«El mal rara vez toma forma de inmediato. Al principio se parece más a un suspiro. Un atisbo. Una traición. Pero luego crece y se enraíza, aún invisible, desapercibido. Sólo los cuentos de hadas le dan al mal una forma en toda regla. Los lobos feroces, los reyes despiadados, los demonios y los diablos...»
Normalmente tenemos películas basadas en libros, pero muy rara vez el proceso es a la inversa, libros basados en películas. Labyrinth, una película de 1986 interpretada por David Bowie fue convertida en novela por A.C.H Smith y publicada en 2010. Otro ejemplo más reciente es la reinvención de la Caperucita Roja en la película Red Riding Hood interpretada por Amanda Seyfried, el tono más oscuro y maduro inspiró a Sarah Blakey y pronto escribió la novela, y de esa cuenta en 2011 tenemos una versión muy distinta de la chica de la caperuza roja comparada a la imaginada por los hermanos Grimm. Y ahora tenemos El laberinto del fauno.
Guillermo del Toro fue la mente maestra atrás de El laberinto del fauno, no solamente fue el director de la película, sino también el responsable del guion y de toda la estética, mérito que fue apreciado por la Academia con la nominación al Óscar a Mejor guion original. Las películas de fantasía en ocasiones pasan por la crítica especializada más con pena que con gloria, pero no fue el caso de “El laberinto del fauno, que se destacó entre nominaciones y galardones en los Óscar, Globos de Oro, BAFTA, etc. Guillermo del Toro tampoco ha sido ajeno a las estanterías de las librerías, ya lo habíamos conocido previamente con la Trilogía de la Oscuridad (Noturna, Oscura y Eterna) coescrito con Chuck Hogan; libros que por cierto tenían como temática un apocalipsis vampírico y que probablemente a muchos no les haya parecido más que un enganche de los tantos que hubo con la moda de los vampiros –una época extraña que nos trajo Stephenie Meyer–. Personalmente leí el primero, Noturna, y no me pareció literariamente destacable y tampoco la idea aportaba algo sostenible o memorable. Del Toro es un brillante director, tiene un estilo que nos fascina e impresiona, pero la narrativa no me parece que sea lo suyo, aunque tampoco ayuda mucho coescribir novelas, rara vez estas mezclas funcionan. Chuck Hogan tiene como mérito haber escrito El príncipe de los ladrones en 2005, de la cual se filmó una buena película rebautizada como The Town en 2010, es un género policiaco. Así que por un lado tenemos un director experto en cine fantástico y por el otro lado a un escritor de novela policial, juntos para construir una historia postapocalíptica de vampiros, es de las amalgamas más extravagantes que nos podemos encontrar, sin duda. No obstante, la novela de El laberinto del fauno es diferente, ¡muy diferente!
«En nuestras decisiones reside nuestro destino.»
Toda la narrativa de El laberinto del fauno está a cargo de la escritora alemana Cornelia Funke. Quien mejor para abordar una historia de fantasía que una experta en fantasía. Cornelia Funke ha escrito setenta libros, entre los que se destaca la Trilogía de Mundo de Tinta que contiene la novela Corazón de tinta, la cual podría considerarse su obra más notable. Esta pericia le da una dinámica y apertura para poder crear una estructura narrativa sólida y fluida, con un estilo propio muy pulcro y embelesado. Ella comenta que se reunió con Guillermo del Toro no solo para que le explicara el guion de la película y la historia contada en ella, sino para aclararle varios puntos grises en los que ella podía moverse para no cambiar la esencia del mensaje que Del Toro pretendía dar en su obra cinematográfica.
«Todos creamos nuestros cuentos de hadas.»
El libro tiene una estética que debo elogiar, incluso hay varias ilustraciones creadas por Allen Williams a manera de grabados entre las páginas que dan la sensación de que estemos ante una obra más antigua de lo que parece. Cornelia Funke reproduce la película con sus palabras. Cada escena está en las páginas y escrita a la manera de una historia de cuentos de hadas, con algunas referencias literarias que no era para menos, y las cuales se agradecen. Pero hay algo que se pierde.
