miércoles, 8 de abril de 2020

EL ENGAÑO DEL ÍCARO de Seth Godin


«La escasez, la cuota de mercado, los monopolios y la potenciación al máximo de los beneficios buscan chuparle la energía al sistema. Los industrialistas quieren que el sistema se tranquilice, que se vuelva organizado, productivo y, sobre todo, rentable. Los artistas quieren añadirle energía al sistema, reorganizarlo, hacer avanzar el juego.»
Ícaro es un personaje de la mitología griega, no es un dios ni un héroe, pero su historia particularmente ha servido como parábola, analogía y consejo durante miles de años. Ícaro y su padre, Dédalo, estaban atapados en la isla de Creta, retenidos por el despiadado rey Minos. No podían escapar ni por tierra ni por mar, únicamente les quedaba el cielo. Dédalo era brillante, fue quien construyó el gran laberinto que albergó a la bestia semihumana conocida como minotauro, y si podía hacer semejante obra de ingeniería tampoco supondría mayor dificultad salir de aquella roca. Con plumas y ceras elaboró un par de alas, unas para sí y otras para su hijo. Aprendieron a volar. Cuando estaban listos para partir le dijo a Ícaro que no se acercara mucho al mar, porque mojaría sus plumas y se desplomaría, y tampoco al sol, porque la cera que unía las alas se derretiría. Ícaro al principio siguió la recomendación de su padre, pero poco a poco se enamoró de la libertad de estar en los aires, como un ave. Fue ganando más altura hasta que perdió sus alas y cayó al mar, donde murió.
«La valentía consiste en contar tu historia, no en ser inmune a las críticas.» Brené Brown
Seth Godin es para el marketing del Siglo XXI lo que Philip Kotler era para el Siglo XX. Godin es uno de los gurús más importantes del mundo, probablemente el más leído y escuchado en la última década. Es empresario, consultor y conferencista, además de escritor, filósofo e informático. Tiene miles de artículos publicados en su blog y ha participado en muchos podcasts. Sus obras más notables son La vaca púrpura y Tribus.
«La importancia de seguir las instrucciones está sobrevalorada.»
El engaño del Ícaro toma su título de la tragedia del hijo de Dédalo y hace una analogía con el emprendimiento más que con el marketing. Nos concentramos y tomamos una parte del consejo: no debemos elevarnos tanto que toquemos el sol y nos desplomemos. Olvidamos que existe otra parte del consejo de Dédalo: no volar demasiado bajo, porque entonces las olas nos atraparán y nos ahogaremos. Igual destino es para quien vuela muy alto, como para quien lo hace bajo. Pero nadie recuerda a los que vuelan bajo, únicamente a los que intentan tocar el sol. ¿Qué hacemos entonces? Tendemos a volar tan bajo como sea posible y muchos desaparecen en silencio, sin que nadie los note, sin hacer ruido. Tratar de tocar el sol puede ser insensato, porque el sol es inalcanzable, pero el punto no es actuar con vesania sino llegar tan alto hasta donde sea posible volar, que en la vida real esas caídas son fracasos y siempre te puedes levantar. Quien fracasa es la idea no tú. Si has estado en los celestes cielos, difícilmente te volverás a conformar con el gris mar.
«El arte no es un gen o un talento específico, sino una actitud, impulsada por la cultura y la disposición de todos aquellos que elijan adoptarla.»
Este libro de Seth Godin puedo resumirlo en dos palabras «haz arte». Lo dice de una forma tan constante, directa e indirectamente, evidente y entre líneas, todo queda en esas dos palabras «haz arte». ¿Y de qué haremos arte? En lo que sea que hagas puedes hacer arte. No es el artista que crea el arte, sino el arte quien crea al artista. Personalmente siempre me he quejado y me ha parecido una mala analogía describir las disciplinas o las ciencias como «el arte que estudia tal o cual cosa…» o «el arte que hace esto o lo otro», pero Godin me ha cambiado el concepto. Esa disciplina, esa profesión, esa actividad, ese proceso, lo que sea puede ser arte siempre que reinvente, sea disruptivo, afronte las consecuencias de romper las reglas o cree nuevas. El arte suma emoción, la emoción de quien lo crea y la emoción de quien lo recibe. Olvidemos las ideas de que el arte es una pintura, una escultura, una canción o un poema, el arte es ese talento innato de creación, y no es imposible alcanzarlo.
