lunes, 15 de mayo de 2023

LA CAMPANA DE CRISTAL de Sylvia Plath

«El silencio me deprimió. No era el silencio del silencio. Era mi propio silencio. Sabía perfectamente que los coches hacían ruido, y que la gente que iba dentro o la que estaba detrás de las ventanas iluminadas de los edificios hacía ruido, y que el río hacía ruido, y sim embargo no podía oír nada. La ciudad colgaba de mi ventana, lisa como un póster, resplandeciente y centelleante, pero podría no haber estado allí, para lo que me servía.»

Sylvia Plath era una poeta estadounidense que ganó el Premio Pulitzer casi dos décadas después de su muerte, gracias al esfuerzo de su esposo, el también poeta Ted Hughes, quien, consciente del talento de Plath, se dedicó a compilar, editar y publicar su obra. Sylvia Plath padecía depresión, estuvo clínicamente internada y fue sometida a terapias electroconvulsivas. Parte de esto se relata en su novela semiautobiográfica La campana de cristal. No obstante, su vida y matrimonio fueron complicados y no ayudaron a su estabilización emocional. Se suicidó a los treinta años, dejando a dos niños pequeños: Frieda, de tres años, y Nicholas, de tan solo uno. Nicholas también padecería depresión y se suicidaría en la edad adulta.

La campana de cristal fue publicada en Londres apenas unos meses antes del suicidio de Plath, en 1963, con el seudónimo Victoria Lucas. El uso del pseudónimo respondía a la necesidad de separar su obra de sí misma, pues emotiva y sentimentalmente las líneas la describían a ella. El pseudónimo le permitió la libertad de explorar temas demasiado personales, turbios y oscuros, verlos desde otra perspectiva. De allí que esta obra se defina como semiautobiográfica, pues poco más de la mitad son episodios de la infancia y juventud de Plath, cambiando naturalmente los nombres de los personajes y agregando otras escenas de situaciones que probablemente debieron ser el deseo de lo que podría haber sido y nunca fue. Cuando la obra llegó a los Estados Unidos, lo hizo siete años después de la muerte de Sylvia Plath y no fue necesario ningún pseudónimo. He aquí la sinopsis:

«Esther Greenwood es una joven ambiciosa y talentosa que obtiene una pasantía en una revista de renombre en Nueva York durante el verano. Sin embargo, lo que debería ser una experiencia emocionante se convierte en una pesadilla cuando Esther comienza a sentirse abrumada por la presión y las expectativas de la sociedad. A medida que lucha por encontrar su lugar en el mundo, sufre una creciente angustia mental que la lleva a una espiral de depresión y aislamiento.»

La narración es en primera persona, desde la perspectiva de Esther Greenwood, que como podemos deducir, es el alter ego de Sylvia Plath. Esto nos convierte en testigos confesionales no solo de sus pensamientos y emociones, sino también de experiencias que marcaron su vida, como la muerte de su padre cuando apenas era una niña o el hecho de que su madre no haya llorado esa pérdida. La historia es un despertar en una frágil inocencia colmada de expectativas dentro del mundo real, el cual no tiene nada de ensueño y cuya apariencia banal y superficial contrasta con su dureza y frialdad. No es de extrañar que el conflicto interno que sufre la protagonista termine por implosionar, llevándola a un dédalo de depresión tan infinita como irreparable.

Personalmente, considero que esta novela debe ser leída con suma discreción, incluso sugiriendo una advertencia para las adolescentes. Los temas que aborda son extraordinariamente crudos: el suicidio, la violación, la alienación, el desarraigo, la búsqueda de identidad, la presión social, la discriminación, las limitaciones de género y, sobre todo, la depresión. En muchas ocasiones, observamos la depresión desde lejos, llegando incluso a confundirla con la mera tristeza. No la comprendemos, pero nos aventuramos a emitir juicios y calificativos hacia aquellos que la padecen. Sylvia Plath defiende enérgicamente que la sociedad carece de comprensión sobre la depresión y no acepta el sufrimiento del individuo. Además, en la época en que vivió, ya sea en Boston o en Londres, ser mujer suponía una carga opresiva más que un desafío. Sin embargo, poseer talento, recursos económicos o cualquier otro medio en absoluto alivia ni atenúa la depresión. El vacío que esta genera consume día a día el deseo de vivir.

