«A medida que caminaban, despacio, con una expectación nerviosa teñida de terror, se unieron a ellos otros americanos y filipinos tan aturdidos como demacrados. Primero decenas, y luego cientos de soldados abarrotaron el camino que conducía a un futuro incierto pero con toda seguridad ingrato. Se apartaron para dejar paso a un camión repleto de estadounidenses heridos. En el capó iba sentado un soldado raso solitario que empuñaba un palo del que pendía una bandera blanca. La rendición. Parecía una visión irreal.»
John Grisham es un escritor que sin falta cada año publica un libro, en ocasiones dos. Es conocido por sus novelas de temática legal, aunque en ocasiones también hace pausas y aborda otros temas a favor de una propuesta más variada y orgánica. No lo niego, prefiero al Grisham de los thrillers legales porque nos envuelve con esa particular forma de conducirse por los estrechos pasillos de los tribunales y guardar el equilibrio exiguo de la ética de los abogados, pero cuando toma una pausa lo hace con tanta solemnidad y termina guiándonos por el propio juicio de la vida.