«Las estrategias carecen de significado sin el cambio, sin la pasión y sin las personas que desean enfrentarse al vacío.»
Hemos dejado atrás las estrategias de la época de la industrialización y la producción. Esas estrategias de creación del producto estándar y homogéneo creado para la colectividad. Ahora estamos en una época del culto al individuo. Las empresas no pueden crear tan fácilmente nuevos productos de consumo masivo, y las que lo tienen cada vez se les dificulta más su comercialización. Estamos en una época donde hay un color, una marca, un modelo, una versión y un estilo diferente que entre permutaciones pueden hacer única la selección de cada persona. Nadie quiere verse igual a otro. Todos queremos manifestar nuestra identidad. Obviamente el concepto no evade la enajenación y tampoco la identificación a cierto nicho, o como dice Godin, a una tribu. El marketing del Siglo XXI que tendrá éxito es aquel que se enfoca en nichos.  
«Nuestro éxito no consiste en ser el líder de los precios bajos, sino en ser el líder en el que se puede confiar.»
La productividad tenía su ventaja, y eran los precios bajos. Pero cuando volteamos a ver a los líderes de cada mercado nos sorprende que ninguna marca que tiene la mayor parte del pastel compite en precio. Apple no tiene los teléfonos más baratos y es líder en ese segmento, Nike no es para nada la zapatilla más barata y lidera su mercado, Toyota lo mismo. ¿Cuál es el común denominador? Según Godin es la confianza. Confiamos en los líderes, en sus productos y tecnología. Retomando el ejemplo del iPhone, no es el teléfono más barato, tampoco el que tiene la mejor cámara, ni mucho menos la tecnología más avanzada, pero preferimos siempre un iPhone porque confiamos en la marca. No vemos en los productos de Apple cualquier cosa, sino una expresión de arte. Apliquemos ese concepto en Nike y nos aparece lo mismo. Las zapatillas las preferimos porque los diseñadores de Nike se enfocan en el arte. La estética del producto nunca ha sido tan importante como ahora. Si hasta las personas guardan las cajas de los iPhone, no es basura descartable porque hasta en el empaque hay una visión de la estética que suma.
«Me da igual cuántos amigos tengas en Facebook o cuántos seguidores en Twitter. No son ni amigos ni seguidores de verdad. Lo que me importa es cuánta gente te echará de menos si mañana no vuelves a aparecer por ahí.»
El engaño del Ícaro es bastante diferente a otros libros de emprendimiento que haya leído antes. No es un libro teórico tampoco podría apreciarlo como un documento científico. No es una tesis y como ensayo podría encajar mejor, a no ser porque Godin se reserva ciertas licencias personales donde busca abordar enfoques mucho más precisos del significado no solo del emprendedor, sino de nuestra huella en el mundo. El cariz filosófico en ocasiones se deja ver abiertamente y puede que nos haga cerrar el libro y sumerja en una reflexión por un largo momento.
«La vergüenza es una asesina de espíritus, un enemigo para quienes pueden mostrar coraje.»
