«Nunca he sabido en qué cambiaría el mundo si yo no hubiera existido, ni hacia qué confines lo habría desplazado si hubiera existido con mayor intensidad, y no se me ocurre de qué modo mi desaparición podría alterar su movimiento. Heme aquí, caminando por un sendero cuyas piedras ausentes me conducen hacia ningún lugar. Soy el punto donde la vida y la muerte se unen hasta confundirse, donde la máscara del vino se alivia en el rostro del difunto. Esta mañana de cielo despejado alcanzo a verme y soy como todo el mundo. No pongo fin a mi existencia, doy vida a la inmortalidad. En vano escribo, al fin, esta última frase que no pretende demorar el momento.»
Hervé Le Tellier es un destacado escritor, editor, crítico literario y matemático francés. Forjó una trayectoria en letras entrelazando la literatura y la experimentación. Su destreza con el lenguaje y las estructuras narrativas es evidente en obras como Los amnésicos no han vivido nada inolvidable, publicada en 1998, y No hablemos más de amor, en 2011. Cofundador del grupo literario Oulipo desde 1992, su maestría literaria combina lo lúdico y lo introspectivo en tramas ingeniosas. Evoca una reflexión sobre la realidad y la percepción, manteniendo a los lectores cautivados a través de su peculiar y hasta esotérico enfoque. Es de resaltar su habilidad para entrelazar lo narrativo con lo experimental, creando una prosa que desafía las convenciones y revela nuevas dimensiones. En 2020, Hervé Le Tellier se alzó con el Premio Goncourt con su novela La anomalía, una obra desafiante que suscita admiración y reflexión en igual medida.
He quedado verdaderamente impresionado por mi primera incursión en la obra de Hervé Le Tellier. En gran medida, este libro me mantuvo en constante intriga, ya que su trama resulta inescrutable, imposible de prever en sus recovecos y acontecimientos. La narrativa es sumamente ingeniosa y meticulosamente construida, habitada por una multiplicidad de personajes, ninguno de los cuales ostenta el papel protagónico. En esencia, se trata de una novela coral que adquiere mayor complejidad con la introducción de personajes duplicados. Aunque esta cualidad podría suscitar cierta dificultad en seguir los hilos de la trama, Le Tellier hábilmente condensa diálogos, escenas y circunstancias para insuflar profundidad en la sencillez y sumergirnos en los vaivenes de su apuesta literaria, la cual ostenta tintes de ciencia ficción que, al despojarlos, revela una riqueza filosófica mucho más compleja de lo que anticipábamos inicialmente. Sin embargo, antes de adentrarnos más en mi reseña, he aquí la sinopsis:
«El 10 de marzo de 2021 los doscientos cuarenta y tres pasajeros de un avión procedente de Paris aterrizan en Nueva York después de pasar por una terrible tormenta. Ya en tierra, cada uno sigue con su vida. Tres meses más tarde, y contra toda lógica, un avión idéntico, con los mismos pasajeros y el mismo equipo a bordo, aparece en el cielo de Nueva York. Nadie se explica este increíble fenómeno que va a desatar una crisis política, mediática y científica sin precedentes en la que cada uno de los pasajeros acabará encontrándose cara a cara con una versión distinta de sí mismos.»
La premisa de un avión aterrizando dos veces y que más de doscientas personas se encuentren duplicadas es para romperse la cabeza, es como tratar de resolver un acertijo sin pistas y con muchos datos faltantes. En la novela, los científicos y militares norteamericanos habían previsto protocolos para cualquier tipo de ataque o falla en una aeronave en vuelo, innumerables situaciones con su tripulación o con los pasajeros que iba desde cuarentenas por virus infecciosos hasta neutralización de ataques terroristas, incluso, hasta se encontraba previsto el contacto extraterrestre o lidiar con las personas convertidas en zombis, pero nunca imaginaron que un vuelo se duplicara. ¿Qué hacer con todas esas personas que no se les puede retener indefinidamente? ¿Qué hacer con los que aterrizaron tres meses atrás? ¿Qué explicación científica es la más plausible? ¿Cómo transmitir esta información a otras instancias? ¿Cómo evitar que se filtre información y genere caos social? ¿Es la primera vez que pasa, ya ha pasado o seguirá pasando? ¿Por qué ese vuelo, por qué ese lugar, por qué ese momento? ¿Qué hay de especial en estas personas? ¿Qué pasará con el mundo después de este acontecimiento? Y así podríamos continuar con una escalada de interrogantes, que si algo tiene la obra de Le Tellier es la cantidad de dudas que barruntan tanto a sus personajes como al lector.
Toda esta trama, que podría ser más propia de la fantasía, se convierte en un vehículo a través del cual Le Tellier aborda la cuestión de la identidad y la conciencia de la propia existencia. ¿Cómo sería si tuviéramos la oportunidad de encontrarnos con nuestra versión anterior, incluso si no estuviera demasiado distante en el tiempo? ¿Qué compartiríamos y qué retendríamos? ¿Escucharíamos las palabras de nuestro yo cercano del futuro? Las historias de los personajes son diversas y evitan caer en la simplicidad, verbigracia, un hombre descubre que murió de cáncer, otro se enfrenta a su propio suicidio, mientras que una mujer anhela ver y abrazar a su pequeña hija, quien está con su otra versión. Estas historias se entrelazan para brindar una exploración interesante y reflexiva sobre la naturaleza del ser. Los personajes abarcan diferentes edades, profesiones, géneros, razas, orientaciones sexuales, clases sociales y motivaciones. Los lectores seguramente encontrarán al menos un personaje con el que se identificarán o al que considerarán su favorito.
