«Solamente soy yo, el cuerpo en la ducha, una persona encerrada en plástico, mirando una gota de agua resbalando por la cortina mojada. El momento está ahí para ser olvidado. Ése parece el sentido último. Es un momento en el que no hay que pensar nunca salvo cuando se está desarrollando. Tal vez por eso no parece peculiar. Solamente soy yo. No pienso en ello. Simplemente vivo dentro del momento y después lo dejo atrás. Pero no para siempre. Dejo de olvidarlo ahora, en este sitio en concreto, donde todo lo que he dicho y hecho y pensado está al alcance de la mano, aquí mismo, para ponerlo todo bien junto y que no desaparezca cuando abra los ojos a la segunda vida.»
Don DeLillo es uno de los escritores más influyentes en la literatura norteamericana en la actualidad. Es uno de los mejores exponentes del postmodernismo literario y entre sus obras notables se encuentra Ruido de fondo de 1985 y Cosmópolis de 2003. Además de novelas ha escrito ensayos, cuentos, obras de teatro y guiones de cine. Ha sido reconocido con al menos quince premios, en donde es importante destacar el National Book Award y el Premio Faulkner, el primero porque es uno de los mayores reconocimientos que un escritor puede recibir en Estados Unidos, y el segundo porque es un premio fundado por el ganador del Nobel de Literatura, William Faulkner, y donde se ha reconocido obras de ficción de calidad literaria (Tobias Wolff, Philip Roth y Richard Ford son algunos de los que han ganado este premio).
Cero K es la obra más reciente de Don DeLillo, fue publicada en 2016. Hasta donde tengo conocimiento esta obra no ha ganado ningún premio o reconocimiento, pero no se aparta del estilo del escritor. Su sinopsis nos presenta una obra de ciencia ficción que envuelve un conflicto familiar. Aquí os la dejo:
«El padre de Jeffrey Lockhart, Ross, es el inversor principal de un centro donde se lucha contra la muerte congelando los cuerpos hasta que la tecnología pueda despertarlos. Hasta ese extraño lugar viaja Jeffrey para consolar a su padre cuando va a despedirse de su esposa enferma con la esperanza de reencontrarla en el futuro. Pero cuando Ross, en perfecto estado de salud, decide acompañarla en el experimento, Jeffrey le niega su apoyo y se rebela. Una oda al lenguaje, una profunda meditación sobre la muerte y una aguda observación sobre lo que implica estar vivo.»
Don DeLillo no es Michael Crichton, Arthur C. Clarke o Frank Herbert, eso significa que todo eso de la criogenización, nanotecnología e inmortalidad biológica es un mero adorno y en el mejor de los casos, un vehículo para llevar a nuestros personajes en la trama. El centro de la novela es la relación disfuncional entre un hijo y su padre. Debo de confesar que cuando compré la novela yo esperaba algo más del estilo de los autores de ciencia ficción clásicos que mencioné al inicio, y aunque ya sabía que Don DeLillo tenía cierta reputación de escritor de alta literatura, decidí apostar fuerte por la experiencia y el conocimiento.
La novela está bien escrita y es un claro ejemplo del posmodernismo literario. Tiene todas las características de este tipo de literatura: el lenguaje es un fino lienzo de expresión y todo puede ser definido a través de él, prima el individualismo y el culto al yo, tiene mucho más peso la experiencia basada en recuerdos que el deseo de experimentar o de la aventura, el mundo es un lugar frío, material y ajeno, los personajes centrales son mustios, deprimentes y amargados, a menudo incomprendidos, no existe verdad, no existe un camino, solo perspectivas.
Está dividida en dos partes. La primera se denomina en tiempos de Cheliábinsk, la otra en tiempos Konstantinovka. Ambos son lugares ubicados en el antiguo bloque soviético. Esto tiene relación con el centro de criogenización que se encuentra en Uzbekistán o Kirguistán, no recuerdo bien, y es que no queda del todo claro y tampoco parece que la ubicación importara realmente. El escritor escogió un lugar remoto e ignoto para toda la cultura occidental. Entre las partes hay un intermedio, una prosa llamada Artis Martineau, que es el nombre y la voz de la conciencia sin pasado y sin futuro de uno de los personajes del libro, la voz que describe el presente en palabras como evidencia de existencia.