El problema al que nos enfrentamos todos es el miedo al fracaso. La vergüenza o la reprimenda nos amedrenta. La pérdida de estima es en ocasionas más valiosa que la monetaria. Nadie quiere quedar en ridículo. Nadie quiere ser expuesto y que se burlen de él. Si Jackson Pollock hubiera creído que sus pinturas nadie las entendería y que nadie vería mas que manchones, no se hubiera siquiera atrevido a comprar los óleos. El arte no está en el objeto, sino en los ojos que lo aprecian. A muchas personas no les gusta lo que hacía Pollock, pero a otras sí. Obviamente es haciendo arte que nos hacemos artistas y las concepciones estéticas deben ir más allá que mostrar un producto final, sino una imagen, una presentación, un servicio y un producto que también nos satisfaga como creadores.
«La vida sin dolor está fuera de tu alcance. Puedes esforzarte en limar asperezas, eliminar los riesgos y asegurarte de gustarles a todos las personas con las que te encuentres. Pero en el improbable caso de que lo consigas, pronto te acosará la certeza de que no durará mucho tiempo y de que es cuestión de tiempo que llegue alguien que lo eche todo a perder.»
El fracaso y el éxito son dos caras de la misma moneda, así como la felicidad y la tristeza. Evitar un dolor siempre conduce a otra forma de dolor. Podemos estar convencidos que lo hemos logrado, que nuestra idea es próspera y que da resultados, pero esto no durará mucho. Las buenas ideas pronto son vistas por otros y en menos de lo que esperábamos ya tenemos competidores. Las ventajas competitivas nunca son permanentes. Exigen una reinvención cada cierto tiempo. Existen algunas películas que no envejecen bien, lo mismo pasa con las ideas y los proyectos, pero en menos tiempo.
«La libertad no es la capacidad de hacer lo que te venga en gana. Es la voluntad de hacer lo que quieres hacer.»
Si el arte no está en el objeto sino en los ojos que ven, ¿qué es lo que esos ojos ven? No necesitamos más que ver en nosotros mismos y contemplar los comunes denominadores de nuestras marcas favoritas: ¿por qué las compramos? ¿por qué ganaron nuestra preferencia? ¿por qué esta y no la otra? Como primera respuesta tendremos siempre una racionalización, en ocasiones apresurada e improvisada, y en otras muy argumentadas, casi como si fuese el planteamiento de una hipótesis. Pero en la compra prima la emoción y esta es posible cuando se ha creado un vínculo. Volvemos a la confianza, pero también agregamos que ese vínculo suma a nuestra identidad. Nos gusta porque creemos que se parece a nosotros, encaja con la identidad que hemos construido o es a fin a nuestro estilo de vida. Un reloj chino genérico nos da la hora igual que un Tissot o un Bulova, pero lo que sucede es que no queremos solo saber la hora en realidad.
«Para algo que sea arte, tiene que haber un regalo. El regalo establece una conexión y un vínculo, y estas uniones se encuentran en el centro de la economía de la conexión. Las conexiones generan más valor, y de este modo el juego continúa.»
El engaño del Ícaro es un libro para emprendedores muy retador, con énfasis en la acción, alienta a seguir adelante por una causa propia, a que seamos artistas, que nos rebelemos ante los prejuicios, los paradigmas, las ideas preconcebidas. Tener miedo no es malo, es lo esperado, es completamente natural e instintivo. No tener miedo fue lo que hizo a Ícaro caer, pero vivir con miedo y no hacer nada nos ahogará en el mar sin siquiera haber batido las alas. 
«Las cosas al final salen bien, que el dolor forma parte del viaje, y que sin dolor no hay ningún viaje que de verdad merezca la pena.»
Dédalo llegó sano y salvo a Sicilia. Lloró la pérdida de su hijo y sin duda él hubiera preferido dar su vida a cambio. Llegó a su destino, tuvo éxito y dolor. Su idea funcionó. Voló y tuvo que hacerlo alto y rápido. Él construyó las alas, sabía cuánto resistían. Tenía miedo, pero también conocimiento y determinación. Ícaro no tenía ni lo uno, ni lo otro.
«Tu mayor fracaso es aquello que soñabas hacer pero que no hiciste porque no reuniste el valor necesario.»

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