martes, 10 de septiembre de 2019

LA MOSCA DRAGÓN de Arturo Monterroso


«Quizá era el frío y la humedad; quizá era la oscuridad del cielo que seguía negro, sin rastro de estrellas; quizá era la voz de viejo, cavernosa y distante, o sus ojillos ahogados en una penumbra ciega lo que había logrado retenerlos en la tienda, tiritando mientras escuchaban de los espíritus malignos que viven entre nosotros.»
Arturo Monterroso es un escritor, periodista, editor y corrector de estilo guatemalteco. También ha sido columnista y jefe de redacción en diferentes medios y revista. Su trayectoria ha sido meritoria de varios reconocimientos, y quizá el más importante es que varios de sus cuentos se encuentran traducidos y publicados en otros idiomas. Derivado de un proyecto, hace poco tuve la oportunidad de conocerlo y conversar con él. Es una persona con carácter, mucho carisma y un buen sentido del humor. Evidencia rápidamente el conocimiento y dominio de su profesión y es capaz de dar una buena cátedra espontánea de redacción, gramática o literatura. La mosca dragón llegó a mí de las manos de Arturo Monterroso o don Arturo, como he preferido llamarlo.


El título elegido para la novela es un tanto simpático, hasta parece nombre código –que lo es–, es la traducción literal de dragonfly, libélula en inglés. He aquí la sinopsis:

«Dos niñas escuchan una misteriosa voz que atraviesa la pared de su casa. Viene desde la vecindad, donde viven unas viejas. La voz, que llega como un soplo, parece la de un muchacho que nunca logran ver. Y deducen que se trata de un prisionero a quien deben liberar. Viven en un pueblo del altiplano guatemalteco, estremecido por una guerra cuyo fragor termina por alcanzarlas. El encanto triste de la voz del prisionero, con quien establecen una comunicación errática, las impulsa a develar el misterio, que subyace más allá de la imaginación».

Cuando se toma una novela de un autor guatemalteco lo que se quiere –o al menos lo que yo quiero– es que sepa a Guatemala, que entre sus páginas surjan paisajes, algo de nuestro folklore, remembranzas, realidades. Es probable que me esté construyendo un paradigma, pero me parece que en Guatemala pululan mitos, historias y leyendas por doquier, sin mencionar la cohorte de relatos, vivencias y testimonios de la realidad cruda de muchos guatemaltecos. Bien por los paradigmas entonces. La mosca dragón es una novela con sabor a Guatemala. Está ambientada en el municipio de Tecpán, Chimaltenango, describe hasta el clima del lugar. Es fácil imaginarlo, aunque allí probablemente tenga una ventaja al conocer el municipio, de haber recorrido sus calles y avenidas.

La narración es en primera persona, a través de los ojos de una niña que nunca me queda del todo claro si es una mujer adulta recordando ciertos momentos emblemáticos de su infancia, o una niña que cuenta una historia inmediata o cercana. Creo que apostaría por la segunda opción. La forma, ritmo y tono de la narración desde el comienzo me recordó a Matar a un ruiseñor de Harper Lee. Nunca pude apartar esa referencia de mi mente. Llegando a un punto del libro aparece una familia de apellido “Harper” y no se si es coincidencia o es un guiño de don Arturo que confirma mi sospecha. Matar a un ruiseñor narra una historia a través de los ojos de una niña sureña y toca un tema sensible como la justicia y el racismo en una época en donde todavía no se reafirmaban los derechos civiles. La mosca dragón también toca temas muy sensibles como el conflicto armado interno y la represión de las poblaciones con secuestros y ejecuciones, al igual que en el libro de Harper Lee, la figura paterna en La mosca dragón es clave y podría incluso decir que se convierte en un símbolo de paciencia y sapiencia –perdónenme la cacofonía–. 

