jueves, 22 de agosto de 2019

EL MUNDO DE AFUERA de Jorge Franco


«Todas las tardes voy hasta el lindero por si sale de nuevo y la espero hasta las seis a ver si ella sube al bosque. Pero ni siquiera la he vuelto a ver asomada a la ventana. A veces me silban de algún lado y me emociono porque creo que es una seña de ella, pero el silbido se pierde entre los árboles y cambia de un lugar a otro.»
Una novela engañosa. Se anuncia como fantasía truculenta. Nos traslada a un imponente castillo en medio de un bosque donde vive una hermosa princesa, que canta y tiene muchos sueños. Pero no es Inglaterra o Alemania, tampoco Italia o Francia, es Colombia. ¿Y qué hace un castillo en Colombia? Ser el foco de atención de los pobladores y en especial de una pandilla de malandrines que ven una oportunidad y planifican un secuestro, llevándolo hasta las últimas consecuencias.
El Mundo de afuera ganó el premio Alfaguara de Novela en el año 2014. Me sorprende que cada uno de los miembros del jurado con una o dos líneas la elogiaran y la definieran como una amalgama entre los hermanos Grimm, los hermanos Coen y Tarantino. Ciertamente el parecido con los hermanos Grimm es la burbuja de fantasía representada en el Castillo de ensueño y la joven sobreprotegida; de los hermanos Coen, los deseos pasionales, los giros inesperados y el ritmo asfixiante; y lo de Tarantino, la estructura no lineal, los diálogos frescos y brillantes y la crudeza.

Existe una telenovela mexicana adaptada de otra colombiana, Rosario Tijeras. Nunca he visto un solo capítulo y desconozco quienes son los actores que dan vida a los personajes. Las telenovelas, casi en su totalidad, están colmadas de melodramas, malas actuaciones y rellenos torpes e innecesarios. Al igual que en las películas, algunas telenovelas se basan en libros, pero indudablemente dejan una distancia enorme entre las páginas y lo que llega a la pantalla. Jorge Franco fue quien escribió la obra literaria Rosario Tijeras y probablemente sea su carta de presentación, la razón por la cual se le conoce, al menos en el mundo de las letras. Aunque eso no le hace justicia a Franco, porque también es de destacar que es un escritor consumado que incluso ha sido invitado para colaborar en talleres con Gabriel García Márquez y ya eso es decir mucho. El premio Alfaguara es, sin duda, inercia de la calidad de sus escritos. 

La sinopsis es la siguiente: «Isolda vive encerrada en un castillo extraño y fascinante al mismo tiempo, tan ajeno a la ciudad de Medellín en la que se sitúa como singulares son sus habitantes y la vida que llevan. La atmósfera de irrealidad que se respira resulta opresiva para la adolescente, que encuentra en el bosque que lo rodea la única tregua posible a su soledad. Pero las amenazas invisibles del mundo de afuera se cuelan silenciosamente entre las ramas de los árboles cercanos al castillo.»

Hace poco leí una recomendación de un escritor muy acertada, conocer las reglas para romperlas. La premisa es que una vez se conocen todas las reglas de la gramática, de la edición y de la narración, es posible romperlas para innovar, para apostar al vanguardismo, crear algo diferente. Me parece que esto fue lo que hizo Jorge Franco con El mundo de afuera y aunque a priori pueda ser aplaudido por ser algo atrevido, para el lector promedio –entre ellos me incluyo– esto puede ser lioso. En ocasiones regresaba algunos párrafos o páginas para entender desde la perspectiva de quien o cual personaje se estaba abordando algo. Las líneas temporales, dado que no eran específicas, llevaban a presumir –para no perder la fluidez de la lectura– ciertas condiciones, que luego, había que deshacer, como Penélope su sudario, porque no se trataba del “cuándo” sino el “dónde”. Cómo hubiese ayudado que a cada capítulo le colocara una fecha como título, lo cual ya es de lo más normal y usual en la mayoría de los escritores que utilizan varias líneas temporales; escritores que obviamente comprenden que el lector no tiene por qué descifrar esos elementos. Probablemente si leyera el libro una segunda vez, me ahorraría ya estas incomodidades. Lo que no me ahorraría es la forma confusa de edición de los diálogos a veces identificados con el guion largo “–“ o con la comilla española “»”, y otras sin identificar en lo absoluto, literalmente había que adivinar cual era un diálogo, cual era una descripción del narrador omnisciente, cuál del presencial, en fin.

Particularmente me parece que el libro apuesta por escenas que pueden parecer desordenadas por lo que expliqué anteriormente, pero se guarda de ocultar ciertos elementos que no serán revelados hasta el clímax; llegando a ese punto de revelación, se entiende la magia y tragedia consumada en la narrativa. Me agrada también que la historia no sea complaciente, que no sacrifique la fuerza de su dirección para conformarse con una propuesta plana.

Los personajes revisten de simpatía, incluso los secuestradores. La forma que escoge Franco para describirlos es a través de sus acciones, lo cual no solo aligera la estructura de sus párrafos, sino que hace más dinámica y fluida su lectura. La típica descripción de un personaje es “erase una vez un anciano, de cejas pobladas y barba blanca, que vestía un traje gris y un extraño sombrero de copa”, la descripción de un personaje por la acción podría ser: “El anciano arqueo sus cejas pobladas al verse en el espejo con ese extraño sombrero de copa. Rápidamente acarició su barba blanca y dijo –creo que hace juego con este viejo traje gris–“. Considero que se favorece de mejor manera la interacción con el lector apostando por la acción, en lugar de fijarse en la pasividad como si estuviéramos viendo una fotografía.

Muchas veces lo que se sobrepone en el recuerdo del lector no es exactamente lo que se cuenta, sino como se cuenta; y aquí sí que importa quien lo cuenta. Jorge Franco quizá no nos hace tan fácil esta novela por la forma en que la estructura y la narra, pero tras finalizarla no nos queda a deber nada. Por esto y más, cierro mi comentario, este post, con un par de líneas escogidas que considero sobresalen:
«No tomes la distancia como ausencia, tómala como una prueba para fortalecer los abrazos que no podemos darnos.»
«Los sueños se van desechando y los que quedan se dejan para después. Si uno no se pone en la tarea de realizarlos, el castillo se desmorona sin siquiera haberlo construido.»

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