Particularmente, la historia de Victor Miesel captó mi interés. Este novelista maduro y frustrado cae en una depresión profunda, inevitablemente no podía dejar de pensar en el mismo Le Tellier, ¿cuánto de él habría en Miesel? Sin embargo, continuando con la trama de este personaje, antes de permitir que su destino sea sellado por la fría guadaña de la muerte, decide plasmar su espíritu y comprensión sobre la condición humana en un libro profundamente personal y filosófico. Tras finalizarlo, no le importa si será publicado o no, ya da por sentado que sus páginas serán olvidadas, al igual que todo lo que escribió antes. La decisión está tomada. Cuando Victor Miesel aterriza tres meses después, se enfrenta a otro Victor que sigue siendo el mismo, aunque muerto. Se sorprende al descubrir que se ha convertido en el autor del momento y que su libro ha provocado admiración, pasión e inspiración en igual medida. Al leerlo, no logra comprender cómo fue capaz de escribir algo tan notable, aunque entiende que ese logro conllevó un precio muy alto: su propia vida.
Si esperamos que el libro resuelva el acertijo, podríamos sentirnos decepcionados, ya que no se asemeja precisamente a un cubo Rubik. En la parte final, Le Tellier acelera el ritmo y cierra los arcos de los personajes apresuradamente, no siempre de la forma más convincente o elegante, aunque sí conforme a los términos que la narración exige. Sin embargo, esto posiblemente sea secundario. La respuesta a «la anomalía», aunque coherente, entendible y factible, no se explora más allá de la premisa misma. La conclusión no sorprende y el misterio continúa siendo igual de impenetrable que antes. No obstante, se entiende que el propósito de Le Tellier no era trazar una epopeya épica de ciencia ficción, sino sumergirnos en un riguroso análisis filosófico de cómo interpretamos nuestra realidad y cómo las acciones u omisiones representan decisiones que trazan caminos diferentes. El hombre que murió de cáncer, en su versión alternativa, tuvo la oportunidad de someterse a un tratamiento tres meses antes. No sabemos si esto altera su destino fatal, pero le otorgó la posibilidad de prolongar su vida por unos días, semanas o meses, sin precisión. El escritor mediocre que se suicidó renace como un autor consumado. También se presenta un personaje vil que aniquila su propia versión.
Las capas de La anomalía requieren segundas lecturas. Cada elemento tiene su lugar y ninguna historia de los personajes es superflua. Aunque la novela no es extensa, abarca mucho, pero no tanto por la extensión del autor como por el pensamiento que despierta en el lector. El simple hecho de que existan dos conciencias separadas de una misma persona implica una reconsideración de la propia existencia. Cuando una conciencia se duplica, se bifurca, deja de ser idéntica y las experiencias individuales de los diferentes caminos emprendidos comienzan a forjar una distancia que puede ser tan breve o larga como la calidad e intensidad de la disyuntiva. Pueden existir distintas versiones de un yo pasado, así como diversas versiones de un yo futuro, pero mientras coexistan en una misma entidad, sigue siendo un ejercicio filosófico que explora una mera curiosidad. Si replicáramos nuestra computadora en todos los detalles y aspectos, dejarían de diferenciarse en el momento en que utilicemos una y abandonemos la otra, o las empleemos en momentos distintos. Dejarán de ser idénticas, aunque en apariencia fueran lo mismo. Este concepto puede extrapolarse a gemelos monocigóticos; su ADN es idéntico porque proviene de un óvulo y un esperma como en todos los seres humanos. A pesar de eso, cada uno es un individuo que, aunque igual en origen y composición, se distingue por sus elecciones. Aun teniendo personalidades similares, observan, escuchan y experimentan el mundo desde posiciones diferentes.
La anomalía es una novela muy recomendable en la que todo mérito y buena crítica acumulada tiene fundamento y sustancia. Para concluir, he aquí algunas líneas que vale la pena leer y releer:
«La esperanza nos hace aguardar en el rellano de la felicidad. Al obtener lo que esperábamos, nos adentramos en la antesala de la infelicidad.»
«Ningún autor escribe el libro del lector, ningún lector lee el libro del autor. A lo sumo pueden coincidir en el punto final.»
«El problema del suicidio es que si lo dejas para más tarde suele ser demasiado tarde.»
«Siempre hay que desconfiar de la gente que nos dice que tenemos que desconfiar.»
«La palabra destino no es más que una diana que dibujamos, después de disparar, en el sitio en que se ha clavado la flecha.»
«La esperanza es el peor de todos los males. Y es que la esperanza nos impide actuar, la esperanza alarga la desdicha de los hombres, pues “todo se arreglará”, ¿no es cierto? Lo que no debe ser no puede ser… La auténtica pregunta que deberíamos hacernos siempre es “¿En qué me beneficia adoptar tal o cual punto de vista?”.»
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