«Si todos aceptan la mentira impuesta por el partido –si todos los archivos contaban la misma mentira-, la mentira pasaba a la historia y se convertía en verdad. Quien controla el pasado –decía la consigna del partido– controla el futuro. Quien controla el presente controla el pasado.»
Y este libro merece doble apertura:
«Sabemos que nadie toma el poder con la intención de renunciar a él. El poder no es un medio sino un fin. Nadie instala una dictadura para salvaguardar una revolución, sino que la revolución se hace para instaurar una dictadura.»
Esta es una de esas novelas distópicas más cercanas a la realidad que existieron en su momento; y que es sobradamente recomendada. Esto no es como los Juegos del Hambre, Ready Player One, Farenheit 451 o La Naranja Mecánica, aquí es más un estudio de la tendencia del contexto social de la Unión Soviética y como, de seguir en esa hegemonía, el mundo hubiese cambiado negativa y radicalmente, es una crítica abierta al comunismo y cualquier otra facción que aniquile al individuo como persona libre en pensamiento y voluntad.
En 1984 se explora un mundo donde el comunismo venció al capitalismo y lleva décadas instaurado en todo el planeta. Un mundo que se ha convertido en la cárcel del pensamiento, que ha doblegado el espíritu humano. Este mundo de 1984 se encuentra dividido en tres grandes superpotencias: Oceanía, que está formada por Gran Bretaña y sus antiguas colonias (Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica y toda América); Euroasia, conformada por toda Europa continental y la Unión Soviética; y Eastasia, conformada por China, las Coreas, Japón y por extensión, toda la población mongoloide del planeta. Dejando ciertas áreas fuera como los países árabes, África e India, que se encuentran en constante disputa y que pasan de una superpotencia a otra, como trofeos de guerra. Porque a pesar de que existan tres naciones comunistas, las mismas se encuentran encausadas en una guerra infinita, sin horizonte de finalización, porque la guerra no es más que un distractor de masas, un enemigo externo útil para responsabilizar de las penurias, pobreza y demás cosas malas que suceden a la población. Cosa que es común y la norma en el comunismo, socialismo, o como se quiera llamar a esa tragedia del individuo y la sociedad, ya lo vemos en Cuba, que le echa la culpa de su pobreza y miseria al imperialista Estados Unidos, por el bloqueo económico, cuando existen tantos otros países para negociar o comercializar, a parte la producción y negociación interna, que según los socialistas un país podría ser autosustentable si todos trabajan por su propia nación (el socialismo es eternamente contradictorio); o veamos algo más reciente, Venezuela, que le echa la culpa al imperialismo Yanqui –otra vez–, donde pese a tener una de las mayores reservas de petróleo del mundo, por lo que es realmente tanto o más rico que cualquier nación árabe, el país enfrenta una de las peores crisis humanitarias del continente, se encuentra entre los primeros cinco países más violentos del planeta, posee la inflación más alta del mundo y su población cada día es más pobre.
1984 es más que una novela distópica, también es un resumen muy ejecutivo de la forma de control que poseen los gobiernos totalitarios comunistas. Es simplemente la reimaginación de que hubiese hecho Stalin (porque en él se inspira el Hermano Mayor) con tecnología de vigilancia en cada rincón, con dispositivos capaces de leer hasta los gestos del rostro de las personas. Y realmente ahora son cosas que no necesitan demasiada inspiración, pero en el momento que lo escribió Orwell la tecnología no estaba tan desarrollada, de hecho, no había tecnología digital. Orwell aquí sintoniza un poco a Verne en lo de recrear el futuro. Muchos coinciden que Joseph Stalin fue el mayor monstruo de la historia de la humanidad, la sangre que hay en sus manos equivalen al doble de perecidos de la Segunda Guerra Mundial –Stallin incluso pudo haber sido la causa de una Tercera Guerra de proporciones apocalípticas–. Otros monstruos que hay que traer a la palestra son Mao Zedong es otro cuyas almas segadas se calculan en varias decenas de millones, exterminando etnias y pueblos completos, genocida por mérito propio; Fidel Castro no se diga, eliminando o encarcelando a cada persona que opinaba diferente; hasta el Salvador de los comunistas, el Che Guevara, un asesino que ordenó la masacre de miles de inocentes con tal de imponer las ideas de Marx y Lenin; Kim Il-sung, Kim Jong-il y Kim Jong –tres generaciones de monstruos– en Corea del Norte, es el más claro ejemplo del comunismo real, donde literalmente la gente vive en miseria, con atraso de un siglo, y bajo la adoración por represión y terror de El Gran Líder.
