«Según empiezo a escribir, estos tres acontecimientos, el Año Nuevo, mi quincuagésimo cumpleaños y la muerte de Ricardo, apenas justifican que emborrone las primeras páginas de este cuaderno sueltas. Pero continuaré, como pequeña defensa complementaria contra la apatía personal. Si no hay nada que registrar, registraré la nada, y si llego a la vez, cuando llegue –como la mayoría podemos esperar, pues nos hemos convertido en expertos en prolongar la vida–, abriré una de mis latas de cerillas acaparas y encenderé mi personal hoguera de las vanidades.»
Phyllis Dorothy James, conocida como P.D. James, fue una escritora inglesa reconocida por la serie policíaca del inspector Adam Dalgliesh, con la cual publicó catorce libros. A lo largo de su vida, recibió varios premios y reconocimientos, destacándose su distinción como miembro de la Real Sociedad Literaria de Gran Bretaña. Los hijos del hombre, publicada en 1992, es considerada por muchos como su mejor obra debido a la complejidad de los temas que aborda y la seriedad con la que lo hace, lo cual difícilmente puede dejar a alguien impávido.
Los hijos del hombre es una distopía que retrata un mundo posible con apenas la alteración de unas variables, lo cual lo hace aterrador, puesto que la creatividad de la autora no consiste en imaginar, sino en manifestar el otro rostro del hombre, no tan benigno y conciliador, que ya se ha visto numerosas veces a lo largo de la historia y en todos los rincones del planeta, y que aún hoy en día se repite como una constante aciaga. La contradicción radica en que los actos inhumanos solo pueden provenir de un ser humano. Personalmente, considero que Los hijos del hombre es una obra que está a la altura de El cuento de la criada de Margaret Atwood, Un mundo feliz de Aldous Huxley o Fahrenheit 451 de Ray Bradbury, aunque no goce de la misma fama. Pero antes de continuar, presento la sinopsis:
«Estamos en 2021. Hace veinticinco años que no nace un solo niño en el planeta tierra. La raza humana se enfrenta a su extinción. Bajo el despótico mandato de Xan Lyppiat, el Guardián de Inglaterra, los viejos viven sumidos en la desesperación y los jóvenes en la crueldad. Theo Faren, primo del Guardián, lleva una vida solitaria, resignado a la época siniestra que le ha tocado. Hasta que el encuentro fortuito con una mujer le lleva a contactar con un grupo de disidentes. De pronto, su vida cambia de manera irrevocable y se ve obligado a tomar decisiones que afectarán al futuro de la humanidad.»
Si he de ser sincero, conocí esta historia a través de su adaptación cinematográfica en 2006. Esta película, que es una de mis favoritas, fue dirigida por Alfonso Cuarón y se destacaba por las secuencias de filmación continua, las cuales son tan asombrosas que le valieron nominaciones a los Premios de la Academia en las categorías de Mejor Montaje y Mejor Fotografía. Además, la historia era tan inteligente en su planteamiento, diálogos y desarrollo, que obtuvo una nominación a Mejor Guion Adaptado. Desafortunadamente, no pude encontrar el libro de P.D. James durante muchos años, y había olvidado su existencia hasta que lo vi en una edición conmemorativa del trigésimo aniversario de su publicación. Sin dudarlo, lo compré y lo leí.
He visto la película tantas veces que difícilmente pude sacármela de la cabeza mientras leía la obra de P.D. James, y debo subrayar que la adaptación de la novela realizada por Alfonso Cuarón, junto con otros cuatro guionistas, resultó en un producto muy distinto. La película es una obra maestra por sus propios méritos. Ciertamente, toma las ideas centrales de P.D. James, pero las lleva en otra dirección, lo que le otorga una mayor profundidad. Alfonso Cuarón se nutre de temas como la inmigración ilegal, el maltrato de los refugiados y el holocausto, además de alegorías religiosas cristianas. Cambia el papel de algunos personajes, elimina a unos y añade otros, y lo mismo hace con las escenas. Podríamos decir que hay tanto como poco de la obra de P.D. James, dependiendo de la perspectiva que utilicemos. Pensaba en enumerar las diferencias, sin embargo, son tantas que me concentraré en tres de las más importantes: la mujer embarazada es inglesa en lugar de ser una inmigrante ilegal, la persecución política y la anarquía son sustituidas por una persecución de los rebeldes y un estallido revolucionario sangriento, y el final... ¿qué decir del final? Es diferente en todos los aspectos y sentidos.
