viernes, 6 de marzo de 2020

VOCES DE CHERNÓBIL de Svetlana Alexiévich


«Cómo me molestan estas paredes grises del hospital. Qué débil me encuentro todavía. Me tapo de la luz cubriéndome la cabeza porque me molesta ver. Y yo me alargo, me alargo hacia aquello. He intentado verlo. He empezado a mirar más arriba. Pero llega mi madre. Ayer colgó un icono en la sala. Susurra algo en un rincón, se pone de rodillas. Todos callan: el profesor, los médicos, las enfermeras. Se creen que yo no sospecho nada. Que no sé que pronto moriré. Ellos no saben que por la noche aprendo a volar.» Marat Tamártsev, tenía dieciséis años cuando dijo estas palabras.
Svetlana Alexiévich es una reconocida y destacada escritora y periodista de Bielorrusia. Ganó el Premio Nobel de Literatura en el año 2015, aunque en los países eslavos, incluyendo su tierra natal, ha tenido que enfrentar la censura e incluso un exilio autoimpuesto. Su estilo se destaca porque no escribe ficción. Sus letras se han convertido en la crónica de muchas personas nacidas en la antigua Unión Soviética o posteriormente en los países que alguna vez pertenecieron a esta super potencia. Sus páginas son las voces de quienes sufrieron o fueron testigos de las acciones o consecuencias de las guerras en aquella región del mundo. Entre sus obras destacadas se encuentran La guerra no tiene rostro de mujer, Últimos testigos: los niños de la segunda Guerra Mundial y Voces de Chernóbil
«Un destino construye la vida de un hombre, la historia está formada por la vida de todos nosotros.»
La galardonada miniserie Chernóbil, producida por HBO en 2019, trajo de vuelta a la memoria del mundo esa tragedia humana y nos mostró las dimensiones de dicha catástrofe. La serie es un drama histórico donde el accidente de la planta nuclear no es el telón de fondo, sino el hilo argumental principal. Existen cosas que nunca deben de ser olvidadas y las nuevas generaciones necesitan comprender y entender ese pasado, y no repetirlo.
«Somos aire, no tierra...» Merab Mamardashvili
El 26 de abril de 1986 el reactor número 4 de la central nuclear Vladímir Illich Lenin explotó. No fue un complot yanqui, un ataque terrorista y tampoco un error. Fue el resultado de una serie de decisiones negligentes tomadas por quienes estaban a cargo de la planta nuclear. Chernóbil fue el comienzo del fin de la Unión Soviética. Puso de manifiesto que el sistema comunista no era sustentable, que era capaz incluso de destruir al mundo por accidente. Sino se hubiesen tomado las decisiones acertadas por los mejores científicos soviéticos y las autoridades que estuvieron a cargo de la limpieza, liquidación y reparación, la mitad de Europa fuera inhabitable hoy, y prácticamente todo el mundo estaría respirando la radiación proveniente de aquella planta nuclear ucraniana. Estas personas, entre 300 mil y 600 mil, que libraron la batalla por disminuir la tragedia sabían que se enfrentaban a un enemigo invisible, pero no lograban alcanzar ni comprender cómo actuaba ni el costo que tendrían que pagar ellos y sus familias. Se convirtieron en héroes sin nombre y sin rostro.
«Lo más justo en la vida es la muerte. Nadie la ha evitado. La tierra da cobijo a todos: a los buenos y a los malos, a los pecadores. Y no hay más justicia en este mundo.» Zinaída Yevdokímovna Kovalenka, residente en la zona prohibida de Chernóbil.
Es difícil cuantificar el costo humano. La cifra oficial de decesos es una mentira, alrededor de treinta personas. Lo cierto es que, aunque Chernóbil no fue una guerra convencional, fue para los residentes de Bielorrusia y Ucrania una batalla por la supervivencia. No hubo balas, tampoco misiles, pero aún así miles de personas perdieron sus hogares de la noche a la mañana y se vieron obligadas a ser desplazadas y convertirse en refugiados estigmatizados lejos de sus tierras. Se calcula que la explosión del reactor liberó una cantidad de radiación en el ambiente quinientas veces superior a la liberada por la bomba de Hiroshima. Prípiat, la ciudad más próxima a la central nuclear, se convirtió desde entonces en una ciudad fantasma, en una zona inhabitable no por varias décadas, sino por miles de años.
«En la vida las cosas más terribles ocurren en silencio y de manera natural.» Zoya Danílovna Bruk, inspectora del servicio para la Protección de la Naturaleza.
Sobre la tragedia de Chernóbil existen muy buenos artículos en la red y documentales que pueden verse en Youtube, además de la serie de HBO que, pese a su formato, es bastante fiel a los acontecimientos históricos y expresa de una manera muy comprensible para todos lo que significó aquel suceso para la humanidad.

