«¿Dices que el dinero lo hace el fuerte a expensas del débil? ¿A qué fuerza te refieres? No es la fuerza de armas o de músculos. La riqueza es el producto de la capacidad del hombre de pensar. Entonces ¿hace dinero el hombre que inventa un motor a expensas de quienes no lo inventaron? ¿Hace dinero el inteligente a expensas del tonto? ¿El competente a expensas del incompetente? ¿El ambicioso a expensas del holgazán? El dinero se crea, antes de que pueda ser robado o mendigado; es creado por el esfuerzo de cada hombre honrado, de cada uno hasta el límite de su capacidad. Un hombre honrado es el que sabe que no puede consumir más de lo que produce.»
Cuando se suprime al individuo a favor del colectivismo se asesina la propia naturaleza del ser humano. Ese idealismo socialista que predica igualdad en la práctica es un cáncer que destruye la sociedad. Alexander Solzhenitsyn decía que no podía haber comunista inteligente y bueno, porque quien era inteligente y bueno, no podía ser comunista; quien era bueno y comunista, no podía ser inteligente; y por supuesto, quien era inteligente y comunista, no podía ser bueno. Los peores monstruos de la historia, los mayores genocidas y dictadores han sido comunistas: Joseph Stalin, Mao Zedong y Kim Il-Sung, por mencionar los más infames.
Alisa Zinóvievna Rosenbaum tenía doce años cuando fue testigo de la Revolución Bolchevique. Su familia, de origen judía y de clase media, huyeron de San Petersburgo a Crimea. Desde que aprendió a leer y a escribir se sintió inclinada por las letras y el cine. En su infancia gustaba de las obras de Alexander Dumas, Walter Scott y Victor Hugo. Regresó a San Petersburgo a continuar sus estudios universitarios en filosofía e historia, donde se graduó en 1924. Los filósofos que más influyeron en su pensamiento fueron Aristóteles y Nietzsche, este último principalmente por la exaltación del individuo y su propósito. Siguiendo una carrera en el cine y en las letras, se inscribió en el Instituto Estatal de Artes Cinematográficas de Rusia con el propósito de escribir guiones. Allí fue donde tuvo su primer contacto con Hollywood a través de las películas en celuloide. En 1925, teniendo claro que no tenía futuro en la Unión Soviética, pide una licencia para poder salir del país y viajar a los Estados Unidos con la excusa de visitar a unos familiares. Nunca volvió. En tierras americanas tuvo una mejor comprensión de lo que era la libertad, la verdadera libertad y comprendió que el capitalismo americano no era un monstruo al que debía vencerse. Con la guerra fría y la amenaza y expansión del comunismo, Estados Unidos se convirtió en el último bastión de la democracia y la libertad en el mundo con el suficiente poder y determinación de luchar por ella. Alisa Zinóvievna Rosenbaum hizo realidad su sueño americano convirtiéndose en escritora, pero también en filósofa y creadora de un movimiento que influiría la mente de muchos pensadores en la actualidad. Firmó sus libros con el pseudónimo Ayn Rand, para evitar los sesgos y prejuicios por su origen ruso. Sin embargo, con el tiempo adoptó completamente ese nombre. Consciente de lo que la Revolución Bolchevique hizo en su país, dedicó sus ideas a defender lo más preciado, la libertad.
«Lograr tu felicidad es el único objetivo moral de tu vida.»
Ayn Rand se conocida por haber desarrollado un sistema filosófico denominado «objetivismo». No entraré en detalles ni me atreveré a resumir ese movimiento filosófico porque es muy amplio y debe abordarse desde diferentes perspectivas y dimensiones. Pasaría varias páginas tratando de explicar algo que obviamente puede encontrarse mejor escrito y mucho más didáctico en artículos en la web. Sin embargo, las premisas de esta corriente, aunque provocadoras, son congruentes, racionales y lógicas, y revisten de brillo lo que en apariencia son obviedades tratadas como tabúes. Varios autores en el pasado ya han hablado del individuo y el beneficio de su egoísmo, pero Ayn Rand lo expone de forma directa y franca. Adam Smith, por ejemplo, fue un economista que expuso porque algunos países son ricos y otros pobres, y un común denominador que encontró fue la libertad de asociación y empresa, creó un concepto que denominó “la mano invisible.
«No existe ningún trabajo despreciable, sino sólo personas despreciables a quienes no les interesa hacerlo.»