La protagonista comienza la obra con el caso del matrimonio de Julius y Ethel Rosenberg, quienes fueron acusados de espionaje para la Unión Soviética y luego ejecutados en la silla eléctrica en 1953. El caso fue muy controvertido en la sociedad estadounidense, puesto que los cargos imputados revelaban que habían tenido acceso a información clasificada sobre armamento nuclear. En cualquier caso, Esther Greenwood veía este hecho como una injusticia debido al castigo exagerado impuesto en una sociedad supuestamente avanzada. Ella imaginaba cómo sería la descarga eléctrica recorriendo su cuerpo desde la coronilla hasta los pies. Esta imagen anticipaba los tratamientos electroconvulsivos a los que sería sometida más adelante, donde experimentaría en carne propia las descargas eléctricas que, inútilmente, buscaban corregir un problema y terminaban generando más traumas en los pacientes.  

Las campanas de cristal son utensilios de mesa que se colocan sobre los alimentos, preservándolos a temperatura ambiente. No obstante, su función trasciende lo práctico para adentrarse en lo estético, aportando un toque de elegancia y distinción. Sin embargo, en la novela de Sylvia Plath, la campana adquiere un significado más profundo, convirtiéndose en una prisión que separa a la protagonista del mundo, aislando su existencia de la realidad y generando una sensación asfixiante de opresión. Dentro de la campana de cristal, Esther puede observar el mundo que la rodea, y a su vez, el mundo puede percibirla a ella, pero las delicadas y elegantes paredes de cristal se convierten en una barrera infranqueable, una frontera que limita su libertad y la sumerge en su propia angustia.

La prosa de la obra es accesible. Sylvia Plath concibió a una Esther que apenas asoma a los veinte años, por lo que innegablemente tanto la escritura como la madurez del personaje se acoplan a esa juventud, que debió haber sido vibrante, y en cambio pendía bajo nubarrones. Sin embargo, la vena poética de la autora salpica la prosa, y observamos el sutil uso de metáforas, analogías y otros recursos retóricos. La introspección es la clave de la narración, pues aunque la historia no sea del todo extensa, los pensamientos y sensaciones se adentran en las profundidades, logrando que el lector, sin importar su estado de ánimo, simpatice con la protagonista. No se trata de validar sus intentos de suicidio, por supuesto, sino de comprender que su sufrimiento no es comprendido ni atendido, sino más bien una consecuencia o debilidad inherente a su propia naturaleza humana.

Algunos críticos señalan que el suicidio de la autora fue el detonante de la fama y repercusión mediática de La campana de cristal, puesto que, si ese hecho no hubiera sucedido, difícilmente podría haber sobresalido por sus propios méritos literarios. Después de todo, era una historia sobre depresión y suicidio escrita por una autora que se suicidó después de su publicación. El morbo estaba presente desde el principio. Sin embargo, las opiniones de los críticos no dejan de ser subjetivas. En el caso de la obra de Plath, si bien es cierto que su suicidio atrajo más atención, se requiere algo más que eso para perdurar en el panteón literario.

Personalmente, creo que existe una campana de cristal entre Esther Greenwood y el lector. Ciertamente, no hay secreto que no sea revelado, si es que se puede llamar secreto al mar de las introspecciones, pero la barrera nunca termina por romperse. Algo similar me sucedió con el libro 'Devastación' de Tom Kristensen, cuya depresión lo llevó a la destrucción de su propia vida. Cuando lo contrasto, tiene todo el sentido que esto debe tener. Los protagonistas de la obra no experimentan tristeza, sino depresión, y esta crea un trastorno del ánimo que además produce desesperanza, falta de interés e indiferencia, sentimientos de inutilidad, aislamiento y soledad, pérdida de identidad y significado.

La Campana de Cristal es una obra recomendable, aunque exige cierto cuidado y precaución si el lector padece de depresión. Sin embargo, no se trata de una obra destinada a inspirar llanto o lamentos, sino a desafiar nuestras escasas percepciones sobre los trastornos y otros temas que impactan a tantos. En esta novela, la protagonista no encuentra su fin trágico al llegar a su conclusión, pues solo la autora cierra ese capítulo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario