lunes, 23 de marzo de 2020

HISTORIA VERDADERA DE LA QUEMA DE LA EMBAJADA ESPAÑOLA de Adolfo Molina Sierra


«A la hora de repartir culpas, además de los señalados con anterioridad, corre con responsabilidad el Reino de España y su gobierno, por haber enviado a un embajador que se inmiscuyó en los asuntos internos del país y participó en acciones que terminaron en la muerte de nacionales y extranjeros. Corre con responsabilidad también el EGP, el CUC y FERG como autores intelectuales y materiales del plan de ocupación de la embajada, por retener contra su voluntad a las personas que utilizaron como rehenes y haberlas asesinado cuando ellos decidieron autoinmolarse.»
La quema de la embajada española en Guatemala fue un suceso que hizo eco en el mundo, un eco de indignación y desaprobación. En Guatemala ese eco ha perdurado por décadas y además ha sido una sombra que hurga en las heridas que nunca terminan por cicatrizar, no porque el hecho sea menor o mayor a otras tragedias que han ocurrido en el país, sino porque ha sido una fuente de odio e interés. Ocurrió un jueves 31 de enero de 1980. Entre mentiras y medias verdades, lo cierto es que 37 personas murieron inmoladas.

Una de las víctimas que perdió la vida fue el doctor Adolfo Molina Orantes, un guatemalteco notable, diplomático de carrera, miembro de la Corte Internacional de Justicia de La Haya. Este libro que pretende mostrarnos lo que hay de verdad sobre aquella tragedia lo escribió precisamente el hijo del Dr. Molina, quien también se ha desarrollado en el campo diplomático, además de ser un profesional del derecho y escritor regular de artículos. Adolfo Molina Sierra en estas páginas evita ser parcial en cuanto a sus interpretaciones y fundamente cada una de sus exposiciones, cual abogado argumentando un caso. Realiza un ensayo muy valioso para que, quienes no habíamos nacido en aquella época, comprendamos aquel suceso de hace cuarenta años, hecho que de una u otra manera marcó el desarrollo político del país.

Molina Sierra ya era un joven adulto cuando la embajada de España fue quemada. Fue testigo de la toma de la sede diplomática por la guerrilla, el movimiento y reacción de las Autoridades y desafortunadamente de los últimos momentos de su padre, quien había sido tomado como rehén. Con mucha propiedad Molina Sierra afirma que mucho se ha dicho sobre la quema de la embajada de España, pero que no todo se ha dicho y tampoco todo lo que se ha dicho es verdad. 
«El 1º de febrero, viernes, amaneció nublado y frío, con una leve llovizna que reflejaba exactamente el dolor sordo, sin alivio, por la pérdida de ese ser querido y maravilloso que fue mi padre. Era un sentimiento generalizado del que se hacía eco el diario El Imparcial cuando anotaba: “Guatemala amaneció enlutada –hasta el cielo parecía llorar esta madrugada– por la tragedia que provocó la toma de la embajada por elementos subversivos”.»
Las primeras versiones de los diarios en el país fueron que la embajada de España fue tomada por grupos insurrectos, por guerrilleros y que estos al no poder negociar, decidieron autoinmolarse junto a los rehenes, por lo que también no solo cometieron secuestro, sino asesinato. Posteriormente las versiones fueron cambiando con mucha propaganda política de izquierda, principalmente fuera del país. Estas personas que tomaron la embajada pasaron de guerrilleros a humildes campesinos o estudiantes universitarios, los retrataron como mártires. De autoinmolación pasó a víctimas de negligencia y asesinato político.
«Los causantes de la ocupación empezaron a acomodar los hechos a su conveniencia buscando sacar el mejor provecho para la causa. Con el objetivo de promover internacionalmente el ataque contra Guatemala encubrieron a algunos y ajustaron la realidad a la versión que les beneficiaba.»
El Dr. Molina Orantes a pesar de ser un personaje político, era honorable y respetable. No solo porque lo afirme su hijo, sino porque también, por lo que he podido verificar, el Dr. Molina tenía muy buena imagen y credibilidad dentro y fuera de Guatemala. Ese prestigio fue su condena, porque fue el pretexto para tomarlo como rehén. El Dr. Molina fue invitado a participar en una reunión en la embajada de España, una reunión en la cual bien pudiera haber asistido otra persona, porque lo que se requería era conocimiento notarial y no diplomático. Probablemente eso es lo que más le molesta a su hijo. A su padre le tendieron una trampa y lo utilizaron. El mismo embajador estuvo un día antes de la toma de la embajada en casa del Dr. Molina recordándole acerca de la reunión y con énfasis en la puntualidad, que era a las once de la mañana, justo a la hora en que todo empezó. 