Voces de Chernóbil está compuesta por una serie de entrevista que la autora hizo a personas que estuvieron relacionadas o afectadas por el accidente nuclear. Es un trabajo documental de más de una década y entrevistas a más de quinientas personas entre las que podemos encontrar desde psicólogos, políticos y científicos, hasta liquidadores, residentes y niños. Obviamente no están las quinientas entrevistas, pero si que hay un buen número de ellas que son suficientes para hacernos un retrato humano de lo que fueron aquellos acontecimientos, de cómo se ven ahora y de la perspectiva incierta del futuro.

Lo que más leemos en las páginas es tristeza. Es una emoción que envuelve y tiende a ser constante. Aunque también en ocasiones apreciamos también ira, indiferencia y negación. La entrevista punta de lanza es la anécdota de la esposa embarazada de un bombero que fue llamado para apagar el incendio de la planta nuclear, cuando aún se creía que era una explosión sin mayor trascendencia. Esa mujer es retratada en la serie de HBO, aunque leerla toca una vena sensible en nosotros que no solo nos traslada hasta los acontecimientos, sino nos mueve emocionalmente.
«Tengo miedo de una cosa, de que en nuestra vida el miedo ocupe el lugar del amor.» Lilia Mijáilovna Kuzmenkova, profesora de la Escuela de Arte y Cultura de Monguiliov, directora de teatro.
Voces de Chernóbil concluye con las entrevistas a niños víctimas de la tragedia. Niños que apenas eran conscientes cuando sucedieron los acontecimientos o nacieron posterior a ellos. Niños que padecían de cáncer de tiroides, leucemia, etc., y que muy probablemente cuando el libro fue publicado ya habrían muerto.

En la guerra los solados reciben o pueden recibir una herida de bala. Viven o mueren, pero si logran regresar a casa se olvidan de las balas, serán sus memorias las que los acosen por las noches y no una destrucción de sus células. Los isotopos radiactivos son balas cuyos efectos no se muestran de inmediato, salvo si son cantidades letales que pueden acabar con la vida en dos semanas. Un liquidador, de los que hubo muchos soldados, regresaban a sus hogares pensando que habían sobrevivido, pero a los pocos años esas balas causaron las heridas y no solo perdieron la vida, sino que los llevó a una agonía de dolor que duró meses o años. Quien haya tenido un familiar o amigo que haya muerto de cáncer podrá entender que las radioterapias y quimioterapias son apenas el comienzo del suplicio y que la etapa final es tanto sufrimiento que acaba hasta con el espíritu de quienes están con el paciente. Las víctimas de la radiación lamentablemente llevan consigo ese enemigo invisible que es capaz también de contaminar su hogar. 

Un liquidador cuenta una historia dura y sombría. Cuando regresa de Chernóbil se deshace de la ropa que llevaba, le dijeron que estaba contaminada y que no debía volverla a usar, que debía enterrarla. Pero su hijo de siete años, que lo esperaba ansiosamente, le pidió su gorra y empezó a usarla, era su favorita. El niño se sentía orgulloso de su padre y quería ser como él. La radiación no se siente, no se ve, no huele, no se puede percibir. Él pensó que las autoridades exageraban, que los científicos eran unos alarmistas. Él estaba de vuelta en su casa y no sentía nada. Un año después a su hijo le detectan un tumor cerebral, meses después el niño muere.

Voces de Chernóbil podría decirse que es algo parecido a una colección de relatos de narrativa breve, con la diferencia que estos relatos no son ficción. Debo destacar la pericia de Svetlann Aleksiévich tanto en el orden que utiliza para mostrar cada entrevista, sino también la limitación y estructura que les da. Voces de Chernóbil es un libro que tras concluirlo no te deja indiferente. Chernóbil no es un punto estático en el tiempo al otro lado del mundo, es una tragedia que hasta hoy no ha acabado.
«En un país donde lo importante no son los hombres sino el poder, la prioridad del Estado está fuera de toda duda. El valor de la vida humana se reduce a cero.» Vasili Borísovich Nesterenko, ex director del Instituto de Energía Nuclear de la Academia de Ciencias de Bielorrusia.

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