«Tras un momento de vacilación siguió andando, ya por el corredor principal. Con cada paso que daba hacia las sombras de las escaleras, su terror iba en aumento y Wendy no dejaba de pensar que había dejado tras de sí a su hijo dormido, solo e indefenso. En sus oídos, el murmullo de las chinelas sobre la alfombra sonaba cada vez más fuerte, en dos ocasiones se volvió a mirar por encima del hombro, para convencerse de que nadie la seguía.»
Si tuviera que elegir sólo tres libros de Stephen King, El resplandor estaría entre ellos y vaya que entre toda su obra la elección no resulta para nada fácil. El resplandor con el pasar de las décadas sigue resplandeciendo y es esta obra el epítome de lo que es King.
El resplandor es una de las novelas más emblemáticas e icónicas de Stephen King. Fue publicada en 1977 cuando su fama apenas comenzaba, pues a esta obra únicamente le antecedían Carrie y El misterio de Salem’s Lot. Una curiosidad es que El resplandor está dedicado a su segundo hijo, Joseph Hillstrom King, que por aquel entonces tenía la misma edad que Danny Torrance, el niño protagonista de la historia. Joseph Hillstrom King hoy firma como Joe Hill, y como su padre decía al inicio, esplende.
Aunque a Stephen King no le guste la adaptación, mucha de la fuerza de El resplandor en la cultura popular proviene de la película de Stanley Kubrik. Ciertamente este polémico director se tomó muchas libertades y la obra resultante es un concepto artístico que se aleja en el estilo, atmósfera y ritmo de la historia original, pero que no deja de ser también un hito del cine y que por propio mérito logró fijarse en el imaginario colectivo. ¿Quién no recuerda a Jack Nicholson abriendo la puerta con un hacha y decir: «aquí está Johnny»? Pues eso no pasó así en el libro, el hacha era en realidad un mazo de roque y esa icónica frase fue pura improvisación de Nicholson. Alejándome de la frustrante y estólida discusión de que si el libro es mejor que la película, diré que ambas son propuestas cumbres de la expresión artística que representan.
La sinopsis de la de la novela es la siguiente:
«Esa es la palabra que Danny había visto en el espejo. Y, aunque no sabía leer, entendió que era un mensaje de horror. Danny tenía cinco años, y a esa edad pocos niños saben que los espejos invierten las imágenes y menos aún saben diferenciar entre realidad y fantasía. Pero Danny tenía pruebas de que sus fantasías relacionadas con el resplandor del espejo acabarían cumpliéndose: REDRUM... MURDER, asesinato. Pero su padre necesitaba aquel trabajo en el hotel. Danny sabía que su madre pensaba en el divorcio y que su padre se obsesionaba con algo muy malo, tan malo como la muerte y el suicidio. Sí, su padre necesitaba aceptar la propuesta de cuidar de aquel hotel de lujo de más de cien habitaciones, aislado por la nieve durante seis meses. Hasta el deshielo iban a estar solos.»
En El resplandor, Stephen King literalmente pone toda la carne en el asador. Decir que solo es una novela de terror es restarle mucho mérito. Dejando por un lado la historia que nos cuenta el autor, El resplandor es una novela compleja en sus recursos narrativos y de una calidad literaria extraordinaria. No es el trabajo de un escritor novato, sino de uno que conoce el oficio y aspiraba honrar las letras y la tradición literaria al mismo tiempo que la hacía accesible y entretenida a un público más amplio. King utiliza el narrador equisciente y lo alterna entre todos los personajes, aunque es Jack Torrance el que tiene la mayor parte del tiempo el foco sobre sí. La narración, aunque a priori parece lineal, en realidad discurre en el tiempo mediante retrospecciones o analepsis. Stephen King podría haber elegido dos o más líneas narrativas y tirar por una fórmula más convencional, pero en lugar de ello apostó por una historia continua y prolija que intercala constantemente los tiempos utilizando como recurso narrativo los pensamientos y emociones, elementos que serán en todo momento los detonadores de la memoria.