Con respecto a los diálogos, don Arturo es muy cauto en la utilización de chapinismos –coloquialismos–, aparecen moderadamente, lo cual se agradece, y es que el abuso de esta forma de expresión del lenguaje puede fácilmente incomodar y hacer perder el interés del lector. Lo último que uno quiere es tener a la mano un diccionario que nos auxilie de modismos de determinado país –en los casos que los vocablos al menos estén documentados–. Recuerdo haber leído a un autor que hasta modificaba la grafía de las palabras para calzar con un acento determinado, hacía insufrible los diálogos, francamente al llegar a ellos me los saltaba y creo que terminé saltándome hasta el libro entero. También otro autor escribía diálogos muy americanizados, atentando contra la credibilidad de sus personajes. Si hay una complicación en los diálogos de La mosca dragón es la forma de mostrarlos, en letra cursiva, esto le resta fluidez y en ocasiones como lector se debe ser cuidadoso porque es fácil perderse. A veces había que regresar y revisar en donde empezaba y terminaba el dialogo de cual o tal personaje. Ignoro si esto fue un criterio de edición o estilo, pero en la literatura –al menos en nuestra lengua– estamos acostumbrados a que los diálogos se empiecen en una oración aparte y se encierren entre guiones largos. El uso de cursivas lo he visto orientado a resaltar palabras de otros idiomas, locuciones latinas, títulos de obras artísticas, marcas, etc., raramente los he visto como diálogos de voz interna o pensamientos, y aún más raro, creo que es la primera vez, que los veo para todos los diálogos en general. 

En donde creo realmente que la novela se reciente un poco es en la abundancia de personajes. Algunos obviamente son importantes para la trama, son los que nos interesan e importan. Otros aparecen una sola vez y ese quizá no sea el problema, sino que son bautizados con un nombre y hasta descritos con ciertos detalles y características, mas no aportan valor al relato. Podrían ser recortados y extinguidos en una nueva edición y no por ello el resultado sería diferente. Estos personajes fugaces que aparecen por aquí y por allá detienen el ritmo, e incluso me hacían pensar en momentos ¿y cuándo volvemos al prisionero?

La novela se presenta como juvenil. Particularmente la clasificaría también como realismo mágico. Existen algunas páginas y párrafos por allí que me hicieron recordar a los tiempos que leía a Celso Lara Figueroa y Hector Gaitán, esas historias de fantasmas y aparecidos. Por otra parte, la idea del supuesto prisionero abría la posibilidad, al menos desde los ojos de una niña, que fuera más que eso, quizá algo paranormal. Las viejas de la tienda, que iban y desaparecían, misteriosas y que hablaban en códigos, bien podría ser unas brujas. En fin, la magia y el folklore se fusionan en la realidad, uno de los elementos característicos de ese género.

Entre las páginas surge una antropóloga que los militares, al menos uno de alta jerarquía, vincula con estructuras subversivas en el altiplano, me pregunto si no será un final alternativo para Myrna Mack. Obviamente tiene un nombre, apariencia e historia diferente, pero ¿Cuántas antropólogas había en Guatemala en aquella época y que llenaran esas características? Bien vale decir que es una obra de ficción y cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia.

Es una buena novela que ojalá tuviera más divulgación en las librerías. Recomendable independientemente la edad del lector. Es como esas películas PG13: algunas páginas pueden no ser aptas para niños, por lo que se sugiere que los padres conversen con sus hijos y les brinden la orientación necesaria para comprender esa época oscura de Guatemala que todavía hoy muestra sus resabios.

3 comentarios:

  1. Interesante el contenido de esta novela sobretodo porque rememora libros antiquísimos al menos en El folclor guatemalteco como la calle donde tú vives que fueron no sólo narraciones escritas sino narraciones a través de la radio que nos llevaban a tiempos olvidados o en la memoria de los ancianos que nos recordaban que habían cosas ocultas que era mejor no buscar y no recordar cuando se habla del folclor guatemalteco nuestro país tiene una gran cantidad de información para deleitarse y para asombrar a propios y extraños me llama mucho la atención qué este libro tenga cierta semejanza con la novela o los escritos de Héctor Gaitán como bien mencionas

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  2. Desde mi punto de vista las grandes historias se narran con un lenguaje sencillo utilizando esos chapinismos que nos caracterizan si esta novela La utiliza es realmente de admirar para mí Virgilio Rodríguez macal fue el gran referente de la novela guatemalteca con una narrativa sencilla un argumento a momentos complicados y personajes bien definidos si a esto le agregas el misticismo la religiosidad y hasta lo paranormal de nuestra tierra

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  3. Tenemos una novela muy interesante al menos para mi gusto así que sería bueno leerla para tener una mejor comprensión de la misma excelente narración de la sinopsis Y como siempre un buen escrito saludos estimado. Posdata lo único que no me gusta de blogger es que te limita las palabras en los comentarios fuera de eso está interesante

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