«Es posible morir. De repente, Laura piensa que ella –cualquiera– puede elegir esa opción. Es un pensamiento osado y vertiginoso, ligeramente incorpóreo; se le transmite al interior de la cabeza, de manera débil pero clara, como una voz que crepita en una lejana emisora de radio. Podría tomar la decisión de morir. Es una idea abstracta y fulgurante, no especialmente morbosa. ¿No es en habitaciones de hotel donde la gente hace esas cosas? Es posible, hasta probable, que alguien haya puesto fin a su vida aquí mismo, en esta habitación, en esta cama.»
Michael Cunningham es un escritor estadounidense que saltó a la fama por su novela Las horas, publicada en 1999, un gran trabajo creativo y literario con el que obtuvo dos importantes reconocimientos: el Premio Pulitzer de Ficción y el Premio Faulkner. Esta obra fue adaptada tres años después a la gran pantalla, lo que posteriormente permitió que su novela Un hogar en el fin del mundo, publicada en 1990, también empezara a tener una notoriedad similar y hasta una adaptación cinematográfica. En ambos casos, debe destacarse la participación de Cunningham como guionista.
Las horas es una obra que conocí por la adaptación cinematográfica. Corría la temporada de premios de 2003 cuando noté que una película de la que no sabía nada, llamada Las horas, recibía muchas nominaciones en varias categorías. En los Oscar, obtuvo nueve nominaciones, incluyendo mejor película, director y actriz, ganando este último premio, por cierto. En los Globos de Oro, también ganó el premio a la mejor película en la categoría dramática, además del premio a la mejor actriz. Esto despertó mi curiosidad, vi la película y probablemente, debido a mi juventud y falta de experiencia para apreciar los detalles de la vida, no comprendí el valor de lo que estaba viendo y caí en la futilidad del aburrimiento. No era el momento adecuado. Aproximadamente una década después, comencé a entender el valor literario de Virginia Woolf, aunque de manera indirecta a través de reseñas y el conocimiento de que Borges había traducido varios de sus libros. Fue entonces cuando recordé haber visto algo similar a un biopic de Virginia Woolf, investigué un poco y descubrí que aquella película nominada y aclamada estaba basada en un libro de título homónimo. Comencé a buscar el libro sin tener éxito. Pasaron otros diez años hasta que finalmente lo encontré. Afortunadamente, el paso de dos décadas resultó ser suficiente para borrar los recuerdos de la película, lo que significó que pude apreciar la obra de Cunningham casi de forma prístina. A continuación, se presenta la sinopsis:
«Tres historias: en el Londres de los años veinte, Virginia Woolf empieza a concebir una nueva obra, la que será la célebre novela La señora Dalloway. En 1949, Laura Brown, una joven ama de casa de Los Angeles, prepara una tarta de cumpleaños para su marido con la ayuda de su hijo pequeño, Richie, mientras sólo piensa en seguir leyendo la novela de Virginia Woolf. En los años noventa, en Nueva York, Clarissa Vaughan compra flores para una fiesta en honor de Richard, un antiguo amigo enfermo de SIDA que ha recibido un importante premio literario.»
Las horas es una novela que, en toda regla, es un tributo a La señora Dalloway de Virginia Woolf. Su estilo narrativo incluso es el mismo: un narrador omnisciente y subjetivo que, en vaivenes espontáneos, procura el monólogo interior de los personajes con énfasis en sus pensamientos, sentimientos y emociones, sin que necesariamente haya una conexión lineal, más allá del paso natural de una mente a otra. Ese flujo de consciencia de los personajes, que fragmenta el tiempo y lo convierte en un collage poético, es la característica más importante del estilo de Woolf y lo convirtió en una aportación a la literatura tan innovadora como vanguardista en su tiempo. Cunningham hace grandes esfuerzos por seguir ese ritmo, y en la mayoría de los casos es de aplaudir sus logros, que bien podríamos atribuirlos a la propia Virginia Woolf, aunque siempre hay detalles en los que notamos quién es el aprendiz y quién el mentor, o mentora en este caso. De cualquier forma, Las horas es impresionante en estilo, narración e historia, que no se limita únicamente a copiar, sino que, como decía Javier Marías en su propia forma de aprendizaje, consigue emular.
