«De vos me quedó esta soledad amanecida, amarga y triste y este vagar interno, rescatando como a náufragos los momentos que juntos le arrancamos al pedazo de vida que nos tocó. Nada hay ya de vos.»
Hugo Arce fue un columnista, periodista, escritor y poeta guatemalteco. Su muerte se registra oficialmente como un suicidó ocurrido el 23 de junio de 2008 en el Hotel Conquistador. Una bala le perforó el pecho. Extraoficialmente se rumora que fue uno de tantos periodistas que a través de la historia han sido silenciados por hacer preguntas, por contar historias, por investigar cosas y casos que de uno u otro modo tocan intereses de algún intocable. Estos intocables generalmente ostentan el poder público, político y social, en el peor de los casos se vinculan a otros círculos más oscuros. La línea que divide la legalidad de la ilegalidad de las estructuras en estos países latinoamericanos es muy tenue, difusa.
Basta con teclear en Google «Hugo Arce» y realizar la búsqueda. Lo primero que aparecerá en la pantalla serán historias de conspiraciones contra el escritor, de un crimen que nunca fue investigado como tal o con las formalidades debidas. Podría ser verdad, podría no serlo. Guatemala es un país «pintoresco», colmado de entramados políticos y viciados tan complejos, herméticos y difíciles de digerir, cosas que han sucedido, siguen sucediendo y probablemente continuarán. Pero, dejemos la política por un lado y esos crímenes relacionados con el poder, porque en este caso lo que nos interesa es comentar las letras hecha poesía del escritor.
Federico Nietzsche una vez dijo «El mejor escritor será aquél que no quiera ser escritor». Una frase que prologa bastante bien la obra de Arce.
Fuera de la polémica de su deceso, Hugo Arce era sobre todo un poeta y como todo buen poeta, su estilo sabía a melancolía, a una profunda, casi abismal, melancolía.
Recuerdo la primera, la segunda y hasta la tercera vez que leí Veinte Poemas de Amor y una Canción Desesperada de Pablo Neruda, «Todo en ti fue naufragio» resuena el eco del tañido de una campana llamada soledad. Aparentemente el romanticismo y los finales felices no se les da muy bien a los poetas. Los versos, que comienzan en enamoramiento y erótico embeleso, no tardan mucho en llegar a la umbría de la tristeza, a la tragedia de los suspiros.
«El estilo de un escritor es el reflejo fiel de su alma» decía Goethe, y creo que nada define mejor a Hugo Arce en esta colección de poemas en prosa Crónicas de Amor, donde todos los romances, toda la prosa, al igual que en Neruda, fueron naufragio. Las crónicas delatan un alma impasible, atrabiliaria y solitaria. Todo comienza y todo termina. Sus romances son como un perfume, cuyo aroma embriaga por la mañana y al llegar la noche sólo deja un fantasmal rastro.
El amor para este poeta es como la niebla. Efímero. Lo abraza al raspar el alba, pero al levantar el sol no le deja más que recuerdos, que lejos de darle felicidad por haber amado le hacen ver lo solo que se encuentra.
«Hueles a quererlo todo, sin que importe el tiempo, sin que importo el modo.
Hueles a tocar el cielo en el estallido final del deseo.»
No estoy seguro si es la tercera o cuarta vez que leo esta obra de Hugo Arce. La primera vez no me gustó, era demasiado joven para entender estos poemas, creo que tampoco aceptaba la prosa como poema, prefería sonetos y cuartetos. La segunda vez sentí un mejor gusto por la narrativa y el uso del lenguaje. Pero ahora, creo que finalmente entiendo que en sus versos hay más que palabras bellas, hay más que flores lanzadas al aire, hay más que dádiva a la belleza. Existe la sombra perenne de la soledad en todo. Como la muerte acaricia la vida con su guadaña. Así la soledad acaricia el amor, el amor según Arce.
Excelente colección de poemas en prosa de este autor guatemalteco, muy difícil de conseguir y si tienes suerte de ver el libro en un anaquel, no dejes pasar la oportunidad.
Para finalizar, quiero dejarles una pequeña selección de apenas tres versos que, según mi criterio, sobresalen entre todos:
«Hay palabras que no me gusta pronunciar; no me gusta la palabra nunca y no entiendo la palabra siempre.»
«Amanecí del sueño a la vida, del vacío de la muerte a esta plenitud de vivir, respirar, de ser y no ser, no existe dilema, existe circunstancia.»
«No es suficiente llenar la vida de sueños para construir el mañana.»
No hay comentarios:
Publicar un comentario