viernes, 24 de abril de 2020

NO ABRAS LOS OJOS de John Verdon


«Él todavía no podía moverse, pero el pánico se estaba evaporando, diluido de algún modo y dispersado por el sonido de la voz de una mujer. El espacio que lo contenía, fuera cual fuese, ya no lo aplastaba.»
John Verdon sorprendió por la ingeniosa premisa de su primer libro, Sé lo que están pensando, dándole un aire fresco de thriller de acción a las típicas narraciones policiales. No abras los ojos es su segundo libro y con él es que se confirma la serie de Dave Gurney, ese detective retirado que es bastante tenaz, listo y obstinado que sin dunda es el hijo literario de Verdon y que por lo tanto lo tendrá bien cuidado, es decir, podrá estar a punto de morir, pero siempre habrá algo que lo salve, como a James Bond. Gurney nuevamente es involucrado en un caso, este es mucho más complicado y extraño que el anterior, pero entre más sinsentido e ilógico, más pesa la curiosidad y su sentido de deber por descifrar los acontecimientos y llegar hasta la verdad.

El caso, es decir, la sinopsis es la siguiente:
«David Gurney se sentía casi invencible hasta que se topó con el asesino más inteligente con el que jamás había tenido que enfrentarse. Dave Gurney el protagonista de la primera novela de John Verdon, Sé lo que estás pensando, vuelve para enfrentarse al caso más difícil de su carrera, una batalla con un adversario implacable que no sólo es un inteligente y frío asesino, sino que no tiene reparos en atacar directamente al punto débil de Gurney: su esposa. Ha pasado un año desde que el ex detective de la policía de Nueva York consiguió atrapar al asesino de los números y, aunque es su intención retirarse definitivamente junto a su esposa Madeleine, un nuevo caso se le presenta de forma imprevista. Una novia es asesinada de manera brutal durante el banquete de bodas, con cientos de invitados en el jardín y ese es un reto al que es imposible resistirse. Todas las pistas apuntan a un misterioso y perturbado jardinero pero nada encaja: ni el móvil, ni la situación del arma homicida y sobre todo, el cruel modus operandi. Dejando de lado lo obvio, Gurney empieza a unir los puntos que le descubrirán una compleja red de negocios siniestros y tramas ocultas llevadas por un sádico.»
El desarrollo de la trama y su narración ha mejorado comparado al de la primera novela, aunque tampoco demasiado, sigue siendo un estilo bastante básico. Pero en lo que se refiere a la historia, a diferencia de la anterior, que solo en el final empieza una situación trepidante, aquí se anticipa el suspenso y el propio detective empieza a atraer hacía sí la atención del asesino. Su investigación particular e inofensiva empieza a causarle problemas a nivel muy personal. La dosis de adrenalina es mucho mayor.

Se habla de un posible asesino que nadie ha visto, un jardinero mexicano que irónicamente se llama Héctor Flores (aquí nos quedó corta la creatividad). En la medida que avanzan las páginas nos encontramos con espeluznantes descubrimientos. La investigación de un único asesinato se convierte en una serie de asesinatos y desapariciones, todas de mujeres jóvenes con ciertas características.

Es la segunda vez que leo este libro, aunque sentí realmente que fue la primera, porque uno no pierde el impulso y la fluidez de la narración. Lamentablemente los pecados en la trama cometidos en la primera entrega vuelven a repetirse. La cantidad de clichés ya nos sorprende e incluso son los mismos. Verdon, en los capítulos finales, hace una encrucijada a terrenos pantanosos donde no logra rescatar a su personaje, pero no la credibilidad del relato. Por otra parte, incluir una subtrama de mafias y de trata de personas fue algo que se sintió forzado y que no aportó demasiado valor. Hubiese sido mejor darle un giro diferente y omitir esto último.

Como en Sé lo que estás pensando, y como pasa siempre en todos los libros de Verdon, el villano es tan brillante y sistemático que funciona mejor que un reloj suizo, pero al final convenientemente todo se sale de control y comete graves errores, haciéndose delatar de una forma absurda. Caemos siempre al viejo vicio del villano locuaz explicando sus planes cuando está a punto de matar al héroe de una forma extrañamente lenta, y ¡cómo no!, durante todo el discurso Gurney aprovecha para improvisar un plan y evitar la muerte, ni siquiera sale herido de gravedad. Si fueran casos un poco más realistas, tendríamos al asesino capturado para entregarlo a la justicia, pero no, con Verdon los antagonistas siguen el método de Hollywood: mueren en fuego cruzado, incendio y explosiones.

La mejor forma de imaginarse a Gurney es como un héroe de acción envejecido con buenas ideas, corazonadas y talento para investigar y seguir pistas. Gurney es de esas personas que piensan de una manera y actúan de otra. Dice que no quiere saber de un caso, que está retirado, pero que le echará un vistazo, como quien no quiere la cosa, al final se involucra hasta las narices y no le importa arriesgarse, tampoco poner en riesgo a su familia. Lo que quiere es resolverlo.

El libro es fluido, está bien escrito y es completamente recomendable. Es una obra sin ninguna pretensión más que el entretenimiento puro, aunque no burdo. Considero que bien podría hacerse una serie de televisión con Verdon donde cada libro sea una temporada, porque estas historias se prestan para ello y hasta da la impresión de que están guiñándole el ojo a un productor de alguna cadena de televisión.

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