«No os rindáis nunca, no os rindáis nunca. Uno gana porque es mentalmente más fuerte que el otro, y vosotros sois mentalmente más fuertes porque estáis mejor preparados. Si vais ganando, no os rindáis; si perdéis, no os rindáis. Si os hacen daño, no os rindáis.»
Es el dieciseisavo libro publicado por este autor, quien se ha destacado principalmente por obras de ficción legal que dejan una semilla de reflexión sobre los límites de la justicia, la moral y la ética; pero en esta novela hace un entremés fuera de toda esa carga de elementos legalistas –que no demerito en lo absoluto– y construye una historia con una temática distinta, un drama de la vida que tiene como fondo su deporte favorito, el fútbol americano.
La obra es el relato de Neely Crenshaw, un ex-quaterback que tuvo una carrera deportiva profesional tan exitosa como fugaz. Llegó hasta las grandes ligas, pero por diversas razones no logró prolongar su permanencia. Termina regresando a su tierra natal, puesto se enteró de que su antiguo entrenador, su coach del equipo Spartans, estaba muriendo. Sin embargo, no solo Crensaw regresó, también muchos exjugadores más acudieron al pueblo para dar el último adiós en el funeral, puesto la muerte era inminente.
La novela narra esa reunión de viejos compañeros del equipo, de viejos amigos. El hombre que agonizaba era más que un antiguo entrenador de un pueblo olvidado. Ese hombre, a través del deporte, había logrado unir a toda una comunidad a lo largo de 34 años de carrera. Para los jóvenes que estuvieron bajo su entrenamiento había instruido lecciones para la vida –para la vida real–, además de la formación de habilidades y destrezas que requería el futbol americano.
Este personaje, este Coach llamado Eddy Rake, es el eje que mueve a la novela. Con sus métodos poco ortodoxos, incluso barbáricos que se exponen como remembranzas, había logrado sacar lo mejor de los adolescentes que formaban las filas del equipo de fútbol local, tal es el caso que mientras él estuvo al frente, el equipo jamás perdió localmente. Nunca perdió un partido en su propio estadio. Era un hombre que los jóvenes no sabían si odiar o amar, puesto que sus formas de entrenamiento eran intensas, casi militares, básicamente un dictador que se imponía y al que nada le satisfacía. Si él equipo tenía una victoria, no había felicitación, era lo mínimo que esperaba. Si un jugador batía un récord, no había elogios, simplemente un «¿no pudiste llegar más lejos?».
Grisham también se reserva estratégicamente en la narración algunas vuelcas de tuerca que al descubrirse son verdaderamente emotivas.
Este grupo de viejos amigos en medio de las conversaciones cuentan que, en sus momentos más difíciles, cuando estaban a punto de rendirse, recordaban alguna palabra del coach Rake. Así encontraban inspiración y no tiraban la toalla, no se doblegaban. Incluso, para uno de ellos que estuvo en Vietnam, recordar a su Coach le hizo ser el único sobreviviente de su tropa.
«El miedo es inevitable, y no siempre es malo. Domina el miedo y utilízalo en beneficio propio.»
Ya había leído otra novela del autor teniendo como fondo el futbol americano, El Profesional, que también es muy recomendable; pero esta tiene unos ingredientes reflexivos que la hacen diametralmente distinta a la otra. Aquí vemos una estrella fugaz regresar a un lugar donde hubo un hombre que dejó un cráter, una huella positiva en la vida de todos. Había cierto sentimiento de rencor contra su coach, pero finalmente, en el discurso del funeral, cedió ante sus sentimientos y manifestó su admiración, respeto y deuda. Me recuerda mucho a lo que Mandela decía: «Lo que cuenta en la vida no es el mero hecho de haber vivido, son los cambios que hemos provocado en las vidas de los demás lo que determina el significado de la nuestra».
Y para cerrar: «El éxito no es accidental», palabras de Grisham a través de su personaje Eddy Rake. Siempre hay que luchar para alcanzar el éxito, caer, levantarse, fracasar, aprender, es todo un proceso, y nada sucede si no se involucra, si no hay esfuerzo, si no hay sacrifico.
Siempre es un gusto leer a Grisham, un gran novelista.
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