estas páginas son exactamente como si nos contaran un perfil que se va dibujando hasta alcanzar una profundidad de la cual es difícil que podamos siquiera juzgar como un melodrama. No es que ese sea el fin, pero si conocen a algún estudiante de psicología o psiquiatría, esta es una novela que podría ser utilizada para un caso práctico.
Con respecto a la presentación de la novela debo decir que es muy a lo Pulp, es decir, se ve barato y se siente barato. La encuadernación es en pasta blanda, un tanto rústica; el papel no es de buena calidad, da la impresión de que en un par de años empezará a amarillarse; el libro tiene el tamaño apropiado para caber justo en el bolsillo de una chaqueta; y, finalmente como era de suponer y esperarse, el tamaño de la letra es bastante pequeña. Todos estos detalles en la edición de la novela no me parecen accidentales o descuidos, sino completamente en concordancia al espíritu de miseria –por el dolor del narrador– que el autor busca transmitir al lector, y que logra.
Una obra de ficción que no lo parece.
No hay comentarios:
Publicar un comentario