jueves, 9 de julio de 2020

AKHENATÓN: EL REY HEREJE de Naguib Mahfuz


«Difundes la belleza por el celestial monte de luz.
¡Oh, Atón el vivo! ¡Oh quien vivió antes!
Cuando apareces en el monto de luz oriental,
todos los países se llenan de tu belleza.
Eres hermosos, eres magnífico,
brillas en lo alto sobre todos los países,
tus rayos abarcan toda la tierra,
creador de todo,
Tú estás lejos pero tus rayos están sobre la tierra.»
Naguib Mahfuz fue un escritor egipcio, de religión islámica, que se destacó por la trilogía de El Cairo, compuesta por Entre dos palacios, Palacio del deseo y La Azacarera, obras literarias de gran realismo que recrearon la cultura árabe del Siglo XX y principalmente los aspectos cotidianos de las clases populares y la pequeña burguesía incipiente de El Cairo, pero aún más notables fueron sus obras Miramar, El callejón de los milagros y El día que mataron al líder, que lo dieron a conocer internacionalmente obteniendo con ello nominaciones y reconocimientos en muchos países.

Naguib Mahfuz ganó el Premio Nobel de Literatura en 1988 porque a través de su escritura rica en matices logró comunicar al mundo ese arte narrativo árabe que había sido olvidado u obviado. Mahfuz publicó más de cuarenta obras, la mayoría de ellas traducidas a varios idiomas, incluyendo el español. Aunque el autor no es egiptólogo –se licenció en filosofía–, desde joven tradujo una gran cantidad de libros relacionados al Antiguo Egipto, lo que le permitió ganar conocimiento y pericia de los períodos y dinastías que dominaron su natal nación, que a su vez inspiró muchas de sus obras de carácter histórico, incluyendo Akhenatón: el rey hereje

Akhenatón fue un faraón que tuvo un lugar sombrío y a la vez rutilante en la historia. Perteneció a la tercera fase de la Décima Novena Dinastía Faraónica de Egipto, hijo del Amenhotep III, se atrevió a desafiar la tradición y cambiar su nombre de Amenhotep IV por Akhenatón, en el establecimiento a una nueva era para Egipto y para el mundo; según él, para la adoración de un único y verdadero dios, Atón. El hito histórico de Akhenatón es que, si no fue el primer monoteísta en la historia, al menos fue la primera persona con poder suficiente como para instaurar el monoteísmo en una nación, partir la historia con la creencia en un sólo dios. Y precisamente esto sucedió en Egipto, el lugar donde los hebreos en algún tiempo posterior estuvieron residiendo como vasallos o esclavos. Es bastante probable que Atón sea la inspiración del monoteísmo judío, que Atón se convirtiera en Elohim.

En aquella época los pensamientos de Akhenatón no sólo eran desafiantes a la tradición, eran un sismo político, religioso y espiritual sin precedentes, de proporciones catastróficas. El Panteón de Egipto pululaba de dioses, y en la época de Akhenatón, entre las decenas de dioses había uno que era el más respetado y debido a ello sus sacerdotes tenían la mayor influencia política, ese dios era Amón, que después, tras la helenización, muchos egiptólogos han sostenido que fue transformado en Zeus que posteriormente los romanos llamaron Júpiter. En aquella época, decir que Amon, el dios de dioses, y con él también el resto de los dioses, no tenían lugar ya en el culto del Imperio más grande del mundo conocido era el ocaso espiritual, una hecatombe, un apocalipsis donde solo un dios, Atón, era la verdad impuesta por el representante de los dioses en la tierra, el faraón.

Los faraones no son comunes mortales, por sus venas se creía corría la divinidad, ¿Cómo deshacerse de un dios en la tierra que se deshizo de todos los dioses en el cielo? ¿Qué hacer con Akhenatón? ¿Quién mataría al representante de Atón? ¿Egipto soportaría un magnicidio? En el Imperio Romano los emperadores también tenían el estatus de dioses y eso no impedía que su comida fuera envenenada. Akhenatón fue una vela que brilló demasiado y se consumió pronto. Le sucedió rápidamente Tutankamón, el faraón héroe de Egipto, especialmente para sus sacerdotes y todos aquellos que ostentaban parte del poder político. Tutankamón pronto reestableció nuevamente el orden y lo principal, su nombre hacía honor a Amón, el dios a quien tácitamente combatió Akhenatón.

Realmente es increíble la historia y aunque esta es una novela, se basa en hechos reales y tiene una sensación de atemporalidad. Es un hombre idealista que se levanta con propósito de hacer grandes cosas por su nación, pero le es necesario desafiar al sistema, romper el estatus quo, y que al contrario de lo que pasa en las películas, no logra vencer al sistema porque este es un monstruo inclemente, una hidra de muchas cabezas y de colmillos ponzoñosos. Este hombre que trata de hacer lo correcto, hacer el bien, de ser el héroe para su pueblo termina convertido en el villano despreciable. Villano desde la perspectiva de quien o quienes pierden el poder y se esfuerzan para que todo el mundo no tenga más que esta versión. 

La esposa de Akhenatón tampoco fue una reina anónima, era Nefertiti. Y la forma como desafiaron su tradición también resulta de lo más extraño. No utilizaron la fuerza de las armas cuando podían, apelaron a la fe, a que las personas eran nobles y harían lo correcto. No se atrevieron a levantar la mano contra nadie y entre sus actos no hubo nunca derramamiento de sangre de ningún tipo. Atón era un dios de paz, un dios benévolo, un dios de amor, Akhenatón no podía ser lo contrario, el nombre de su dios también estaba en el suyo. La personalidad pacífica, la compasión y humanidad, además de profesar expresamente monogamia y rehusarse al harén real, confundieron a los sacerdotes, quienes lo acusaban constantemente de afeminado y débil. Por ley divina Egipto debía aceptarlo como su faraón, pero los sacerdotes sentían vergüenza porque no era ni la sombra de su padre, pensaban que llevaría el imperio a la ruina.

«En los tiempos difíciles es cuando se conocen a los hombres fieles.» Decía Akhenatón. Aunque tenía muchos enemigos, también tenía algunos amigos que lamentablemente tampoco compartían su criterio religioso. Eran sus asesores personales en los tiempos turbulentos quienes al menos supieron salvarle la vida, pues le obligaron prácticamente a abdicar. Era eso o la muerte. Y con la muerte de un faraón sobrevenía un levantamiento civil donde correría sangre inocente. Antes que eso, Akhenatón prefirió la paz, porque nunca dejaba de recordarle a todos que Atón es un dios de paz.
«El espíritu del hombre es más fuerte que sus músculos aunque estos se fortalezcan y ejerciten una y mil veces.»
Es la segunda vez que leo este libro y creo que el tiempo le hace mejor justicia. Me gustó mucho más que la primera vez que lo tuve entre mis manos. Obviamente la historia y el estilo narrativo no cambia, siguen siendo lo mismo. El cambio siempre está en uno, y sin duda alguna diez años después son una distancia que, si no nos vuelven más maduros y sabios, al menos sí más viejos y reflexivos, espero nunca amargados. La narración de Naguib Mahfuz no es la convencional en una novela histórica, desviste a los personajes de la épica, retórica y de la intriga y los expone como individuos con motivaciones y necesidades tan humanas como lo serían hoy. Es lo que se le conoce como novela histórica alternativa o de corte literario por llevar la visión realista o postmodernista del Siglo XX a los anales de la historia que transformaron al mundo.
«Ningún loco reconoce su locura.»

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