«Dicen que los ojos son el espejo del alma. No sé qué podían reflejar sus ojos y creo que prefiero no saberlo.»
El estilo de Cormac McCarthy es difícil de encontrarlo en otro autor, posee una prosa sencilla, pero no por eso simple, cargada de significado. Las escenas parecen detenidas en el tiempo, como una fotografía en sepia, sin embargo, en cuestión de segundos todo detona en un acto de extrema violencia. Y sus personajes que en un inicio podrían sentirse planos –quizá hasta anodinos–, en la medida que la narrativa avanza destilan profundidad, se vuelven creíbles, casi reales.
«Cuando te haces adulto eres todo lo feliz que serás en la vida. Tendrás buenos y malos momentos, pero al final serás tan feliz como lo eras antes. O tan infeliz.»
Las reflexiones y el fantasma de la filosofía detrás de varios diálogos son motivo suficiente para considerar a McCarthy un escritor verdaderamente interesante y muy bueno, verdaderamente imprescindible; y esto no lo digo a título personal, sino que el grueso de la crítica literaria lo considera así.
Seguramente la mayoría recordará la película de 2007, No Country For Old Man, dirigida por los hermanos Coen; y con la misma seguridad podría decir que todos recordamos esa película por su villano, Antón Chigurth. Recuerdo que ese año fue algo flojo para los Óscares, únicamente había una buena película y era precisamente esta, los otros competidores ya casi han quedado sepultados en polvo, en el olvido, ¿Alguien recuerda a Atonement, Juno, Michael Clayton o There Will Be Blood? Pocas veces he considerado un Óscar a la mejor película tan merecido como el que recibió No Country For Old Man. También debe dársele bastante crédito a Javier Bardem, quien ganó un Óscar por la interpretación del antagonista de la historia y sin duda colocó a Chigurth en la lista de los mejores villanos del cine de todos los tiempos. Es difícil concebir que hubiera sido de esta película sin el Chigurth de Bardem.
«Hay dos clases de personas que no hacen muchas preguntas. Unos son demasiado tontos y los otros no necesitan hacerlas.»
Esta es la segunda vez que leo este libro, y al igual que la primera vez, es un deleite toda la narración. La calidad de su prosa es innegable. Por el cariz minimalista y solitario que transmite su estructura, da la impresión de que el escritor le importó muy poco hacer un libro para vender, quería describir sus pensamientos a través de una historia. Me atrevería a decir que las autorreflexiones del Sheriff Bell son las de Cormac McCarthy, y que el escritor únicamente utilizó a su personaje como un alter ego, una vía para decir simplemente esto: el país (Estados Unidos) está en decadencia y no puede soportar la sensación de desarraigo que le invade, o bien, él es demasiado viejo para comprender, entender y aceptar lo que ahora es el sueño americano, la pesadilla en la que se convirtió.
La ambientación, aunque nunca queda clara, se sitúa en los años setenta. Lewelyn Moss, uno de los personajes principales, es veterano de Vietnam y estuvo en servicio militar hasta 1968. La novela indica que Moss tiene 36 años, podemos asumir que cuando mucho ha transcurrido una década desde su separación del ejército.
La premisa de la historia es bastante sencilla, un hombre en el desierto accidentalmente encuentra los restos de una masacre, evidencia de una fallida transacción entre carteles del narcotráfico. Cerca de ese lugar encuentra un maletín con 2,4 millones de dólares, que traídos a los tiempos actuales y considerando la inflación sería diez veces esa cantidad. Moss, quien es quien encuentra el dinero, siente que se ha sacado la lotería, jamás había visto tanto dinero y si dejaba pasar la oportunidad, jamás lo volvería a ver. Pero también sabía que la cosa no sería fácil y no se equivocó. Tras la apropiación del dinero se desata una cacería, y en ella aparece la figura implacable e imparable de Antón Chigurth, un sicario y psicópata, que tiene la peculiaridad de ejecutar a “casi” todos, los que se cruzan por su camino –el “casi” es porque a veces les da la oportunidad a las personas de elegir su suerte lanzando una moneda al aire–. En otro contexto está el Sheriff Bell que está próximo a jubilarse, pero previo a que eso suceda recibe esa ola criminal que nunca en su vida había contemplado y que lo dejan impávido ante tanto nivel de violencia, inhumanidad y maldad.
«No puede haber negocio de la droga sin drogadictos.»
Si tomamos la película como referencia, probablemente sea el filme más apegado a una novela que haya visto. Están la mayoría de las escenas justo como están narradas en el libro. Es cierto que hay algunas que no se filmaron por la extensión del metraje, por ejemplo: el autoestop de una chica de quince años y la relación un tanto paternal que Moss tiene con ella (ya en la parte final), así como la recuperación del maletín por Chigurth y la entrega del dinero a su verdadero propietario. La película es una proeza digna de ovación para los hermanos Coen, supieron mantener la coherencia y la fidelidad de fuente. La novela está tan bien escrita que no valía la pena hacer ninguna modificación. Es impactante per se.
Es muy satisfactorio que después de leer un libro, incluso si han transcurrido años, sea posible recordar lo escrito en sus páginas. Escenas de la obra quedan grabadas en el lector mientras lee, verbigracia al inicio Antón Chigurth es capturado y esposado por un joven policía y minutos después es Chigurth quien lo ejecuta con sus propias manos, en la propia comisaría. Un segundo ejemplo, dando un salto hasta la parte final de la novela, leemos que Chigurth busca a la esposa de Moss para matarla, al encontrarla ella le dice: «usted no les debe nada a los muertos, están muertos», Chirguth responde: «Sí, pero mi palabra no. Nada puede cambiar eso». Este asesino es fiel a su propio código de valores, y nadie puede hacerlo cambiar de opinión, mecánico, completamente despojado de cualquier rastro de humanidad.
El tiempo es muy violento e innegablemente en perspectiva puede verse una decadencia. Los viejos son más sabios, pero el país no envejece. ¿Antes eran los lugares más pacíficos? sin duda no, pero la guerra no llegaba hasta la puerta de cada hogar.
Ya para cerrar este comentario. A veces una novela es fuente de varias frases citables, de McCarthy nos abundan. Realmente una gran experiencia literaria.
«La gente se lamenta de las cosas malas que le pasa y que no merece, pero raramente menciona las cosas buenas. Lo que ha hecho para merecerlas.»
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