Abandonando el impacto de la película, la novela se centra en la desesperanza, la pérdida de fe en el futuro y la decadencia moral. Si ha transcurrido un cuarto de siglo desde el último nacimiento de un ser humano, la perspectiva es la extinción de la especie bajo la consciencia colectiva de que son la última generación. La carga psicológica con la que la sociedad debe lidiar termina por desbordarla. Existe una crisis de la mediana edad, aquella en la que se es consciente de la propia mortalidad, y se supera en la medida en que el individuo se realiza a través de su recuerdo o legado. Pero en el caso planteado en la novela, la crisis no es individual, sino que involucra a todo el país, a todo el mundo, y ese legado no tendrá quien lo siga, quedando solo en el olvido. ¿A dónde puede llevarnos esto? Toda acción parece caer en el absurdo, en el sinsentido, y sin duda alguna, la sociedad se fragmenta y tambalea en un caos que no puede ser sostenido por la última democracia. Evidentemente, ceder la libertad por seguridad, esa seguridad que procurará al menos unos años más de vida, no parece una idea descabellada.
El protagonista es Theodore Faron, un académico, filósofo e historiador cuya única virtud es ser primo del Guardián de Inglaterra, un dictador que intenta estabilizar la sociedad en decadencia. Anteriormente fue asesor de gobierno, pero sus conflictos internos lo obligaron a abandonar la política. Vive atormentado por la muerte de su única hija, Natalie. La virtud de la novela es que está narrada en primera persona, desde la perspectiva de Theodore, quien registra sus pensamientos y eventos, teniendo en cuenta la futilidad de todo ello, pero siendo consciente de que es la única forma de no perder completamente la cordura.
Los hijos del hombre es una novela que mantiene un tono gris, deprimente y sombrío. La mujer embarazada, quien debería ser el hálito de esperanza de la humanidad y la que impulsa todos los esfuerzos, resulta ser un arma política, utilizada como mera propaganda para mantener el estatus quo que muchos se niegan a abandonar. Por lo tanto, protegerla y mantenerla oculta se convierte en una prioridad. La sociedad representada en el gobierno ha alcanzado un grado tan alto de deshumanización que cualquier evento es visto más como una amenaza que como una oportunidad.
El año en que cesó el nacimiento de niños fue en 1995, un año que la novela denomina «Omega». Sin embargo, la trama se desarrolla en el año 2021. Afortunadamente, podemos afirmar que nada de eso ha ocurrido en la realidad. En la actualidad, somos más de siete mil millones de habitantes y no parece haber obstáculos que nos impidan alcanzar los diez mil millones en las próximas dos décadas. Aunque en la ficción de la novela se presenta un futuro estéril, sombrío y desolador, en el mundo real aún hay esperanza y un potencial crecimiento poblacional significativo. Las amenazas parecen ser más del orden de virus, guerras o calentamiento global.
Como en cualquier novela distópica, todos los elementos cumplen la función de ejemplificar una tesis, ya sea la del propio autor o aquella a la cual los lectores adhieren basándose en sus propias experiencias y observaciones. Un autor sabe lo que escribe, pero son los lectores quienes le otorgan un sentido, aquellos que entre los párrafos tejen mensajes, referencias, temas, analogías y reflexiones que el autor no era consciente de estar transmitiendo, aunque probablemente se hayan impregnado en la narrativa de manera inconsciente, creando una obra que, incluso después de su fallecimiento, reflejará su ser, sus pensamientos e incluso aquello que no pudo ser.
Si bien puedo parecer repetitivo, debo enfatizar que Los hijos del hombre es una novela sumamente recomendable. Y para concluir, me gustaría compartir algunas líneas que rescaté durante la lectura y que merecen ser reflexionadas nuevamente:
«No podemos experimentar más que el momento presente ni vivir en ningún otro instante de tiempo, y comprender esto es lo más cerca que podemos llegar de la vida eterna.»
«Si desde la infancia tratamos a los niños como dioses, nos exponemos a que en la edad adulta se comporten como diablos.»
«Cuando los gobiernos son generosos, es siempre con el dinero de otros, la seguridad de otros, el futuro de otros.»
«El hombre queda disminuido si vive sin el conocimiento de su pasado; sin la esperanza de un futuro, se convierte en una bestia.»
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