«La suerte no era algo que le gustara: para él, no era más que el sustituto de la competencia para el imbécil. Le había salvado la vida, pero no era un aliado de fiar. Conocía a hombres más jóvenes que creían en la buena suerte, que confiaban en ella, que pensaban que era algo que poseían. Sin embargo, a sus cuarenta y ocho años, él sabía perfectamente que la suerte es solo suerte, y la mano invisible que lanza la moneda es tan fría como un cadáver.»
Cuando fue publicada la primera novela de John Verdon, Se lo que estás pensando, él tenía 68 años y ninguna experiencia como escritor, al menos no con este tipo de novela del género policial. Puede que en su vida profesional como publicista haya generado varios documentos escritos, pero fue hasta su retiro donde encontró su verdadera vocación. El éxito que ha tenido no ha sido cuestión de suerte. Atrás de cada persona que ha conseguido algo, existe un camino largo y sinuoso que no solo ha transitado, sino que ha construido.
Let the Devil sleep –Deja al Diablo dormir– es la tercera entrega de la serie de Dave Gurney, un detective retirado de la policía que vive en los suburbios rurales con su esposa. Gurney es un personaje que Verdon nos entrega ya con un historial de logros en su carrera, además con un trauma personal, la pérdida de un hijo, un niño al cual no pudo salvar y tampoco descubrir y atrapar a su asesino. Esta contradicción no le suma demasiado al desarrollo de las historias, pero ayuda a que tengamos algo de empatía por Gurney que siempre está dispuesto a romper una que otra regla para cumplir su objetivo, aunque estas reglas no tienen nada que ver con la ética o moralidad, es más procedimientos burocráticos de las oficinas de investigación de Estados Unidos.
Las novelas policiales no destacan demasiado por su apego a la realidad, tampoco por su originalidad. Siempre es una cuestión de creatividad para el planteamiento de las premisas y luego todo transcurre como cabría de esperar. La idea de un asesino en serie racional que justifica sus actos es de por sí algo muy hollywoodense, Verdon lo ha entendido bien y, en un acto de autoparodia, ha señalado dichas circunstancias en esta novela.
Para aportar un poco de realismo –solo una pizca–, la base para la creación del antagonista fue un asesino en serie que sí existió y puso en jaque a la policía y aterrorizó a Washington D.C a principio de la década del 2000. Su nombre era John Allen Muhammad. Muhammad junto con su hijo adoptivo planearon una serie de asesinatos. Se cobraron alrededor de diez víctimas y otras veintitrés resultaron heridas. Muhammad adaptó un vehículo tipo sedán de tal forma que una persona tendida en la parte de atrás pudiera realizar un disparo a la manera de un franco tirador. Las víctimas eran completamente aleatorias. La idea de Muhammad era crear un asesino en serie mediático al que la policía persiguiera para luego, cuando llegara con su objetivo final, su exesposa, él fuese descartado como principal sospechoso. No obstante, fue atrapado, llevado a juicio y sentenciado a pena de muerte.
En la novela el asesino en serie se le conoce como el buen pastor y existen ciertas similitudes con John Allen Muhammad. Aquí la sinopsis:
«Han pasado seis meses. David Gurney apenas ha conseguido reincorporarse a una cierta normalidad después de haberse encontrado al borde de la muerte tras resolver el caso más peligroso al que se había enfrentado. Madeleine, su esposa, está preocupada; Gurney ha sido diagnosticado con síndrome de estrés post traumático y nada parece alegrarle. Días después el ex detective recibe una llamada. Connie Clark, la periodista que creó la leyenda de Súperpoli y lo catapultó a la fama quiere pedirle ayuda. Su hija Kim está realizando un documental sobre las familias de las víctimas de un asesino en serie al que nunca atraparon, el Buen Pastor, y Connie quisiera que Gurney supervisara sus investigaciones y la guiara. En parte por aburrimiento y en parte por hacerle un favor a Connie, Gurney acepta. Sin embargo, esto no será más que el principio. Incapaz de ponerle costo a su curiosidad y a su necesidad de resolver cada una de las incógnitas que se le presentan, David Gurney se verá arrastrado a una investigación para descubrir la verdadera identidad del asesino.»
Después de haber leído todos los libros de Verdon, esta tercera entrega de la serie de Dave Gurney es la mejor. Tiene muchos elementos que ya se han afinado, además que posee el mejor ritmo de thriller. La esposa de Gurney, Madeleine, no parece tan unidimensional como en los otros libros donde bien podrían haberla sustituido por un florero y nadie la hubiese extrañado. Aquí al menos Verdon le da algo de participación en algunos capítulos y no es que haga fluir la narración, pero tampoco la bloquea.
Verdon tiene un común denominador de clichés en todo el desarrollo. Los finales son muy parecidos y en este caso, como era de esperarse, el villano de turno fallece cuando es descubierto por Gurney que también en ese momento, vuelve a estar de cara a la muerte por enésima vez. Pero obviando ese detalle del nudo de la historia, entretiene y las novelas policiales son eso, entretención sin pretensión.
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