martes, 5 de mayo de 2020

AL CALOR DEL VERANO de John Katzenbach


«Mírelo de esta manera: yo podría decir cualquiera de esas cosas y todas serían hitos en el camino que conduce a la verdad. Pero usted no lo comprenderá hasta que llegue al final de ese camino. Además, si yo le dijera ahora, de entrada, todo lo que tengo en mente, le privaría de la emoción del descubrimiento. Por otra parte, usted podría dudar de mi sinceridad; después de todo, apenas nos conocemos. De hecho, el propósito de esta llamada es averiguar algo sobre usted además de hacerle saber que existo, que estoy aquí y que todo esto apenas ha comenzado.»
La primera novela de John Katzenbach tiene como telón de fondo un caluroso verano en Miami. Los sucesos narrados en la novela eran actuales para el momento en que se escribía, era 1975. Un asesino en serie aterrorizando una ciudad no es algo innovador y quizá la idea esté algo desgastada, pero si se cuenta bien, pueda que apreciemos el intento del escritor por darnos una perspectiva diferente y nos dejemos llevar por su historia.

John Katzenbach no logró la publicación de Al calor del verano sino hasta 1982, por lo que eso nos deja un lapso de al menos siete años entre la última página de la novela y su impresión. Las primeras novelas siempre son difíciles de publicar, pero eso no necesariamente se correlaciona con la calidad. Katzenbach con poco más de treinta años era bastante joven y carecía de un nombre como para ser un imán para las editoriales. Esta novela no fue nominada a ningún premio y me parece que hasta la fecha ninguna novela de Katzenbach ha ganado algún reconocimiento; pero lo que si ha logrado es dar con una fórmula que reviste de cierta psicología al suspenso.

El personaje principal de la novela, Malcolm Anderson, es un periodista de sucesos que se ha especializado en el seguimiento de casos judiciales y cobertura de crímenes ocurridos en Miami, de hecho, trabaja para uno de los periódicos más importantes de la ciudad y pese a su juventud ya gozaba de cierta popularidad entre su equipo y el gremio. Malcolm Anderson es el alter ego de John Katzenbach, puesto que el escritor lo dotó de ciertas características que le eran inherentes. Tras leer varias novelas de Katzenbach he reparado que sus personajes centrales poseen algunas similitudes que considero no son coincidencia, siendo Anderson, por ser el primero, el que más podría acercarse a la imagen de su creador.

Al calor del verano pronto se convirtió en un éxito en ventas y no tardó en llegar hasta Hollywood. En pocos años el libro había sido convertido en el guion de The Mean Season, nombre con el cual se adaptó el título. Kurt Russell fue el actor que tuvo el rol protagónico. La película fue estrenada en 1985, lamentablemente se estrelló en la taquilla. Apenas logró recuperar el 43% de su presupuesto. Katzenbach no tenía ninguna participación en la adaptación, pero el fracaso hizo que su próxima novela fuera adaptada hasta una década después. 

La sinopsis de la novela es oscura, pero mentirosa. Aquí os la ofrezco:
«Tras matar a su primera víctima, una inocente adolescente que tuvo la mala fortuna de cruzarse con él, un asesino que tiene aterrorizado Miami elige como interlocutor a Anderson, un reportero de la sección de sucesos de uno de los periódicos más importantes de la ciudad. Anderson y el anónimo criminal establecen a partir de ese momento una relación casi enfermiza en la que el reportero intenta ganarse la confianza del asesino. Un periodista brillante poco a poco irá vendiendo su alma a los designios de un psicópata y a la voracidad de una sociedad morbosa. Como telón de fondo, la cara oscura y mugrienta de una ciudad, Miami, conocida por sus trópicos veraniegos. Bochorno, zafiedad, lluvias tropicales y cadáveres aún calientes.»
Que un asesino en serie se comunique por teléfono, cartas o cualquier otro medio con la policía o con la prensa ya es un cliché de los thrillers y novelas negras actuales. Probablemente en 1975 no había muchos libros que trataran sobre esa temática. Tomemos en cuenta que el término «asesino en serie» es relativamente novedoso, acuñado apenas en 1970. Esto me hace darle un beneficio a Katzenbach. Fue uno de los primeros escritores que empezó a explorar estas historias. Otra razón o punto para Katzenbach es que, a pesar de la ficción, es bastante probable que incorpore mucho material de crímenes o entrevistas que en realidad sí ocurrieron. Era su primera novela y existen similitudes entre el protagonista y él y no descartaría que hubiera otras semejanzas en historias. El asesino, entre las páginas, sugiere que es difícil saber en donde termina la verdad y comienza la ficción.

