«Mario sabía que si respondía a la súplica, Alberto claudicaría a la muerte; era consciente de la gravedad de su estado, no podría aguantar mucho tiempo sin atención médica, una atención que no llegaba. Pero cómo no prometer aquello que un hijo requería para su madre. Le sorprendía el hecho de que, en esos terribles momentos en los que tenía que enfrentarse a la muerte, el único pensamiento de Alberto fuera para su madre, un pensamiento opresivo, consciente de lo que ella estaría penando desde la brusquedad de su ausencia, de lo que sentiría cuando se enterase de que nunca volvería a abrazarlo, a besarlo, a tratarlo como a un niño, ese trato que, una vez traspasada la línea de la adolescencia, resulta tan incómodo para los hijos, y que, sin embargo, ellas, las madres, apenas pueden reprimir a pesar de los reproches.»
Paloma Sánchez-Garnica es una escritora madrileña cuyo camino literario ha sido tan fascinante como sorprendente. Licenciada en Derecho y Geografía e Historia, su formación ha dejado una marca indeleble en su obra, dotándola de una profundidad y riqueza temática. Desde sus primeras incursiones con El gran arcano hasta su consagración con La sonata del silencio, adaptada para la televisión, Sánchez-Garnica ha cautivado a los lectores con historias que exploran los matices de la condición humana con sensibilidad y perspicacia. Reconocida con el Premio de Novela Fernando Lara por Mi recuerdo es más fuerte que tu olvido y finalista del Premio Planeta 2021 con Últimos días en Berlín, su carrera literaria es un testimonio de que su talento y vocación trascendieron a su profesión, consolidándola como una figura interesante en la literatura contemporánea en español y referente de la novela histórica.
Desde que descubrí a Paloma Sánchez-Garnica con La sospecha de Sofía, se ha convertido en una de mis escritoras favoritas. Ciertamente, esa primera experiencia dejó la vara muy alta y creo que nada de lo que he leído ha logrado superarla, pero eso le pasa a todo escritor. Siempre recordamos a Camus por El extranjero y quizá por La peste, aunque tenga un gran legado literario, lo mismo pasa con William Golding con El señor de las moscas o Camilo José Cela con la Familia de Pascual Duarte y quizá, en menor medida, La colmena. Hay novelas que definen al escritor y La sospecha de Sofía, publicada en 2019, es una de esas. No obstante, Las tres heridas, que se publicó siete años antes, me sorprendió. Esperaba una novela más parecida a La sonata del silencio, con ese estilo melodramático, pero en realidad Sánchez-Garnica nos entrega casi una metanovela que me hizo recordar, en cierto punto, a Javier Cercas con Soldados de Salamina. Pero antes de continuar, he aquí la sinopsis:
«Ernesto, un escritor siempre a la búsqueda de su gran obra, encuentra una antigua caja de latón que contiene la fotografía de una joven pareja, Mercedes y Andrés, junto con unas cartas de amor. Comenzará a indagar en la historia de la pareja a través de los datos que obtiene de las cartas. La intrigante imagen, tomada el día que empezaba la guerra civil, y el posible destino de sus dos protagonistas le ayudarán a escribir su gran novela mientras se convierte en testigo de las heridas del amor, de la muerte y de la vida.»
La Guerra Civil Española fue un conflicto tan complejo como devastador que estalló en España en 1936 y se prolongó hasta 1939, aunque sus consecuencias se vivieron durante décadas. Surgió como resultado de las tensiones políticas y sociales acumuladas desde principios de siglo, exacerbadas por la Gran Depresión y la polarización ideológica entre republicanos y conservadores. Entraron en juego las disputas por el poder político, el descontento militar y la incomodidad de ciertos sectores españoles por la creciente influencia de los movimientos comunistas, por un lado, y de los fascistas, por el otro. El conflicto enfrentó al gobierno republicano, apoyado por las fuerzas izquierdistas, contra los insurgentes nacionalistas, desencadenando un enfrentamiento bélico que dejó un saldo de cientos de miles de muertos y marcó profundamente a la sociedad española con una cicatriz que todavía sangra.
Una parte significativa de la población española, conocida como «los no alineados», quedó atrapada en el fuego cruzado, muchos apenas comprendían las intenciones de cada facción política. Estos civiles se vieron atrapados en medio del conflicto y fueron víctimas de robos y expropiaciones, acusaciones y procesos viciados, secuestros y torturas, asesinatos y desapariciones y, en el mejor de los casos, la presión para unirse al combate o apoyar a una facción con sus recursos. Muchos de ellos buscaban simplemente sobrevivir en un entorno cada vez más caótico y peligroso, enfrentando la incertidumbre y el temor a diario. Este es el contexto en el que Paloma Sánchez-Garnica sitúa la novela Las tres heridas, contando la historia de Mercedes Manrique y Andrés Abad Rodríguez, ella una mujer humilde y analfabeta, él un campesino de un pueblo sencillo, Móstoles, a tan solo dieciocho kilómetros de Madrid. Esta joven pareja recién casada fue separada por la guerra y nunca más se volvieron a encontrar; sus voces, al igual que las de muchos otros, se fundieron en el silencio.