Cornelia Funke es una escritora de fantasía infantil y juvenil, es posible que El laberinto del fauno sea el primer libro que sobrepasa sus límites, puesto que se origina de una película que mezcla la fantasía y el horror de la guerra y que a muchos espectadores nos impactó y nos dividió respecto al significado de lo que veíamos. Y aún en la parte de la fantasía, la película es bastante oscura y tétrica. No es algo apropiado para niños. Toda esa atmósfera apremiante y pletórica de significado del filme se diluye substancialmente entre las palabras. En efecto, es fiel a la historia de la película, e incluso complementa con diez historias breves y adicionales que expanden la profundidad fantástica del lugar, como la existencia del laberinto, la historia del molino y el porqué de varios elementos y personajes, como el Hombre Pálido o el gran sapo bajo el árbol. Sin embargo, la historia hubiera sido mejor con un enfoque de literatura gótica que de fantasía. Precisaba de una escritora que emulara el estilo Mary Shelley, incluso me atrevería a decir que en manos de Anne Rise el resultado hubiese tan perturbador como mejor.
«Siempre son pocos los que saben dónde buscar y cómo escuchar, pero para las mejores historias, esos pocos son suficientes.»
Creo que no importa mucho contar la sinopsis, porque si llegaste hasta aquí es porque haz visto la película y tienes curiosidad de qué va el libro. Pero me tomaré unas líneas para explicar el significado de la película, según mi particular apreciación. Ofelia, la niña de once años que está enamorada de los cuentos de hadas, sufre porque su padre ha muerto, su madre se volvió a casar y no solamente está embarazada, sino muy delicada de salud; sufre porque su madre ha decidido emprender un viaje al encuentro de su nuevo esposo en un lugar en las montañas, justo donde ocurre el fuego cruzado, un lugar donde no hay niños y tampoco debería haberlos; sufre porque su madre no la escucha y ni la entiende, no por maldad, sino porque ella también tiene su propio afán; sufre porque su padrastro es un hombre cruel que tampoco la quiere y ve en ella un estorbo del anterior matrimonio de su esposa. La pobre niña por tanto crea un mundo imaginario, es la única manera que tiene de escapar al horror de la guerra. Imagina que es una princesa del reino de las hadas que está atrapada en un cuerpo humano; imagina que tiene que realizar tareas como los personajes de sus libros; imagina al fauno, al sapo bajo el árbol, al Hombre Pálido, lo imagina todo. Es la única forma que tiene para soportar la realidad tan asfixiante y deprimente que le rodea, su única alternativa para no arredrarse a la desolación y miseria de la tristeza. Atrapada en ese mundo de fantasía que su mente creó muere soñando.
La psicosis es el término correcto para definir a esas enfermedades mentales que también pueden extenderse a alteraciones cerebrales. Las neuronas tienen dificultad para desarrollar sus funciones típicas y eventualmente empiezan a distorsionar la realidad. La psicosis puede devenir de traumas de la infancia y vaya que Ofelia tiene que lidiar con muchos. Y no es la primera vez que se nos presenta un personaje que crea su propia realidad. Ofelia es el Quijote que ha creado Guillermo del Toro.
«Los peores temores siempre están debajo de nosotros, ocultos, sacudiendo el terreno que desearíamos firme y seguro.»
La historia es muy triste y desgarradora. Vemos un mundo de fantasía, quizá demasiado tétrico para el gusto de cualquiera, pero todo eso no era más que una representación del horror exterior. No podía imaginar unicornios ni elfos dorados cuando afuera la gente moría de hambre o por las balas. El sapo, el Hombre Pálido e incluso hasta el mismo fauno son elementos siniestros, pero incomparables con el horror exterior.
«Siempre hay algo pendiente, algo sin hacer, algo sin vivir.»
Cuando vemos la película es imposible no traer a la mente aquel libro de Hemingway, Por quién doblan las campanas. Aquellas personas en medio del bosque, escondidos en las cuevas, que combatían contra la dictadura fascista de la España de Franco. Aquella novela no tenía un final feliz, tampoco El laberinto del fauno. La guerra es un monstruo que devora a culpables e inocentes por igual, es una tragedia que enluta a la humanidad. Quiero imaginar que Ofelia no estaba tan lejos de aquellos guerrilleros que volaron un puente y que en el intento perdieron la vida. Después de todo, en la historia imaginada por Del Toro y narrada por Funke, la guerrilla hace algo similar, vuela un ferrocarril.
«Nos creemos inmortales cuando somos jóvenes. ¿O será que más bien a esa edad la muerte nos importa poco?»
No es posible separar la película del libro; no en las condiciones que el proyecto representó para Cornelia Funke; pero si es posible indicar que existe dos formas de comprensión y que la novela creada de Funke tiene una orientación más juvenil, como para un niño de la edad de Ofelia que aun cree en los cuentos de hada, mientras que la película es clasificación R para quienes creemos que los cuentos de hada son un escape de la realidad, una analogía o una parábola que es necesaria interpretar.
«La última página siempre es la primera de la historia siguiente.»
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