Los personajes centrales son Jeffrey, quien es el narrador, Ross, su padre y Artis, la segunda esposa de su padre. Nunca se menciona las edades de los personajes, presumo que por el contexto Jeffrey es un hombre de mediana edad, entrando en sus cuarenta y Ross un adulto mayor. Artis creo que es más joven que Ross, es una arqueóloga que tiene una enfermedad terminal. La relación de Jeffrey y Artis no es mala, hay cierta admiración de él hacia ella y también de lamento por la inminente muerte. La criogenización no es una alternativa para salvar la vida. Artis morirá, al menos lo que ella representa. El proceso que describe el libro es más trascendental y hasta tiene ciertos elementos que dan la impresión de secta. La criogenización no vence a la muerte, sino que puede traer de la muerte en algún futuro (cuando se haya encontrado el cómo) a los cuerpos e incluso su consciencia, pero es incapaz de preservar cualquier recuerdo o conocimiento previo. Una persona criogenizada podrá regresar con apenas conciencia de que existe. Si la muerte es el final de la vida y el centro de criogenización está en un lugar lejano y remoto, el fin del mundo, no me parece puesto adrede y sin duda es un simbolismo y de esos vaya que si hay muchos en la novela.
«El elemento definitorio de la vida es que termina.»
En la primera parte no podía definir si la novela era una distopía. Que todo ocurría en una realidad distinta a la nuestra. No hay referencias o comentarios al mundo moderno. Las palabras se centran en la introspección de los personajes y describen más emociones y pensamientos que cualquier otra cosa. Lo material es tan irrelevante que mencionarlo es irreverente. En la segunda parte hay una elipsis de dos años y nos movemos del extraño centro de criogenización en una región hasta difícil de pronunciar y nuestro personaje central aparece en Nueva York con una amante (él así la llama, a pesar de que es soltero y ella está separada) y buscando trabajo. Da la impresión de que es el Nueva York ruidoso, acelerado y cosmopolita de siempre.
La relación de Jeffrey con su padre nunca ha sido buena. Su padre es un exitoso empresario, millonario e inversor del centro de criogenización. Jeffrey obtuvo siempre lo que necesitaba de su padre, excepto cercanía. Nunca lo llama padre. Ross los abandonó cuando él era muy joven, me parece que adolescente. Hay un momento en la novela en que Ross no puede pronunciar el nombre de la madre de Jeffrey aduciendo que lo ha olvidado. Madeleine era el nombre de la madre de Jeffrey, nunca se volvió a casar, pero tuvo muchas parejas de una noche. Jeffrey jamás olvidaría la promiscuidad de su madre, pero todo aspecto negativo lo atribuiría a su padre, quien no dejaba de ser responsable de todo, incluso de su mediocridad. Nunca me dio la impresión de que Ross fuera un mal padre. Durante toda la novela es Jeffrey, el narrador, quien nos cuenta todo desde su perspectiva, su verdad.
«Son los elementos ordinarios los que componen la vida.»
Se dice que Jeffrey es un hombre inteligente y bien preparado académicamente, pero no tiene trabajo y pareciera que busca perder o quedar mal en todas las entrevistas que su padre consigue para él. Quiere ser algo por sí mismo, pero la mediocridad parece ser un círculo del cual no puede salir y también pareciere que lleva consigo una carga emocional de la cual es incapaz de expresarse liberadoramente. Incluso su apellido no me parece adrede «Lock = bloquear» y «Hart = heart = corazón», corazón bloqueado.
En la primera parte se opone a que su padre se criogenice, lo que significaría que se sometería a una eutanasia. Él aduce el egoísmo del padre hacia él que se va y lo dejaría solo. Su padre desea criogenizarse por una razón muy sencilla, amor. No concibe la vida sin Artis. No ve como todo lo que tiene puede satisfacer ese vacío y además tampoco tiene más porque luchar o porque vivir.
La novela es gris y pareciera que la vida la componen traumas. Donde el padre triunfa el hijo fracasa. Donde el hijo vive el padre muere. Hay un momento justo al final donde el fascinado grito de un niño por un rallo de luz alineado con el horizonte es todo lo que puede sustituir a las palabras. La belleza se quiebra en algo que no puede ser nombrado y las palabras terminan componiendo solo frases dedicadas a la miseria.
Los diálogos entre los personajes en ocasiones me parecieron un callejón sin salida, eran brillantes y estaban bien escritos, pero no decían nada. Jeffrey Lockhart era un personaje que divagaba y no hacía más que eso con su vida. Cuando esta novela fue publicada Don DeLillo tenía ochenta años, a esa edad no quedan más que recuerdos y hemos visto tanto transformarse a esta sociedad que los cambios de la modernidad nos superan y agonizamos en tiempos mejores. En la novela hay monjes, pero ningún Dios; hay tecnología, pero insuficiente; hay una promesa, pero no vence a la muerte; hay una amante, pero no amor; hay un hijo, pero no obediencia; hay una familia, pero desintegrada; hay un padre, pero ausente; hay riqueza material, pero pobreza de espíritu; hay un mundo ruidoso, pero todo es soledad; hay vida, pero que sabe a muerte.
«Nacemos sin haber decidido existir. ¿Tenemos que morir de la misma forma?»
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