El peor terror que retrata King en El resplandor no es el provocado por los elementos sobrenaturales que rodean al hotel Overlook, sino la inestabilidad emocional e ira acumulada de Jack Torrance. Si sustrajéramos de la novela toda la alusión a las habilidades mentales de Billy, los fantasmas, habitaciones malditas o setos cobrando vida, funcionaría bastante bien y tendríamos una obra hiperrealista de un hombre que es vencido por la locura. Jack Torrance es un alcohólico en proceso de rehabilitación que fue despedido por atacar a un alumno, tiene problemas de ira y frecuentemente pierde el control como cuando golpeó a su hijo cuando este tenía tres años fracturándole el brazo solo porque le derramó una bebida en unos documentos; también Jack Torrance proviene de una familia disfuncional, reprime su pasado e infancia, es una persona rota que enfrenta una frustración por no saber qué hacer con su vida y creer que merece más de lo que ha obtenido, por lo que desconoce el concepto de gratitud y constantemente se considera mejor que los demás; tampoco soporta la idea de que su esposa haya pensado en el divorcio, no tanto porque la ame o vaya a extrañar a su hijo, sino porque significaría un fracaso en su matrimonio y ciertamente la soledad no le cala bien. Jack Torrance es un sociópata propenso a la violencia que, como la caldera del hotel, necesita liberar la presión de a poco y periódicamente para no estallar. De hecho, el hotel Overlook es una analogía de Jack Torrance: este tiene un pasado violento, Jack Torrance también; inicialmente se ve confortable y tranquilo, Jack Torrance también; se encuentra algo descuidado evidenciado que tuvo mejores años, Jack Torrance también; existen muchas habitaciones pero solo en unas cuantas es donde la maldad se siente, así como Jack Torrance tiene en su mente una tormenta de recuerdos y pensamientos, aunque solo unos cuantos son malos y provocan sentimientos reprobables. Las voces del hotel, los fantasmas del hotel, al inicio los escucha únicamente Jack Torrance, lo que bien podría considerarse un retrato de la esquizofrenia y dado que esta es hereditaria, no es extraño que el propio Billy también lo padezca.
Con muy pocos personajes, Stephen King logra hacer una obra sólida que atrapa por tocar finos hilos en el lector donde independientemente estemos ante una analogía de la sociopatía y esquizofrenia o bien, de la maldad sobrenatural y ecos de la muerte, lo cierto es que el resultado es la locura misma en un hombre que no podía ser mejor recipiente para tal fin.
El resplandor no solamente es una de las mejores obras de Stephen King sino uno de los mejores libros del siglo XX. La obra no solo se trata de la historia que encierran las páginas, que en realidad hay más de una historia si tomamos en cuenta todo el marco vivencial de los personajes y la complejidad con que lo ha tejido su autor no es para nada desdeñable. La calidad literaria resuma entre sus párrafos bastante estructurados que fluyen y discurren hacia las direcciones que King ha provocado y donde el desenlace no se siente forzado ni complaciente, aunque no puedo negar un intento desafortunado de redención que desentona un poco, pero que en la suma de los acontecimientos funciona.
Es difícil, cuando no impropio, considerar a El resplandor como una obra de puro entretenimiento. Para comenzar, sus capítulos son bastante largos y esto se refleja a su vez, y con frecuencia, en los párrafos y oraciones; también el entretejido discontinuo demanda atención del lector, que los detalles importan y parece ser que ninguno está demás, sea como información que profundiza en el perfil del personaje, o bien, como catalizador de las acciones y acontecimientos. La obra permite el descubrimiento de elementos nuevos con la relectura y las capas que la cubren la convierten en una obra atemporal. A parte de lo ya comentado en la presente reseña, la obra aborda temas como el abuso infantil, la indefensión aprendida, el maltrato intrafamiliar, la violencia psicológica, el alcoholismo y otras adicciones, el aislamiento y la fragilidad humana.
Si El resplandor prescindiera de los aspectos sobrenaturales, tendríamos una obra que cabría bastante bien en la corriente del tremendismo, porque Jack Torrance bien podría ser el Pascual Duarte norteamericano, porque no es que la tragedia lo persiga, él es la tragedia. Sin embargo, los géneros y corrientes muchas veces son camisas de fuerza donde quizá la obra que lo inaugura es la que mejor se adapta, porque todo escritor lo que busca es su propio estilo.
De lo mejor de King, El Resplandor.
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