viernes, 6 de marzo de 2020

LA HABITACIÓN de Emma Donoghue


«Hoy uno de esos días que mamá está ida. No consigue despertarse de verdad. Está aquí, pero no del todo. Se queda en la cama con las almohadas tapándole la cabeza.»
Supe de esta novela a través de la película homónima del año 2015. Estuvo nominado a cuatro premios de la Academia, ganando el Oscar a mejor actriz con Brie Larson. Dada las características de la historia, pensé que inspiró en un caso real. Pero no, todo es una ficción creada y publicada en 2010 por Emma Donoghue, una escritora irlandesa residente en Canadá que aparte de esta obra, también destacan Hood y Salmmerkin

Hay varios casos de mujeres que han sido secuestradas y mantenidas en cautiverio durante años, incluso décadas. En Austria, Natascha Kampush estuvo ocho años aislada en una habitación subterránea, al lograr escaparse, su captor, Wolfang Priklopilson, se suicida. Este delito no solo es la privación absoluta de libertad y de bloqueo de todo contacto o información del exterior, es también esclavitud sexual y tortura física y emocional. Otro caso muy sonado fue el de Ariel Castro, quien secuestró a tres jóvenes en Ohio. Durante más de una década él abusó física y sexualmente de ellas hasta que en 2013 una de las jóvenes logró escapar. Castro, al igual que Priklopilson, prefirió suicidarse antes que enfrentar a la justicia. Dos individuos deshumanizados, monstruos cobardes cuyos actos de maldad no solo destruyeron la vida de estas jóvenes, sino las de sus familias.

La sinopsis del libro es la siguiente: 
«Para Jack, un niño de cinco años, la Habitación es el mundo entero, el lugar donde nació, donde come, juega y aprende. Por la noche, Mamá lo pone a dormir en el Armario, por si viene el Viejo Nick… Para su madre, la Habitación es el cubículo donde lleva siete años encerrada. Con gran tesón e ingenio, ha creado en ese reducido espacio una vida para su hijo, y su amor por él es lo único que le permite soportar lo insoportable. Pero la curiosidad de uno crece a la par que la desesperación de la otra. Sólo queda urdir la huida, un plan más arriesgado de lo que ambos puedan imaginar.»
La novela está narrada en primera persona a través de los ojos de Jack, un niño de cinco años. Es difícil comprender el grado dificultad que enfrentó la escritora al utilizar esa perspectiva. Concebir el pensamiento de un niño que siempre ha estado encerrado en una habitación, que la reconoce como un mundo de todo cuanto hay, y que luego se enfrenta a la liberación y empieza a conocer que el mundo es verdaderamente mucho más grande. Todas esas elucubraciones y emociones, todas esas acciones y reacciones, fueron notablemente complejas. 

No obstante, Donoghue no escribió como un niño de cinco años. Nada más lejos de la realidad. El relato está bien estructurado y su narración es ingeniosa, fluida y atrapante. En la sencillez de las palabras escogidas, en el retrato de las emociones y de las dudas y en la creación de un perfil apropiado está la virtud de la obra. Donoghue fácilmente podría haber apostado por utilizar a la madre como la voz de su relato, situación que no demeritaría ni un ápice la historia urdida. Incluso no me es difícil imaginar el relato desde la víctima, las palabras que utilizaría para reflejar ese sufrimiento, quizá podría haber empleado el recurso literario del diario, un diario oculto donde la madre anotaba su suplicio y como la esperanza iba desapareciendo junto con su voluntad de vivir hasta que nació Jack.

Jack es la figura de la inocencia e ignorancia. Un niño que a pesar de todo es feliz en ese pequeño espacio de poco más de doce metros cuadrados, sin ventanas, con apenas una claraboya en el techo que le indicaba cuando era de día y cuando de noche. Un cuarto que tenía algunos muebles que se convertían en lugares representativos. Obtener todas esas descripciones, sensaciones y emociones desde la voz de Jack es lo que hace a La habitación una obra única que nos deja en vilo al mismo tiempo que nos conmueve.

La mitad del libro es el encierro. La otra mitad es la liberación. En algunos momentos nos toca cuestionar a la madre de cómo es posible que exponga al niño a situaciones peligrosas y riesgosas, pero luego recordamos que las alternativas ni siquiera existen. Era darlo todo por la libertad, porque la muerte en cautiverio podría llegar en cada anochecer. La autora es consciente de esta situación y transmite esos señalamientos a la madre una vez liberada, lo que conlleva a una fuerte depresión.

La vida para ella nunca podrá ser igual, para el niño nunca podría haber sido tan distinta. 

El plano temporal del libro no es muy extenso. Comienza con en el cumpleaños número cinco de Jack, que a la vez simboliza la edad en la que la inocencia debe ir dando pie a la realidad (incluso el captor, el viejo Nick, representa al Diablo). La madre empieza contarle que el mundo de afuera es real, no una fantasía. A la semana siguiente ponen en marcha un plan que no dio resultados, pero tenían un plan b que sí funcionó, aunque a duras penas. Las próximas dos semanas fueron el contacto con el mundo exterior. Jack que durante toda su vida no vio y no tuvo más contacto que con su madre, de pronto se ve abrumado con tantas personas.

La noche es siempre más oscura antes del amanecer. En La habitación Donoghue nos hace ver que, a pesar de la maldad, desesperanza y agonía, la inocencia puede surgir como la luz y la llave capaz de actos de amor y valor que infundan a la vida un aliento que antes había perdido.
«La condición humana no es capaz de resistir un exceso de realidad.» 

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