Molina Sierra señala a Máximo Cajal y López, embajador de España en aquel momento, militante de izquierda y simpatizante de la guerrilla, de haber fraguado y orquestado la toma de su propia embajada. Máximo Cajal semanas se había desplazado en muchas zonas donde la guerrilla tenía bases y concentración, lo había hecho prácticamente con apenas un acompañante. Todo muy hermético y poco usual, dado que un embajador nada tenía que hacer en Quiché y Alta Verapaz. Máximo Cajal fue uno de los tres supervivientes. Fue liberado o exigió salir poco antes de que el fuego comenzase. A los grupos de guerrilla no les convenía un embajador calcinado y menos uno que simpatizaba con su movimiento. Vivo hacía más por ellos y eso fue precisamente lo que hizo cambiando versiones, inventando hechos, escribiendo artículos y libros, etc.

Obviamente el gobierno de Guatemala tampoco queda exento de culpa. En 1980 quien gobernaba era Romeo Lucas García, uno de los dictadores más crueles que haya tenido Guatemala y vaya que este país si que sabe de dictadores, pues los ha tenido durante siglos. La Policía Nacional fue la que se presentó a las inmediaciones de la embajada de España, muchos creen que eran militares porque Lucas García era militar, pero no, los que estuvieron allí eran policías, eso sí, siguiendo órdenes como cualquier militar. El manejo de la situación por el Gobierno fue terrible. Hicieron convencer de que no había salida a quienes estaban atrincherados en ese edificio. Y es que realmente no había salida. Por mucha planificación que se hiciera y que el embajador haya entregado su sede pensando en que se respetaría los convenios internacionales, que negociarían, no contaban con la actitud recalcitrante de Lucas García que sino fue tolerante con la guerrilla menos a sus peticiones.

El resto de los responsables son a todos los mencionados en el párrafo de inicio de este blog. No exculpo para nada las violaciones a los derechos humanos que hiciera el ejército durante las dictaduras en Guatemala, pero tampoco las fuerzas subversivas han sido probos. Mucha gente inocente sufrió y cayó durante el fuego cruzado. Ambos bandos en guerra eran lobos rapaces que hundieron sus dientes en el pueblo de Guatemala. Lobos que todavía existen, aunque ahora son garrapatas y sanguijuelas, siempre viviendo de la sangre de otros, siempre haciendo sangrar.
«Guatemala ha sufrido el embate de organizaciones extranjeras sumamente poderosas por causa de los grandes grupos de presión que logran enfilar en nuestra contra. Estas organizaciones pertenecen a grupos con ideologías vinculadas a la izquierda internacional y han interferido en nuestros acontecimientos políticos desde hace muchos años, tal como hicieron en los controvertidos Acuerdos de Paz.»
Entre las páginas incluso nos encontramos con las polémicas circunstancias que rodeo el otorgamiento del Premio Nobel de la Paz, Rigoberta Menchú, cuyo padre fue uno de los actores materiales en la toma de la embajada. Es de todos conocido que el Nobel de la Paz es de contenido político. Personalmente considero que este reconocimiento, junto con el de Literatura son logros que dan mucho para hablar, porque mientras uno tiene un sesgo ideológico, el otro aparentemente busca ser correcto, participativo y no arriesgar, aunque eso no explica lo de Bob Dylan, pero eso es otra historia. 

Me gustó el libro de Molina Sierra. Nos da cápsulas de historia. Contrasta la información. Cita sus fuentes. El ánimo que lo llevó a publicarlo me parece correcto y honra la memoria de su padre. Es un excelente ensayo que podré recomendar siempre a alguien que me pregunte sobre la quema de la embajada de España, aunque tampoco es que haya muchos por allí al pendiente de ese hecho, pero si los hay sobre esa guerra civil mal llamada conflicto armado interno, así que también este libro nos ilustra bastante.
«La Paz es un proceso doloroso que obliga a muchos sacrificios y aún cuando es imposible una Paz sin justicia es también imposible una Paz sin perdón.» Acisclo Valladares Molina

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