La rebelión del Atlas es la obra cumbre de Ayn Rand, en ella concentra sino todo, la gran mayoría de los preceptos que componen la filosofía objetivista aplicados –o no aplicados, depende como se le vea– en un Estados Unidos distópico en recesión y decadencia. Es una novela de una extensión abrumadora que me hace compararla con Los miserables de Victor Hugo, Guerra y Paz de León Tolstói o El conde de Montecristo de Alexander Dumas, y es que hay que tener motivación y fuerza de voluntad para empezar una obra de esas dimensiones. Lo cierto es que, Ayn Rand nos hace la lectura amigable y aunque a veces se va de la mano con los tecnicismos, nunca nos pasa por la mente abandonar el libro. Siempre queremos saber en qué va a parar todo.
La rebelión del Atlas fue publicada en 1957, aunque Ayn Rand la empezó a escribir en 1946 y sin duda las ideas de la historia vienen de una época más temprana, los años 30. De entrada, tenemos un libro escrito por una mujer muy inteligente y que se tomó muy en serio cada capítulo y cada palabra de sus personajes. Cabe destacar y aclarar que esta no es una obra literaria en el amplio sentido de esa palabra, por eso de que muchos puristas de la literatura se enfocan en atacar la estructura y construcción de la novela. Es una novela distópica que sirve como vehículo para desarrollar las ideas del objetivismo como discurso para entender la política, economía, la libertad, las empresas y el individuo. Los personajes principales son empresarios y hablan sobre sus problemas de la generación de riqueza, productividad, propiedad privada, política y los diálogos muchas veces son de páginas y páginas. Es cierto que por allí Ayn Rand inserta unos triángulos amorosos, que se sienten algo forzados, pero que ayudan a quitarle un poco el aspecto acartonado de los personajes y de cierta manera también ayudan a hacer fluir la historia, que no se estanque.
Si es un Estados Unidos distópico de los años treinta debemos tener como premisa lo siguiente: es un mundo sin guerra y con poca historia; en ningún momento se menciona la Gran Guerra de 1914 y las alusiones a la historia son muy pobres, no se menciona ni la independencia de los Estados Unidos ni la guerra de secesión. No hubo revolución bolchevique ni existe amenaza mediante acción bélica del comunismo, de hecho, todo el mundo, excepto Estados Unidos, son estados populares, que es como generalmente se denominan a las naciones que han adoptado tácitamente el comunismo. No hubo depresión de 1929 aunque no estamos seguro si estamos antes o después de esta fecha, porque tampoco hay una bolsa de valores. Todo el mundo es pobre y miserable y los Estados Unidos es el que lo sostiene mediante donaciones, pero esta nación también empieza a ser minada desde adentro por políticas extractivas, lo que provoca recesión, desempleo y pobreza y con ello anarquía y oscurantismo. El grado tecnológico más alto alcanzado es como el de finales del Siglo XIX, las industrias que mueven al país son los ferrocarriles, el acero, el petróleo y los motores. Estados Unidos no tiene la misma organización política, de hecho, son una especie de comités los que lideran la nación, tampoco se menciona de la constitución política ni sus enmiendas, como si no existieran; de hecho, los individuos, cuando se defienden, apelan a la moralidad y la ética.
«Quien maldice el dinero lo ha obtenido de forma deshonrosa; quien lo ha ganado honradamente lo respeta.»
La novela empieza con la decadencia de un Estados Unidos que ha adoptado políticas extractivas, que son aquellas que imponen cargas fiscales excesivas a las empresas, controlan la producción, los precios y hasta los salarios y nóminas. La política de Estados Unidos está administrada por un grupo de personas que en la novela se les denomina «saqueadores», que son hombres que tienen hermosos discursos que apelan a la ética, moralidad y justicia mediante la búsqueda de la igualdad en las personas, que cada uno reciba según sus necesidades y que trabaje de acuerdo con sus capacidades. Los saqueadores entienden a las empresas como una necesidad social y que su propósito es servir de beneficio para esta. Han convertido las palabras «ganancias» y «utilidades» en temas tabú. Un empresario no debería buscar ninguna ganancia, sino servir a la sociedad. Irónicamente dentro del grupo de saqueadores hay varios empresarios que buscan obtener, mediante la política y la promulgación de leyes, lo que no pueden en sana competencia, quieren llevar a los líderes del mercado a su misma condición o incluso quebrarlos y apropiarse de sus fábricas y patentes. Los saqueadores no son la población, sino un pequeño grupo de gente con poder que no quiere renunciar a él y que constantemente busca y encuentra chivos expiatorios, son personas muy inteligentes que manejan muy bien las palabras y su retórica.