Volviendo a 1984, la historia se desarrolla en la Superpotencia Oceanía, donde existen cuatro grandes ministerios: Ministerio del Amor, que se ocupa de administrar castigo, tortura y reeducación (lavado de cerebro). Ministerio de la Paz, que se encarga de todos los asuntos relacionados a la Guerra. Ministerio de la abundancia, encargado de la economía y más específicamente, del racionamiento de los recursos. Y Ministerio de la Verdad, que se encarga de la manipulación de los medios, de la destrucción de los documentos históricos y la modificación de la evidencia para apoyar la versión del Gobierno. Esta forma contradictoria de nombrar los Ministerios de Estado no es del todo diferente a lo que sucede hoy en día, el Ministerio de la Defensa se encarga de los asuntos de guerra, por ejemplo.
Alguien podría afirmar que el fenómeno de 1984 puede pasar en cualquier gobierno totalitario, sea este de izquierda o de derecha, lo cierto es que en lo que respecta a derecha, el simple germen de libertad termina ahogando y finalizando al régimen –la sociedad no los tolera–, mientras que, en el caso de la izquierda, dado que el individuo debe ser aniquilado por la sociedad, se perpetúa a través del tiempo (claro ejemplo es Corea del Norte). Dato que confirma la historia, las dictaduras de izquierda son sanguinarias, extensas y difíciles de eliminar. Matan el espíritu y el pensamiento a tal punto que se hacen de seguidores ciegamente.
Y todo lo que he mencionado, hasta el momento, es el contexto del libro, el fondo de la historia principal. Y es muy poco usual donde el trasfondo y contexto sea tan brillante que uno deje por un lado la historia principal; pero, aun así, he aquí la sinopsis:
«Winston Smith, personaje principal, trabaja en el Ministerio de la Verdad. Su cometido es reescribir la historia, ironizando así el ideal declarado en el nombre del Ministerio. Tras años trabajando para dicho Ministerio, Winston Smith se va volviendo consciente de que los retoques de la historia en los que consiste su trabajo son solo una parte de la gran farsa en la que se basa su gobierno, y descubre la falsedad intencionada de todas las informaciones procedentes del Partido Único. En su ansia de evadir la omnipresente vigilancia del Gran Hermano (que llega inclusive a todas las casas) encuentra el amor de una joven rebelde llamada Julia, también desengañada del sistema político; ambos encarnan así una resistencia de dos contra una sociedad que se vigila a sí misma. Juntos Winston y Julia creen afiliarse a la Hermandad, un supuesto grupo de resistencia dirigido por Emmanuel Goldstein —un personaje casi tan ubicuo y omnipresente como el propio Gran Hermano, el Enemigo del Pueblo, traidor a la Revolución y escritor de El Libro, el cual Winston lee hasta llegar a comprender los mecanismos del doblepensar, herramienta base de dominación del Partido—, y que es en realidad uno más de los instrumentos de control del Partido.»
¿Y cuánto no se ha escrito de este libro? Tesis, ensayos, reflexiones, incluso llega a ser comparado con El Proceso de Kafka, donde en lo personal, creo que Orwell lo superó y con creces. Porque la mayor tragedia de la humanidad no sería perder su libertad, sino perder la voluntad de reclamar esa libertad. Viktor Frankl, sobreviviente de campos de concentración nazis, en su libro El hombre en busca de sentido, comprendió que podían arrebatarle todo, incluso su libertad, pero no la voluntad y la facultad de poder decidir su actitud ante cualquier evento. Pero ¿y si alguien nos arrebatara esa voluntad?
Es un libro termina entristeciendo. Porque a pesar de haber sido escrito en 1949 e imaginando un 1984; el pensamiento y la ideología que pueden llevar a esa realidad aún existen. Son latentes. Y al menos para un país en el mundo, Corea del Norte, 1984 es una realidad permanente. ¿Podría suceder a otros países? Probablemente no, al menos no en la misma medida, pero sin duda tendrían como denominador común la violencia, miseria y autoritarismo.
Algunas frases para concluir:
«Los mejores libros, comprendió, son los que te cuentan lo que ya sabías.»
«Nada existe sino a través de la consciencia humana.»
No hay comentarios:
Publicar un comentario