La novela de Cunningham comienza con un prólogo que describe el suicidio de Virginia Woolf, una estampa muy impresionante y perturbadora, al mismo tiempo que trágica y emotiva. Virginia Woolf fue testigo de cómo la Luftwaffe nazi bombardeaba Londres, cómo todo lo que conocía, lo que poseía, la tierra a la que pertenecía, se perdía entre explosiones y fuego. Además de estas consideraciones personales, que no solo la convierten en una mujer muy inteligente, sino también en alguien con una carga emocional de gran complejidad y volatilidad. Ya con este prólogo, Cunningham logra enganchar al lector, quien no puede abandonar el libro tan fácilmente. La señora Dalloway trata sobre la vida, y este prólogo trata sobre la muerte de su autora.
La primera de las historias es la de Clarissa Vaughan, que en realidad es una reconstrucción actualizada a nuestros tiempos de La señora Dalloway. Sin embargo, en lugar de Londres, se desarrolla en un ruidoso Nueva York. El relato comienza de la misma manera, con Clarissa comprando flores para una fiesta que dará. En este particular caso es para celebrar el Premio Carrouthers que recibirá su mejor amigo y escritor, Richard, quien además es homosexual y está enfermo de sida. Clarissa tiene una hija llamada Julia y comparte otras similitudes con la protagonista de la novela de Virginia Woolf. Si esta historia fuera una canción, sería un cover.
En La señora Dalloway hay una escena al comienzo en la que los transeúntes discuten qué noble de la casa real viaja dentro de un carro, podría ser el príncipe o la propia Reina de Inglaterra. En la historia de Clarissa de los años noventa, escrita por Cunningham, se repite esta escena, pero con el cambio de que la discusión gira en torno a qué celebridad pertenece a determinado remolque, y no falta quien presuma que es la propia Meryl Streep, quien coincidentemente es la actriz que interpreta a Clarissa. Por lo tanto, supongo que en la película no pueden asumir si esta escena se mantiene o no. En fin, Woolf y Cunningham consideraron que esta escena era importante para demostrar que las personas comunes, casi anónimas, sienten cierta realización al tener contacto ya sea con un noble o una celebridad. No es que sus vidas se complementen, sino que tienen una anécdota que sumar a sus tertulias.
La segunda historia, la de Laura Brown, es, según mi criterio, la más profunda y la más interesante, la que hace que la obra merezca no solo el Premio Pulitzer. Laura es la esposa de Dan, está embarazada y tiene un hijo pequeño llamado Richie, quien más adelante se convertirá en un catalizador del conflicto de otro relato. Laura Brown es una mujer infeliz, no es maltratada, no es pobre y realmente no le falta nada, pero es infeliz y tiene pensamientos suicidas mientras trata de distraer su mente con la lectura de La señora Dalloway. Vive en la Inglaterra de la posguerra y, en el día del cumpleaños de Dan, sufre un episodio de depresión extrema que la lleva a huir, encerrarse en la habitación de un hotel y encontrar la motivación para seguir viviendo.
La última historia tiene como protagonista a Virginia Woolf, pero no en el momento del suicidio, sino mientras escribía La señora Dalloway. En este relato, Michael Cunningham trata de ser lo más fiel posible no solo a Virginia, sino también a su relación con su esposo Leonard, su hija Nelly y la amiga de esta, Ericka. Destaca ciertos paralelismos y referencias autobiográficas con Clarissa Dalloway. A estas alturas, es conocido por todos que Clarissa es una versión de Virginia Woolf si esta hubiera tomado una decisión diferente a la de la escritura.
Las tres historias contadas tienen como denominador común, aparte del estilo narrativo, que transcurren en un día y que son versiones de Clarissa Dalloway en distintos tiempos, momentos y lugares. No puedo negar tampoco la constante falta de alegría. La novela es lúgubre y la depresión parece ser el eje principal que impulsa todos los relatos. Sus protagonistas cuestionan su identidad y esa insatisfacción les provoca sufrimiento, aparte de que la mera idea de buscar la felicidad les parece absurda debido al sinsentido que ha adquirido esa palabra. La madre embarazada quiere suicidarse, Virginia Woolf (como personaje) se pregunta si esa era la vida que quería y Clarissa Vaughan, en su afán por complacer a todos, se olvida de sí misma y de todas formas no consigue lo que buscaba.
Las horas es una obra sumamente recomendable, aunque quizá un tanto sombría y triste para algunos gustos. No obstante, para aquellos que disfrutan del estilo de Virginia Woolf, encontrarán en esta obra un terreno familiar en el que se le rinde un gran tributo.
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