«Mío Çid Roy Díaz por Burgos entróve.En sus compana sessaenta pendones;
exien lo ver mujieres e varones,burgeses e burgesas, por las finiestras sone,plorando de los ojos, tanto habían el dolore.De las sus bocas todos dizían una razone:“Dios. ¡qué buen vassallo, si hobiesse buen senore!”.»
El Cantar del Mio Cid fue firmado en mayo de 1245 por Per
Abbat. La dificultad es que Per Abbat era un nombre muy común por aquella época,
actualmente se nombraría como Pedro Abad, y dado que había muchos Pedros ¿quién
podría ser? No hay registro de título nobiliario ni más documentación que pueda
acreditar la autoría, de allí que se dice que su autor es anónimo y algunos
expertos consideran que quien firma en realidad no era más que un copista, que
la mayoría de ellos eran monjes o sacerdotes, eran los únicos, aparte de los
nobles, que podían leer y escribir. Los abades eran aquellos superiores eclesiásticos
que estaban a cargo de abadías, una especie de monasterio. Los monjes siempre tenían
nombres como Juan, Mateo, José, Marcos y, por supuesto, Pedro. Por otra parte,
hay una corrección en la fecha y esta sitúa la copia que ha perdurado hasta
nuestros días en el año 1307.
Compuesto por 3,370 versos, El Cantar del Mio Cid es la
primera obra poética en lengua castellana de mayor extensión de la que se tiene
registro y su importancia radica es que es una fuente literaria antigua de gran
elegancia y calidad, sino también indiscutiblemente es la fuente por antonomasia
para estudiar el idioma español. La filología de nuestro idioma tiene una raíz y
esa es El Cantar del Mío Cid. En el párrafo de introducción de este blog copie
algunos versos en castellano antiguo, puesto que la versión de la obra que
tengo, de la editorial Edimat, es hendida, es decir, tiene al mismo tiempo y de
corma comparativa la versión castellana y español contemporáneo.
«De los sos ojos tan fuertemientre llorando,
tornada la cabeça y estábalos catando.
Vió puertas abiertas e huços sin cañados,
alcándaras vazías sin pielles y sin mantos
e sin falcones e sin adtores mudados.
Sospiro Mío Çid, ca mucho habié grandes ciudados,
Fabló Mío Cid bien e tan mesurado:
“Grado a ti, señor padre, que estás tan alto!
Esto me han vuolto míos enemigos malvados.»
Estos son los versos con los que abre la obra, con la
característica que están divididos en dos hemistiquios, usual en un cantar. Del
castellano al español no hay mucha diferencia. Claro que el idioma ha
evolucionado y lo hablamos poco más de quinientas millones de personas en el
mundo. Estos versos hoy los escucharíamos así:
«Los ojos del Mio Cid mucho llanto van llorando;
hacia atrás vuelve la vista y se queda mirándolos.
Vio cómo estaban las puertas abiertas y sin candados,
vacías quedan las perchas ni con pieles ni con mantos,
sin halcones de cazar y sin azores mudados.
Suspira Mio Cid porque va de pesadumbre cargado.
Y habló, como siempre habla, tan justo y mesurado:
“¡Bendito seas, Dios mío, Padre que estás en lo alto!
Contra mí tramaron esto mis enemigos malvados.»
Recientemente acabo leer Sidi de Arturo Pérez-Reverte,
de allí mi interés de volver sobre los versos castellanos. Ciertamente no es ni
mi gusto ni fascinación las composiciones poéticas y heroicas. Considero que
son una manifestación artística de su época, valioso sin dudarlo. Y al igual
que el Cantar de los nibelungos y Beowulf, el Cantar del Mio Cid tiene su
gracia y belleza propia y vaya que no son pocos los que han escrito ensayos y
tesis sobre esto.
El Cantar del Mio Cid está dividido en tres partes, o cantos.
El primero es el Cantar del destierro, donde tenemos a Ruy Días que fue injustamente
desterrado, es obligado a abandonar su hogar y su familia. Se aleja de Vivar
desconsolado e impotente por su lealtad y vasallaje. Concluye con la conquista de
Lérida y la alianza con el rey moro de Zaragoza, también la derrota y captura del
conde de Barcelona. Este es mi canto favorito y tiene los mejores versos. El
destierro del Cid es triste y las palabras atrapan esa emoción. La segunda
parte es el Cantar de las bodas, donde Ruy Díaz conquista Valencia, paga el quinto
real y espera el perdón de su rey, Alfonso VI, quien lo concede y además accede
en dar en matrimonio a las hijas del Cid con los infantes de Carrion. La
tercera parte es el Cantar de Corpes, donde los yernos del Cid, los infantes
de Carrion, son avergonzados y cuestionados en su valentía al huir de enfrentar
a un león que Ruy Díaz luego capturó como si fuera un simple gato. Los infantes
de Carrion humillan a sus esposas abandonándolas desnudas, atadas y a la suerte
de los lobos. El Cid pide justicia al Rey. El canto termina con los matrimonios
anulados y las hijas del Cid entregadas en matrimonio a los infantes reales de
Aragón y Navarra.
Ruy Díaz de Vivar, el Cid Campeador, no era rey, pero sus
nietos lo fueron. No era general con numeroso
ejército, pero sí un líder militar con una mesnada leal y avezada. No tenía
tierras, pero acabó teniendo el señorío de Valencia. De ningún rey o sultán en
el Medioevo los bardos cantaron y los poetas declamaron tanto que el eco de sus
voces perduró hasta nuestros días y hoy podemos recordar con cantares e
historia a Ruy Díaz, el Sidi.
«Quien siempre se queda en un mismo lugar puede ir perdiendo lo suyo.»
Según aseguró el ministro de Cultura, José Guirao, en la inauguración de la exposición, las valoraciones "más bajas" del códice están "por encima de los 20 millones de euros", aunque han sido tres ocasiones las que compradores privados han puesto sobre la mesa cheques en blanco para hacerse con esta joya de la lengua castellana.
ResponderEliminarEra uno de los poemas clásicos que teníamos que leer aunque no tuvieramos conocimiento sobre la poesía medical...
ResponderEliminarEsa manía de los profesores de español por darnos lecturas no apropiadas ni para la edad, no digamos para la época. El Cantar del Mio Cid tiene su belleza desde una perspectiva más académica. En todo caso, nos separan ochocientos años de historia.
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