sábado, 7 de septiembre de 2019

CARAHUECA de Nicolás Casariego


«A veces esas voces parecerán de niños y serán de adultos. Otras, serán de adultos que siguen siendo niños. O de niños de verdad. O de seres atemporales. A veces serán voces oídas en Londres, oras en Madrid o, en quien sabe, en su propia casa. Tendremos, claro está, mi voz escondida en otras voces. Y también la voz de la criatura. Una criatura que se arrastra y vuela y sufre y hace sufrir y se transforma y roba caras.»
El suspenso y el terror se mezclan en esta novela devenida de los vestigios del guion y los borradores que el mismo Nicolás Casariego escribió para la película Intruders. Esta película de 2011, dirigida por Juan Carlos Fresnadillo, fue una colaboración anglo española y tenía como principal protagonista a Clive Owen. La historia fue encargada a Casariego, quien también es acreditado como escritor y guionista del film.

Tuve la fortuna de ver la película meses después de leer el libro. Reconozco que Casariego trabajó y pulió bastante bien su novela. Lo que obra en las páginas tiene una calidad muy superior a lo que figura en el celuloide. La película es mediocre, no funciona. Es obvia la inexperiencia del director, no existe siquiera la capacidad de crear una atmósfera oscura o situaciones creíbles. Intruders pasó desapercibida y creo que así estará siempre, olvidada.

Nicolás Casariego es un escritor madrileño mejor conocido por haber escrito la novela futurista y post apocalíptica Cazadores de Luz, la cual fue ovacionada por la crítica y finalista de los premios Nadal. Como dato curioso, Casariego además proviene de una familia de escritores: sus hermanos son el poeta Pedro Casariego y el novelista Martín Casariego, ambos con trayectoria y notables obras publicadas.

La verdadera ventaja de una novela surgida de un guion, y no al revés, es que el guion tuvo que ser leído y discutido por un equipo, corregido varias veces (de allí que existan varios borradores previos a la versión final). También un guion necesita ser aprobado por los ejecutivos y productores del estudio cinematográfico, y pueda que el director también se atribuya ciertas libertades creativas que le permitan cambiar algo sobre la marcha o filmar escenas alternativas antes de llegar a una edición final. Esto le dio la oportunidad a Casariego de que la propuesta literaria fuese mucho mejor narrada y estructurada, más sorprendente de lo que uno pudiera esperar o imaginar.

Aplaudo el esfuerzo del autor por atreverse a superar las expectativas en esta obra. Casariego, no sé si en broma o con franqueza, dijo que después de escribir esta novela consideraría el suicidio, realmente no lo sé, puede que sea sarcasmo o una metáfora, la verdad es que sigue vivo, aunque solitario. A veces los escritores se suicidan o mueren por causas extrañas, pero también muchas veces son unos excéntricos que hablan con vesania. 

Esta es una historia que tiene un ritmo trepidante, en constante crecimiento, capaz de mantener al lector en vilo entre página y página hasta llegar a su clímax. No es que sea un libro pequeño, pero el enganche y fluidez que posee convierten las horas en minutos. El tiempo se detiene.

Particularmente creo que el género de terror ha sufrido de serios agotamientos en estos tiempos modernos. La tecnología y la ciencia han hecho mella en las creencias de las personas. Cada vez las poblaciones son más frías, más distantes y racionales, que cualquier cosa o situación que apueste por algo atípico, anormal, paranormal, rápidamente es traída al margen de la lógica y la explicación sensata a la luz de la ciencia. La literatura no se manifiesta de manera aislada a la cultura, también se enfrenta a estas dificultades. No es cosa fácil escribir de fantasmas, demonios o el mismo Diablo. Se ha escrito tanto antes, ha habido tantas historias antes, que poco sorprende, y si a eso se le suma el terror que los mismos vivos causan, todo parece cuesta arriba. Actos que hoy en día manifiestan el terror en las personas son, por mencionar tan solo un ejemplo, el paroxismo de enterarnos que alguien entró en una discoteca, en Orlando, Florida, y sin mediar palabra, asesina a cincuenta personas y deja un número igual en heridos, consumando de esta manera un vil acto de extrema violencia, de terrorismo.

En efecto, el terror no es un género fácil de escribir y muchos escritores que se adentran en él, tienen dificultades para mantener el ritmo y llegar a un desenlace plausible y aceptable. El caso de Carahueca no es la excepción. La idea es muy buena y el ritmo es crepitante. Los personajes son profundizados y la narración es bastante buena; pero, aunque el crecimiento del suspenso es fuerte, llega a un punto cumbre donde la idea logró lo máximo posible y a partir de allí, en la medida que los secretos y giros se van revelando, la fuerza de la trama se va perdiendo hasta llegar a un final que traiciona la lógica. No es una obra de fantasía para un final feliz. Un buen libro de terror debe culminar con un sabor de heroísmo y tragedia combinado.

La novela cuenta en paralelo dos historias. Una se desarrolla en Madrid, donde un niño de siete u ocho años y su madre enfrentan una presencia maligna sin rostro. La otra se desarrolla en Londres, donde una familia empieza a ser atacada por un intruso, alguien que no tiene rostro. Mientras que en Madrid la madre busca ayuda de la iglesia para ahuyentar la presencia demoniaca, en Londres la familia se enfrenta a un proceso policial y psiquiátrico. En ambos casos, la ayuda buscada no proporciona ninguna solución, simplemente agrava el problema.

Carahueca es en esencia una presencia maligna, que fácilmente puede ser un monstruo, demonio o fantasma, o el mismo Diablo; realmente no importa el calificativo de su título, simplemente lo que importa es su objetivo, robar un rostro, pero no cualquier rostro, sino el rostro de un niño. La entidad oscura vive en una caverna, húmeda, llena de lodo y raíces, pero por la naturaleza de su presencia, pues es una sombra, crea túneles a través de closets o armarios, se alimenta de miedo, percibe a los niños. De allí que la historia tenga una fuerza que crea un ambiente un tanto espeluznante y la convierte en uno de esos libros que posiblemente nadie menor a doce años le gustaría leer solo, en su habitación y de noche.

Francamente Casariego ha logrado desarrollar una historia de terror que vale la pena leer. No es Lovecraft, Poe, Blatty o King, pero sin duda Carahueca tiene algo de esos cuatro.

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