jueves, 12 de septiembre de 2019

VOCES DE LA MUERTE de Rogelio Solórzano

Voces
«El diálogo con la Muerte
es de extraña naturaleza,
es soledad transformada
es desesperado desafío, es la salida de la serpiente
humana
entre los muertos anónimos
que convierten la muerte en destino.»
Se puede comprender una obra literaria a través del autor, o se puede comprender al autor a través de su obra. Rogelio Solorzano es posible que sea casi ignoto y su obra, de publicación independiente, casi imposible de conseguir. Yo todavía no entiendo como este ejemplar llegó a mis manos, pero el hecho es que lo tengo y es quizá la cuarta o quinta vez que lo leo. Así que lo que nos queda es conocer a Rogelio Solorzano a través de estos versos. 

¿Quién es Rogelio Solórzano Estrada? Es un guatemalteco con alma de poeta cuya profesión es la ciencia, es un doctor, experto en farmacología y hasta donde tengo entendido, ejecutivo de uno de los laboratorios en Venezuela filiales a Servier, una farmacéutica europea. La contraportada habla más de sus honores y recorrido en la vida como hombre de ciencia, líder y director, que como escritor o literario. Ignoro su edad, en la fotografía de la solapa se dejaba ver a una persona que fácilmente podría llegar a las seis décadas, quizá más. No sé si aún reside en Venezuela –realmente espero que no– o siquiera que esté vivo. Existe muy poca información de él en la red, aunque confieso que me encontré con un ensayo, algo sobre psicología social y la demencia; no cabe duda que como científico e investigador también tenía fortalezas.

Voces de la Muerte es un compendio de poemas dedicados a la muerte, el título es toda una obviedad. A lo largo de sus estrofas encontramos versos que anuncian soledad, abatimiento, tristeza, aceptación, empatía y quizá hasta una probable simpatía, romanticismo y misticismo con la muerte. En cada línea hay rastros de una lóbrega musa, desde la semilla que abre el prólogo: «morir es como cuando el ser humano se queda dormido y su espíritu sale a vagar», hasta el último verso: «No hay más palabras».

De píe en la tercera edad y conociendo la muerte como un proceso químico, puede que sus versos no parezcan tan arcanos y deletéreos como cabría en el pensamiento neófito que se deja guiar por un título más que por las estrofas. No es la primera vez que leo a escritores con cierto sentimiento de desarraigo por la vida, es probable que no sea más que una etapa de desapego de todos aquellos momentos, ideas y sueños que no serán más, que no tendrán un mañana. En la juventud el poeta se siente eterno y estoico, quizá hasta profano, otros son los afanes, que en la vejez se tornan vanos y hasta infames alienaciones.

El estilo de Rogelio Solorzano es verso libre, y cuando hay rima –que son pocas–, son caprichosas, dadas por la inercia de las palabras más que por la intención de formarlas.

Los poemas nacen de emociones ¡qué más emotivo que la propia muerte! Caudal inagotable, una caja de Pandora.

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