martes, 7 de abril de 2020

DIENTES DE DRAGON de Michael Crichton


«Todas las tardes, cuando la luz se atenuaba y el terreno esculpido parecía menos inhóspito, cope revisaba con su equipo los hallazgos de la jornada y hablaba del mundo perdido que habían poblado aquellos animales gigantes.»
Michael Crichton fue un gran escritor, no por su estilo narrativo, su calidad literaria o aportación al idioma. Fue un gran escritor porque captaba la atención del lector desde la sinopsis de sus libros. Francamente a las pocas páginas ya estamos enganchados en un apasionante thriller con muchos datos científicos. Teorías e hipótesis que quizá con los años ya estén rebatidas o actualizadas, pero que en su momento Crichton encontró el modo de utilizarlos en un relato estremecedor. Parque Jurásico, Esfera y Congo entre sus obras más notables, con un conjunto de información científica combinada con ficción y con un talento narrativo trepidante.

Una pérdida trágica que en 2008 un linfoma nos arrebatara al escritor que fue capaz de convertir cada uno de sus libros en una película o una serie, ni Stephen King ha logrado tal mérito. Tenía 66 años al fallecer y como casi todos los escritores, muchas notas, relatos no editados o inconclusos y borradores. Dientes de dragón es uno de ellos. Descubierto y publicado diez años después de que Crichton dejara este mundo.

Se dice que Crichton siempre estaba ocupado en varios proyectos al mismo tiempo y era un compulsivo coleccionista de artículos científicos. Los acumulaba y los clasificaba para posteriormente encontrarles una voz en alguna de sus novelas. Si tomamos cualquier libro de Crichton encontraremos una bibliografía de no menos de cuarenta fuentes. Tenía 66 años cuando murió. Escribió hasta el último momento y esta novela es una muestra que hay tesoros escondidos en su escritorio.

Dientes de dragón fue un relato que empezó a escribir, se ignora si antes o en simultaneo, con Parque Jurásico. Estaba en búsqueda de fuentes de paleontología y encontró datos históricos de una vieja vendetta y agresividad entre Othniel Marsch y Edward Cope, dos profesores de paleontología, uno por la Universidad de Yale y otro por Filadelfia, quienes hicieron grandes contribuciones a la ciencia con sus descubrimientos. De las cenizas de esa rivalidad que rebasaba lo profesional y personal, encontró rescoldos que dieron cabida para una historia que hablase sobre ello y he aquí la sinopsis:
«1876. Tribus de indios en pie de guerra asolan los territorios del oeste de Estados Unidos. A este paisaje primitivo y hostil llegan las expediciones dirigidas por dos paleontólogos rivales en busca de fósiles de dinosaurios. William Johnson, un universitario rico y consentido, se incorpora al grupo de Othniel Charles Marsh, pero cuando este sospecha de sus intenciones y le abandona, William se une a su archienemigo, Edward Drinker Cope. Ignora que está a punto de hacer un descubrimiento histórico que deberá defender de los personajes más peligrosos del Salvaje Oeste.»
Solemos suponer que como se hacen las cosas hoy en día, en cualquier disciplina, así se ha hecho siempre. Esa suposición va en cierta parte por la ingenuidad e ignorancia, y por otra, la pereza investigativa y que nos importa un rábano. La mayor parte de las veces aprendemos la disciplina, y luego, hacemos muchos intentos para aportar algo de valor y lograr un pequeño cambio. Con el tiempo los pequeños cambios se hacen significativos y transformamos las cosas. La tecnología ciertamente ha acelerado ese proceso. El pasado resulta ser interesante y curioso. Sin embargo, para avanzar el pasado no ayuda de mucho, porque el futuro aun es un camino por explorar. Pero esto es discutible, depende de la disciplina. A un contable de poco le sirve como se hacían los registros de contabilidad en el Siglo XVIII, pero a un botánico o biólogo le resulta fascinante leer y releer el Origen de las especies.

En 1876 el oeste de los Estados Unidos solía ser inhóspito, con muchas carencias y hostil. La frase hecha y rehecha el salvaje oeste carecía de más significado que el que le damos. Las personas de aquella época que migraban a esas tierras eran buscadores de fortuna. Se decía que había oro en las montañas y cualquiera apostaría su vida por un mejor mañana y que mejor si se era millonario. Había muchas tribus nativas, unas incluso en declaración perpetua de guerra contra el hombre blanco. No eran personas indefensas y arrinconadas a su suerte, sino hombres brutales y sanguinarios. Por otra parte, eran tierras sin ley, había toda suerte de forajidos, pistoleros, timadores y delincuentes. El vicio estaba por doquier. Para sobrevivir era preciso endurecerse y aprender las frágiles reglas de convivencia.

El personaje principal, William Johnson, era un chico de 18 años, estudiante de Yale, de familia acomodada, que se involucró en una aventura por una apuesta. Aunque al principio Johnson era un tanto cretino y egoísta, vano si se quiere, se toma muy en serio la expedición paleontológica y hace lo que debe para ganarse su lugar en ella. Y luego hace lo imposible para sobrevivir, aunque nunca sin romper sus propios valores y ética. Rápidamente el lector se identifica con William Johnson y sin mucha dificultad. Ese joven inmaduro de la noche a la mañana se convierte en un hombre curtido.

En estas novelas se siente un Crichton más libre, sale del concepto de tecnología, ciencia y suspenso y nos adentramos al terreno de la aventura y descubrimiento. Me recordó a Devoradores de cadáveres, es la que más se le parece. Porque los elementos son muy similares. Tenemos a un personaje central que se embarca en una aventura por una causa específica que de cierta manera es ajena a su voluntad, un personaje que evoluciona y que al llegar a la conclusión del relato es diferente porque ha ganado no solo experiencia, sino una apreciación distinta por la vida y por el mundo.

Crichton, aun en sus novelas póstumas, nos llena de brío en esa travesía entre páginas. Era fácil imaginar el polvo alcalino, el carromato varado, las balas silbando, los gritos de guerra y todo el salvaje oeste como una de esas películas western. 
«La verdad es un producto del carácter de un hombre.»

2 comentarios:

  1. Suena interesante este tipo de narrativas sobre todo porque en el lejano oeste sólo vez vaqueros vrs indios nativos, series como Bonanza o el gran Chaparral aumentaron este conocimientos en mí perdona. Por eso me resultó fascinante cuando apareció "Volver al futuro 3", y viajaron en una máquina del tiempo al oeste salvaje. Más interesante me resultó cuando vi Aliens Vrs. Cowboys en donde Daniel Craig deja su papel de James Bond y se encuentran en el salvaje oeste con seres de otro mundo. Por lo que suele ser.muy tentativo encontrarse con un libro que mezcle el salvaje oeste con algo sobre natural.

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  2. Gracias por tu comentario. El salvaje oeste no solamente eran historias de vaqueros, pistoleros y forajidos. Hay un libro de Isabel Allende, la Hija de la Fortuna, que nos da una mejor idea de esa época y que fue lo que motivó la expansión del Atlántico hasta el Pacífico, pasando por todo ese centro basto e indomable.

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