«Lo que caracteriza a un mediocre es el resentimiento por el logro de otra persona.»
Bajo esas condiciones los empresarios industriales empiezan a desaparecer. Cierran las empresas de ferrocarriles, cierran las empresas automotrices, cierran los petroleros. Las personas productivas, los científicos, los generadores de ideas, desaparecen. Las empresas, cuando no las queman o saquean los pobladores o trabajadores, permanecen cerradas. El gobierno toma esas industrias y las reabre, pero es incapaz de sostenerlas ni siquiera a mediano plazo, porque al no haber personas capaces sino corruptas, las fábricas con su puesta en marcha solo generan pérdidas, típico de cualquier empresa estatal o nacionalizada.
«No hay forma de hacer que lo irracional funcione.»
Los personajes principales, Dagny Taggart y Hank Rearden, son los empresarios que luchan hasta el final y contracorriente. Cuando todo el mundo se está derrumbando ellos son los hombros de Atlas. ¿Aguantarán todo ese peso? La novela contiene más de cien personajes, la mayoría de ellos son secundarios y en ocasiones cuesta llevarles un hilo a todos, porque se mencionan una vez y luego, cuatrocientas u ochocientas páginas después. Pero no pasa nada si se nos olvida quien trabajaba para qué empresa o quien había sido fundador de qué o cuál empresa. Los principales o los recurrentes, los que se mencionan en la mayoría de los capítulos de la novela, aparte de los ya mencionados son alrededor de diez: Eddi Willers, Jim Taggart, Francisco D’Aconia, John Galt, Orren Boyle, Ragnar Danneskjöld, Lilian Readen, Chick Morrison, Midas Mulligan, Wess Mouch y el Sr. Thompson.
En esta sociedad distópica están aquellos que no se rinden, que creen que contemplar quebrar sus empresas y no hacer nada no es una opción; también están aquellos que se han enriquecido con las políticas, con los edictos de ley y que tienen poder. Pero hay una enorme masa que no hace nada. La sociedad de esta novela es nihilista, sin objetivos y sin esperanza. Utilizan frecuentemente una frase «¿Quién es John Galt?» para expresar su desinterés, indiferencia e impotencia ante la situación. Decir «¿Quién es John Galt?» puede interpretarse como «¡Qué más da!», «¡Qué me importa!», «¡Lo que sea!».
«El tipo más depravado de ser humano es la persona sin un objetivo.»
El planteamiento de Ayn Rand es muy interesante y la forma como expresa todas sus ideas hace que La rebelión del Atlas sea la metáfora más larga de toda la historia. Los personajes que creó, aunque algunas veces se sientan un poco estereotipados o muy planos, se ganan pronto la simpatía del lector. En los diálogos es donde “La rebelión del Atlas se aleja completamente de los cánones literarios y nos sumerja en la filosofía, aunque no todos los diálogos. Destaco los de Francisco D’Aconia, John Galt y Ragnar Danneskjöld, este trío que se definen como los destructores del sistema, pero que en realidad son los aceleradores de esa destrucción. Sin ellos el hundimiento de la sociedad americana podría haber durado varias décadas, pero se encargaron que el punto de quiebre llegara en doce años, aproximadamente. Pero sus diálogos en ocasiones palidecen con los de Hank Rearden, el empresario más odiado por los políticos y la sociedad americana, pero al que más necesitan, hostigan y explotan. Hank Rearden, un industrial del acero, se ganó el desprecio de todos por su pragmatismo, por haber creado y patentado la mejor aleación de acero y por su recia defensa a la individualidad, a la persona y a la propiedad privada.
