«Durante un mes soplaron fuertes vientos secos provenientes del Sáhara, que chocaron con los fuertes húmedos situados en el ecuador y crearon unas masas en espiral que se desplazaron hacia el oeste, como si fueran en busca de tierra. Cuando Leo comenzó su viaje, tenía por delante otras tres tormentas con suficiente entidad como para tener nombre, que se dirigían hacia el Caribe en amenazadora sucesión. Las tres acabarían siguiendo sus trayectorias previstas y descargando fuertes lluvias sobre las islas, nada más.»
Cuando se trata de thriller legales, John Grisham encabeza cualquier listado y difícilmente podría bajar del podio. Ciertamente no inventó el subgénero, pero desde 1989 se ha convertido en su principal exponente y hasta se han filmado varias películas basadas en su obra. Su doctorado en derecho, además de haber ejercido la abogacía por más de una década en el estado de Mississippi, le han provisto de la suficiente experiencia para conocer el entramado legalista de Estados Unidos y ofrecernos historias interesantes con una sólida base de derecho.
El manuscrito, publicado en 2020, nos lleva de vuelta a Camino Island, lugar que ya habíamos conocido en 2017 con El caso Fitzgerald. John Grisham rescata a la mayoría de los personajes y le ofrece el protagonismo a Bruce Cable, un librero bastante controversial que por mucho había sido el personaje más interesante de El caso Fitzgerald. Anteriormente el problema con Bruce Cable era que, al intentar retratarlo como una especie de villano, la novela falló y terminó por romantizarlo. Bruce Cable no obtuvo una consecuencia real de sus acciones poco éticas y al margen de la ley, aunque tampoco el lector esperaba que las tuviera, porque la anodina protagonista de aquella historia, Mercer Mann, se perdía como secundaria en su propio relato y porque el plan atrás de ella, después de todo, no era tan bueno como se pensaba –como historia de espionaje, quedaba a deber mucho y hasta Grisham subraya las fallas en El manuscrito–. De cualquier manera, El caso Fitzgerald era un tributo a la literatura y esto es paradójico y hasta irónico porque se encontraba dentro de una novela ligera y de entretención. Volviendo a Bruce Cable, merecía una oportunidad de redención y con El manuscrito este personaje no solo vuelve a los lindes de la ley, sino también contribuye activamente para resolver un crimen y la conspiración tras de él. Bruce Cable es el Bruce Wayne de los libreros, aunque sin capa.
Sin más prolegómenos, he aquí la sinopsis:
«Cuando el huracán Leo se desvía de su curso previsto para dirigirse hacia Camino Island, en la costa de Florida, la mayoría de sus habitantes decide abandonar la isla. Solo un pequeño grupo de irreductibles elige quedarse, entre ellos Bruce Cable, el propietario de la librería Bay Books. El huracán avanza destrozándolo todo y dejando casas derrumbadas, hoteles y tiendas destruidos, calles inundadas y una docena de muertos. Uno de los fallecidos es Nelson Kerr, amigo de Bruce y autor de thrillers. Pero los indicios sugieren que la tormenta no fue la causa de la muerte de Nelson: la víctima recibió numerosos golpes sospechosos en la cabeza. ¿Quién querría matar a Nelson? La policía local está sobrepasada por los efectos del huracán y no se encuentra en condiciones de ocuparse del caso. Pero Bruce comienza a preguntarse si algunos oscuros personajes de las novelas de su amigo podrían ser más reales que ficticios. Y en algún lugar del ordenador de Nelson está el manuscrito de su nueva novela. ¿Estará allí, en negro sobre blanco, la clave del caso? Bruce empieza a investigar y lo que descubre entre sus páginas es más impactante que cualquiera de los giros de las tramas de Nelson... y mucho más peligroso.»
Nunca entenderé –o quizá si entiendo, pero me rehúso a aceptarlo– el poco criterio de las editoriales al renombrar las obras en su traducción. El título original de El caso Fitzgerald es Camino Island, y el de El manuscrito es Camino Winds. El caso Fitzgerald supongo que es porque John Grisham es autor de thrillers legales y cada thriller parte de un caso, pero el desatino es que la serie (aunque apenas compuesta por dos títulos) no tiene ningún componente que las haga siquiera parecidas a un thriller legal. El caso Fitzgerald es una especie de mezcla de espionaje y novela rosa, y El manuscrito se parece más a una novela policial que a un thriller. Con esta aseveración también confirmo que no es necesario leer una novela para entender la otra, no es una continuación, sino una nueva historia en el mismo lugar, con la mayoría de los personajes repitiendo. Creer que por haber leído El caso Fitzgerald tendremos un mejor perfil de los protagonistas y que eso nos ayudará de mejor manera a comprender sus motivaciones es darle demasiadas vueltas a una novela de género que no tienen ninguna pretensión más que el entretenimiento.
Sin duda alguna la propuesta de El manuscrito es mucho mejor que su antecesora. Es todo un acierto eso de un crimen profesional, encubierto en un accidente en medio de un huracán que apenas es la tapadera de una conspiración en donde hay gente muy poderosa y sin escrúpulos. No obstante, la perspectiva de la historia hace que todo esto se sienta desaprovechado. Dado que la novela es ligera y John Grisham no tiene interés alguno en caer en océanos donde le cueste o simplemente no pueda nadar, el relato avanza por la inercia de las coincidencias y de las casualidades. Y es que hasta parece que la estructura legalista por la que normalmente Grisham brilla, aquí trastabilla en los lindes de lo conveniente y absurdo. Hay tantos agujeros en la historia que hace parecer a los anónimos villanos y conspiradores como personajes unidimensionales de una caricatura a los cuales les sobra tiempo, pero les falta cerebro. Se necesitaba de un Grisham más joven, arrobado y atrevido, muy parecido al de El informe Pelicano, para hacer de esta novela un hito más en su carrera, una denuncia al sistema de salud norteamericano y a las políticas y prácticas de gobierno en favor de intereses empresariales de poca ética, en lugar de ello tenemos un Grisham más mesurado y correcto, que no ofende, pero tampoco sacude.
El manuscrito es más parecido a una novela de Agatha Christie que a una de John Grisham. No es que sea una mala novela, pero es que pudo haber sido mejor. No es que haya un problema en su planteamiento, es que se desaprovechó. No es que no entretenga, es que las expectativas eran otras. La resolución, a pesar de que era lo que se esperaba, es anticlimática y reciente el insidioso inicio. Al menos es entretenida y su fluidez la hace una opción apropiada para una tarde.
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