«Veintitrés años después, Mosén Millán recordaba aquellos hechos, y suspiraba bajo sus ropas talares, esperando con la cabeza apoyada en el muro -en lugar de la mancha oscura- el momento de comenzar la misa. Pensaba que aquella visita de Paco a la cueva influyó mucho en todo lo que había de sucederle después: “Y vino conmigo. Yo lo llevé”, añadía un poco perplejo.»
Ramón J. Sender fue un prolífico autor aragonés. Su vida y obra encarnan el torbellino de la historia española del siglo XX. Emigró a Estados Unidos tras la Guerra Civil de los años treinta, donde forjó su legado literario en el exilio. Su pluma exploró la naturaleza humana, política y la lucha social, resonando con una perspectiva crítica en obras como Imán, publicada en 1930, y Réquiem por un campesino español, en 1953. Sender personifica la complejidad de la experiencia exiliada y su identidad dual. Su narrativa muestra una fusión de realismo y alegoría, enriqueciendo su visión de la existencia y la sociedad. Su inquebrantable búsqueda de verdad y justicia le consagra como una figura vital de la literatura española.
Réquiem por un campesino español es una novela breve que narra un episodio de la guerra civil española en un pequeño pueblo aragonés en 1937. Fue publicada originalmente como Mosén Millán, que es el nombre del narrador; no obstante, fue hasta en la edición de 1960 que el título cambió por el que conocemos actualmente, esto con el propósito de darle un enfoque más universal y simbólico a la obra. Pero antes de continuar, he aquí una breve sinopsis:
«Mosén Millán se dispone a ofrecer una misa en sufragio del alma de un joven a quien había querido como a un hijo. Mientras aguarda a los asistentes, el cura reconstruye los hechos: el fracaso de su mediación, con la que creyó poder salvar al joven, pero que sólo sirvió para entregarlo a sus ejecutores. Con el pensamiento narra la historia de Francisco Agueda, conocido como Paco el del Molino, un campesino que se convierte en mártir durante la Guerra Civil.»
Cuando buscamos listas reducida de novelas que aborden la Guerra Civil española como escenario, Réquiem por un campesino español es una constante. Incluso yo mismo la elegiría. Ramón J. Sender, con un relato breve, es capaz de transmitir con un perturbador realismo la muerte de un campesino español que al mismo tiempo se convierte en un símbolo que representa el destino de muchos otros que, aunque no se involucraron en el conflicto bélico, no tomaron partido o bando e incluso no sabían nada de ideologías, que solo querían vivir en paz y con un poco de dignidad, fueron acometidos, torturados, asesinados por la sospecha, la venganza o la crueldad. Y esta realidad española de la primera mitad del siglo XX puede extrapolarse con facilidad a los levantamientos armados y guerras civiles de América Latina, que no hay país que se salve del crimen fratricida y las dictaduras.
La narración sobria de Mosén Millán destila sencillez. Su evocación es poco descriptiva, evita los detalles y parece más un esbozo fugaz de lo que su memoria guarda. He de decir que Ramón J. Sender pergeño cada línea tal y como se evocaría en los recuerdos. Poniendo el foco en aquellas acciones o hechos que se erguen como hitos de la emoción. Mosén Milán siente el peso de la culpa en sus hombros, una traición atravesada en su espíritu, una impotencia insoportable y aunque sus manos no estén manchadas con sangre, sí que su alma tiene salpicada las lágrimas y la esperanza de Paco. Su corazón no es tan blanco.
Mosén Milán no solamente fue un testigo de los eventos, colaboró en el trágico hado de Paco. Sus intenciones fueron las mejores, quería obrar bien, quería hacer el bien. Pero las cosas estaban fuera de su control. Ciertamente deja entrever que tenía algunas dudas sobre los hombres armados que llegaron al pueblo y de quien los lideraba, pero pesó más su confianza, la credulidad de que podía salvar la vida de la gacela entregándola a los leones. Mosén Milán es también un símbolo. El de muchas personas en la Guerra Civil que pensaban, que creían, que tenían fe de que colaborando con quienes tenían los fusiles, aclararían su situación y los dejarían continuar con sus vidas como antes. Pero nada era menos cierto.
Pese a que la novela roce un estilo seco para conservar su realismo, todo en ella parece ser una metáfora. Pueden construirse ensayos de Réquiem por un campesino español igual o más largos que la propia obra. De hecho, el prólogo de la edición que leí tiene casi el mismo número de páginas. Es por ello por lo que, aunque Ramón J. Sender haya sido uno de los autores de habla hispana más prolíficos de su generación, es esta obra tan breve la que corona toda su carrera, porque con poco más de un centenar de páginas no aró surcos, cavó trincheras.
Particularmente lo que más me gustó de Réquiem por un campesino español fue la exploración de la consciencia de Mosén Milán. Ese sentimiento de culpa que sin pretensión es capaz de envolvernos, convirtiéndose en un espejo de cuanta injusticia vemos y el testigo pasivo que decidimos ser. No puedo negar que mis expectativas eran diferentes, para ser una gran novela española es bastante breve; aunque he de confesar que esa brevedad es multiplicadora.
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