martes, 16 de junio de 2020

EL GENERAL EN SU LABERINTO de Gabriel García Márquez


«Ya no tenía patria por la cual sacrificarse. Era el fin. El general Simón Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios se iba para siempre. Había arrebatado al dominio español un imperio cinco veces más vasto que las Europas, había dirigido veinte años de guerras para mantenerlo libre y unido, y lo había gobernado con pulso firme hasta la semana anterior, pero a la hora de irse, no se llevaba ni siquiera el consuelo de que se lo creyeran.»
La imagen que tenemos de Simón Bolivar es la del libertador. Un héroe militar que emancipó del dominio español los territorios que conforman los países de Venezuela, Colombia, Panamá, Perú, Ecuador y Bolivia. Fue un idealista que soñaba con una América unida. Gabriel García Márquez retrata en esta novela los últimos días de este importante prócer independentista.

El general en su laberinto es frecuentemente clasificada como una novela histórica, que de hecho lo es, aunque su narración y los momentos que se narran distan un poco del canon. También esta novela se cita como referencia en el subgénero de novelas de dictadores, que también tiene algunos ingredientes, pero nuevamente, las clasificaciones no hacen justicia con lo que la novela representa en su aspecto literario. Lo que sí es, y no hay duda de ello, es que es una novela con el estilo de Gabriel García Márquez, bastante gris, con una narración muy parecida a la de El coronel no tiene quien le escriba.

El general en su laberinto es el ocaso inexorable de un héroe. Después de las batallas, ganada la guerra y obtenida la victoria, ya no hay más espacio para un guerrero. Los pueblos liberados no necesitan más de un libertador. Algo parecido le pasó a Winston Churchill, que gracias a él los británicos salieron victoriosos en la Segunda Guerra Mundial, pero cuando esta terminó, ya no había más espacios para Churchill, perdió las elecciones. Fue un excelente hombre para tiempos de guerra, pero no para la paz.

Simón Bolivar en el relato de García Márquez es un hombre prematuramente envejecido, convaleciente y amargado. No hay nada de glorioso ni apoteósico en sus últimos días. Es un hombre que luchó por una patria que pronto ya no lo quiso y no lo necesitaba. Su sueño de que el Nuevo Reino de Granada permaneciera unido y que se expandiera hasta formar un gran país como los Estados Unidos de Norteamérica no sobrevivió ni siquiera una década. Algo similar pasó con el Reino de Guatemala que después de su independencia se fragmentó en varios Estados. El último deseo de Simón Bolivar era llegar a puerto a través del Río Magdalena, cruzar el Atlántico y llegar a Europa. La ingratitud de los suyos le carcomía el espíritu.
«El que almuerza con la soberbia, cena con la vergüenza.» 
La figura de Simón Bolivar en esta novela es la de un hombre derrotado. No hay más caminos que recorrer y tampoco nada por lo que valga la pena morir o vivir. A pesar de que le acompañe una escolta, la soledad es indescifrable. Sus pensamientos, sus recuerdos que van y vienen, tejen en su mente un laberinto tortuoso del cual no quiere salir porque tampoco la realidad es indulgente. Un hombre que dirigió ejércitos y los llevó a la victoria tendría por digna muerte una herida en la batalla o una trampa del enemigo, Simón Bolivar tuvo un lecho de muerte no tan diferente al de cualquier hombre, quizá no en extrema miseria o lacería, pero sin duda una agonía en la cual era reducido hasta perder todo pudor en las postrimerías de la muerte.

La idea de relatar el último viaje de Simón Bolivar a través del Río Magdalena no fue de García Márquez. Un escritor amigo suyo, Álvaro Mutis había pensado en emprender ese proyecto, pero como suele suceder con los escritores, hay tanto por escribir, tanto por terminar y tanto procrastinado, que nunca pasó de una idea. García Márquez, después de varios años, notó que Mutis no había desarrollado la historia y carecía de la motivación como para emprender un proyecto de esa envergadura. Gustoso y animado cedió la idea a García Márquez que neófito en la novela histórica tuvo que investigar durante más de dos años y hacer muchos borradores y correcciones para concluir la novela y darnos un relato fiel a la época, sin anacronismos y con una calidad literaria digna a lo mejor de su obra.
«No hay victoria mayor que la de estar vivo.»
Las grandes batallas, la estrategia de guerra y los épicos enfrentamientos seguramente nutrirían de buen material a una novela histórica que tratara sobre la independencia de Nueva Granada y elevara a Simón Bolivar en sus años de gloria. García Márquez en esta novela va en otra dirección, lo que vive el general ya ni siquiera es una lucha interior. Es un hombre irrepetible que se desvanece. Su victoria es finalmente pírrica. Podría haber guerreado hasta el final por la unidad que tanto anhelaba, pero sabía que a nadie convencía del todo su discurso y que la sangre recalcitrante de una clase criolla y privilegiada se impondría. Las colonias de Norteamérica ya contaban con la observancia de la Declaración de Derechos previo a su independencia y este documento inspiró su Constitución. España feudal había creado reinos y no colonias, y por lo tanto en Hispanoamérica había familias comportándose como nobles y queriendo gobernar como reyes, la independencia con respecto a España no cambiaba nada para la mayoría de la población. De pagar impuestos a la Corona, ahora lo harían para los militares y hombres que jugaban a una democracia que les convenía.
«No son los sistemas sino sus excesos los que deshumanizan la historia.» 
Un libro para reflexionar sobre la política, la vida, las ideas, los sueños y la muerte. Y no hace falta decir que todo escrito de García Márquez es recomendable. 
«La vocación es hija legítima de la necesidad.» 

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