La historia de Mercedes y Andrés es solo una de las líneas narrativas de esta novela, donde el «tres» en el título ya nos lo deja ver. También se relata la saga de la familia Cifuentes, una familia acomodada y tradicionalista en la ciudad que enfrenta la erosión de su riqueza y la fractura de sus valores. Su protagonista, Teresa, se enfrenta al desafío de conciliar su pensamiento progresista y feminista con las tradiciones arraigadas, abogando por el derecho de la mujer a votar, seguir una carrera o simplemente decidir por sí misma. Aunque estas ideas podrían no considerarse avanzadas para la época, dada la situación de una España decimonónica que luchaba por desprenderse de su pasado feudal, sí que lo eran. Junto a Teresa, se narra su romance clandestino con Arturo, un simpatizante de la república y aspirante a escritor, cuya vida se ve alterada de forma drástica por la guerra. La última historia se sitúa en el presente, entre los años 2010 y 2012, donde un escritor llamado Ernesto intenta desentrañar la historia detrás de una fotografía y unas cartas encontradas en una antigua caja de latón que compró en un bazar. La imagen idílica de una pareja enamorada, con una fuente al fondo, fechada el día en que comenzó la Guerra Civil, despierta su curiosidad y lo impulsa a investigar. A medida que profundiza, descubre que la historia detrás de esa fotografía merece ser contada; que la tragedia de Mercedes y Andrés refleja la de muchos hombres y mujeres, padres e hijos, madres y esposas, en la España turbulenta que enfrentó a vecinos, separó a familias y sepultó el futuro de toda una generación.
La novela toma su título del poema Las tres heridas de Miguel Hernández, probablemente escrito entre 1938 y 1941 mientras el poeta estaba encarcelado durante la dictadura franquista. Miguel Hernández fue un destacado poeta, conocido por su compromiso social y su profunda sensibilidad lírica. Sus obras reflejan las duras condiciones sociales y políticas de su tiempo, así como su propia lucha personal contra la opresión y la injusticia. Las tres heridas aborda temas universales como el amor, el sufrimiento y la esperanza, y su influencia se extiende más allá de su tiempo y lugar. La novela busca evocar y profundizar en los temas contenidos en esos breves versos de Hernández: «Llegó con tres heridas: la del amor, la de la muerte, la de la vida...»
Dada la universalidad de la vida, el amor y la muerte, se encuentra un significado profundo no solo en las protagonistas de la novela, sino también en varios de los personajes secundarios. Estos personajes están dotados de una considerable profundidad narrativa, y el realismo con que son presentados les confiere una cualidad humana palpable, mostrando tanto sus virtudes como sus defectos, sus bondades como sus mezquindades. El autor del poema incluso hace una breve aparición como personaje dentro de la narración, y si no me equivoco, también aparece brevemente Ramón J. Sender, lo que constituye un guiño por parte de la autora hacia dos de los escritores españoles más importantes de la posguerra.
Cuando sugiero que la novela posee las características de una metanovela, es porque percibo al escritor contemporáneo, Ernesto, como un alter ego de la autora. Da la impresión de que mucho de lo que él está haciendo para escarbar en el pasado de Madrid y Móstoles es similar a lo que hizo la autora en su proceso creativo. Aunque sus personajes son ficticios, es posible que estén compuestos por fragmentos de historias compartidas, retazos de testimonios de ancianos entrevistados recordando su niñez en la guerra, de allí que tampoco me sorprenda un par de elementos que bordean lo sobrenatural, un saludo discreto al realismo mágico. En cualquier caso, la ficción se convierte en un vehículo para dar voz a aquellos que ya no la tienen, para preservar el anonimato de las víctimas y para reescribir los epitafios de las tumbas.
La narración de Ernesto, que ocurre en el presente, al menos desde la perspectiva de la autora mientras escribía, está redactada en primera persona. Por otro lado, el resto de los relatos se presenta en tercera persona, centrándose en los protagonistas, aunque ocasionalmente se permiten ligeros flujos de conciencia en algunos personajes secundarios con una mayor carga emocional. También es importante destacar que la posición de no alineamiento de los protagonistas y algunos personajes se refleja en el tono de la narración. Es decir, Paloma Sánchez-Garnica no toma una posición definida y señala por igual los crímenes y atropellos cometidos por todos los bandos durante la Guerra Civil, destacando que en los actos de fratricidio nunca hay héroes.
Aunque sigo prefiriendo las otras novelas de la autora mencionadas al principio, estoy convencido de que esta podría ser su obra más completa y quizás la más estructuralmente desafiante. Se puede percibir una conexión emocional en los relatos sin caer en melodramas; si acaso los hay, se presentan de manera sutil, ya que predomina la tragedia. Además, la inclusión de escritores españoles de la primera mitad del siglo XX añade una dimensión literaria que enriquece la experiencia del lector. Destaco especialmente la mención de García Lorca; es un episodio que no debe olvidarse, y encontrar la oportunidad para evocar su nombre de manera natural es realmente un logro que merece reconocimiento.
Quizá el desenlace, donde convergen las tres líneas narrativas y se resuelven los conflictos, no me parece completamente convincente, sino más bien conveniente. Sin embargo, esto no disminuye el mérito de la experiencia general, que fue muy positiva como para ser eclipsada por algunas sombras al final. Además, es importante destacar que la autora incluye dentro de la narración unas líneas de Mañana en la batalla piensa en mí de Javier Marías, y solo por eso me levanto y la aplaudo de pie.
Hay una amplia variedad de novelas que abordan la Guerra Civil Española, cada una ofreciendo una perspectiva única sobre este conflicto histórico. Algunas de estas obras se acercan de manera íntima a la guerra, escritas inmediatamente después de su conclusión y a menudo desde el exilio de los autores. Otras optan por explorarla desde una distancia temporal, recurriendo a relatos orales y testimonios de aquellos que la vivieron en carne propia. Las tres heridas de Paloma Sánchez-Garnica se suma a esta tradición literaria, y si bien no ofrece información completamente nueva o inédita, logra entrelazar estos elementos conocidos para presentar una historia cautivadora y conmovedora que invita a la reflexión sobre uno de los períodos más tumultuosos de la historia española.
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