El libro es fluido y engancha sin mucha dificultad. Se encuentra narrado en primera persona y está escrito para entretener. No se detiene por apologías o reflexiones de ningún tipo, que si estuviéramos leyendo una obra literaria del postmodernismo seguro que el escritor no desaprovecharía ninguna oportunidad para cuestionar la vida, la muerte, la verdad, el mundo materialista y esas cosas que a estos escritores parece obsesionarles y que no niego, también nos gusta encontrar. Es una lástima que Katzenbach no se haya detenido por un momento a digerir lo que a su personaje le estaba ocurriendo, o pueda que el propio silencio o la ausencia sea una comprensión de la indiferencia y apatía conque los reporteros hoy en día abordan las noticias. Es cierto que en una ocasión Malcolm Anderson tuvo que vomitar ante la crueldad de una escena y que un par de veces pareció tener cierta empatía con las víctimas, pero todo es tan fugaz que rápidamente lo dejamos atrás y volvemos al reportero maquiavélico que va por la noticia y no le importa ponerse en riesgo y tampoco arriesgar a los suyos.

No es una novela de Katzenbach si no tiene un componente psicológico diseminado en la estructura del relato. En este caso el asesino en serie era un veterano de Vietnam que ha decidido enviar un mensaje a la sociedad norteamericana. Vietnam para los soldados que combatieron y regresaron no solo fue una ominosa y vergonzosa derrota, sino también un trauma. Si estos soldados ya tenían traumas devenidos de una infancia cruel y de abusos, además de algunos ligeros trastornos psicopáticos, lo que regresaba era un vestigio humano, y en el peor de los casos un monstruo depredador. Si la época retratada era 1975, hacía apenas unos años que Estados Unidos había retirado sus tropas. Existe algo llamado «síndrome de Vietnam» que expresa el sentimiento de toda una década de las personas que regresaron. Muchos veteranos no superaron la depresión y el sentimiento derrotista, aun menos el desprecio de la sociedad y los traumas sufridos en aquellas tierras hostiles, terminaron eligiendo el suicidio como la única alternativa. Veinte veteranos se suicidaban diariamente. En un artículo leí que un proyecto había rescatado a cerca de 18 mil veteranos del suicidio. Vietnam no fue algo sencillo y en la novela de Katzenbach esto quedó bastante superficial porque lo único que sabemos de la guerra es lo que el asesino le cuenta al reportero. Nunca nos queda claro las motivaciones y tampoco el mensaje. 

Anderson es tan expresivo como un centavo, no se gana la simpatía del lector. Pero comprendemos que el personaje sigue sus propios intereses y debemos enfrentarnos a que el narrador no apuesta por hacer lo correcto sino lo que conviene a sus intereses. Esa falta de carga emocional es el peor defecto de la novela. Un tío, también veterano de guerra, se suicidó, su padre que es abogado desaprueba que tenga comunicación con un asesino por el riesgo al que se expone, su novia tiene que lidiar con sus propios problemas que la dejan en estado de chok en el hospital y aun debe sumarle la inconsciencia de su novio de recibir llamadas y cartas del asesino en su propio hogar. Todo esto es suficiente para crear una tridimensionalidad y toda la carga humana que el personaje necesita para expresarse, pero no sucede. Anderson es un brillante reportero con cara de poker y de paso hasta el alma. 

El periódico no dimensiona consecuencias de la relación que desarrolla entre su reportero y el asesino que aterroriza a la ciudad. Apuesta a mantener un liderazgo en los medios escritos, ganar más cuota y obtener más suscripciones. Las víctimas y la colaboración con la policía son secundarias. Bueno, pero ¿qué diario no es sensacionalista o amarillista en estos días? Las palabras que más valía tenían eran los diálogos del fotógrafo, en uno de ellos compara las estadísticas de homicidios en Miami y le suma los supuestos crímenes perpetrados por el asesino, no había variaciones. Las personas asesinadas no afectaban el promedio. Miami ya era violenta. Un loco más matando por allí solo era una llama más en medio de un incendio.

La novela se redime con un final algo abrupto, anticlimático e inconcluso, sin epílogos de ningún tipo. Este final, pese a que pueda ser molesto, me gustó y creo que no podía ser de otro modo. La credibilidad del relato se corona con el desenlace y sin duda recordaré a la novela por esa elección de Katzenbach.
«La verdad y la mentira a menudo se confunden… Sólo una línea muy fina separa la realidad de la ficción.»

No hay comentarios:

Publicar un comentario