La historia tiene muchos agujeros y cosas forzadas en beneficio de la trama, mas no de las ideas que se expresan. Así como alabé los diálogos, también debo decir que en la vida real nadie habla de esa manera tan pulcra, culta y amplia, como si estuviera en plena charla TED. El proceso de la economía se simplifica mucho omitiendo varias industrias que son claves de desarrollo como la de la construcción y la de las comunicaciones. Llegando a la tercera parte del libro nos encontramos con un discurso que ocupa todo un capítulo, un discurso que, si uno lo leyera en voz alta y haciendo las pausas correspondientes, tardaría casi tres horas; el punto está en que es un discurso de radio con una señal robada ¿quién hablará a la nación en tanto tiempo y sin que se interrumpa? Y mejor ¿Quién escuchará tanto si tiene hambre? Y en ese grado de destrucción y desolación de la sociedad ¿Quién tiene radio? Es que hay muchos lugares donde ni siquiera hay energía eléctrica. No se habla de religión o siquiera de Dios y eso que Estados Unidos, incluso hoy, es un país con una fuerte derecha cristiana (principalmente protestante), pero bueno, supongamos que en esa distopia no existe ningún Dios o ya nadie cree en Él. Pero lo anterior es nada, a donde quiero llegar es a lo menos satisfactorio y aquí tendré que colocar una advertencia de «alerta spoiler»: los empresarios desaparecidos han formado en un valle en las montañas rocosas una especie de paraíso capitalista donde intercambian bienes y servicios y la moneda es el oro, y parecen estar felices y esperando a que la sociedad se acabe, como si la cosa funcionase así de simple, para luego salir y conquistarlo fundando empresas. Lo más probable es que en el momento en que intenten salir encontrarán algo más parecido a lo Mad Max, y todavía no entiendo cómo es que alguien que antes fabricaba motores y dirigía a miles de trabajadores, ahora hornea pan para unos cuantos cientos de sus iguales. Esa parte del paraíso capitalista oculto no tiene ningún sentido. Hubiera preferido un destino mucho más sombrío, el suicidio, que hubiese sido plausible por lo real. En la recesión de 1929 un buen número de personas que lo perdieron todo no huyeron a las montañas a vivir en lo rural, se tiraron de los rascacielos o se dieron un balazo en la sien. De cualquier forma La rebelión del Atlas no tiene un final de todos tomados de las manos.
«Ningún ser humano puede tener sobre otro una demanda que exija que se aniquile a sí mismo de la existencia.»
Ya para concluir, la distopia de Ayn Rand es metafórica y de alto contenido filosófico. Si se saca de ese contexto pueda que moleste y haga ruido. Personalmente me gustó la Rebelión del Atlas y me ha despertado el interés por otras obras de la autora.
«No hay nada de ninguna importancia en la vida, excepto lo bien que hagas tu trabajo.»
Si te gustó 1984 de George Orwell y quisieras leer más de qué pasaría sí el mundo se rindiera a una ideología destructiva como lo es el socialismo y comunismo, este libro te acompañará durante muchas horas y te expondrá las razones por las cuales una persona es un individuo y como un individuo tiene derechos y uno de ellos es la felicidad y esta no puede alcanzarse si las personas no están en un ambiente en el cual se les motive a alcanzar su máximo potencial. La Rebelión del Atlas no es una apología al capitalismo, como se le ha tildado, sino a la libertad de cada individuo.
En el mundo de hoy y específicamente en América Latina, a los empresarios se les presenta como esos villanos que se enriquecen a costa de todo, que explotan a los trabajadores y dañan al medio ambiente. Bueno, eso es lo que nos hacen creer algunas universidades y políticos. En Estados Unidos los empresarios son héroes. Se les elogia y todos quisieran ser como ellos. Para dar algunos ejemplos: Elon Musk, Steve Jobs, Larry Page, Jeff Bezos. En una sociedad libre y culta un empresario no puede explotar ni dañar el medio ambiente, no tanto porque las leyes se lo prohíban, sino porque la sociedad no compraría sus productos y nadie trabajaría para ellos. Si en Estados Unidos o Japón una empresa contamina un río es inmediatamente demandada, multada y su propietario encarcelado, además del castigo y repudio social, se convierte en paria y desaparece. Nuestras sociedades latinas se parecen más a los saqueadores expuestos por Ayn Rand, un pequeño grupo de empresarios ligados a una élite gobernante o clase política; no es capitalismo, sino una distorsión del capitalismo, una aberración.
«El dinero es el barómetro de las virtudes de una sociedad. Cuando veáis que el comercio se realiza, no por consentimiento, sino por coacción, cuando veáis que, para poder producir, necesitáis obtener autorización de quienes no producen, cuando observéis que el dinero fluye hacia quienes trafican, no en bienes, sino en favores, cuando veáis que los hombres se enriquecen por sobornos y por influencia en vez de por trabajo, y que tus leyes no te protegen contra ellos, sino que les protegen a ellos contra ti, cuando veáis la corrupción siendo la recompensada y la honradez convirtiéndose en autosacrificio, podéis estar seguros que vuestra sociedad está condenada.»
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