«Se dice –dicen los abogados, por ejemplo, de los genocidas, en los Juicios de la Verdad: y es su principal argumento para pedir su absolución– que no se puede juzgar una época según los criterios de otra. Que no puede entenderse la guerra en términos de paz.»
Leopoldo Brizuela fue un poeta y escritor argentino, murió por leucemia en mayo de 2019. Sus novelas, desde los comienzos, han sido elogiadas por la crítica, recibiendo premios y reconocimientos desde una temprana edad. Su primera obra, Tejiendo agua, recibió el Premio Fortabat, su obra Inglaterra, una fábula fue reconocida con el Premio Clarín, y esta novela, Una misma noche, recibió el Premio Alfaguara. Brizuela además de escritor fue periodista, traductor e instructor de escritura creativa.
Una misma noche fue una de las siete finalistas entre 785 novelas participantes en el año 2012 para el Premio Alfaguara consistente en la publicación y promoción de la novela ganadora en todos los países hispanohablantes, una dotación monetaria de 175 mil dólares y otros distintivos donde se destaca un trofeo esculpido por Martín Chirino, quien fue un escultor español de arte abstracto especializado en hierro. Quien fuera presidente del jurado calificador de Alfaguara, Rosa Montero, se expresó de la obra diciendo que era «un thriller existencial, perturbador, hipnotizante.» Rosa Montero es una escritora española con una gran trayectoria literaria y una acumulación de 28 premios tanto nacionales como internacionales, por lo que su palabra y criterio no pueden obviarse ni tomarse a la ligera.
He aquí la sinopsis del libro:
«Leonardo Diego Bazán es un escritor en la cuarentena que regresa a la casa de sus padres para cuidar de su madre viuda. Un día es testigo del asalto de la casa de sus vecinos por parte de las fuerzas del orden, y el incidente abre el dique de sus recuerdos: en el año 1976, esa misma casa sufrió otro ataque. Entonces vivían allí los Kuperman, Leonardo contaba 13 años y Argentina estaba sumida en el terror de la Junta Militar. El suceso ha originado una huella imborrable en la memoria del adolescente, sobre todo al descubrir el papel que jugó su padre en todo aquello. Leonardo empieza a escribir una novela con la intención de rescatar y exorcizar un pasado que había querido olvidar. Sus pesquisas se centran en la figura de Diana Kuperman, quien, durante esa época de terrorismo de estado, sufrió tortura psicológica.»
He leído muchas novelas publicadas por Alfaguara incluyendo varias que han sido galardonadas con el famoso Premio, entre ellas destaco La noche de la Usina de Eduardo Sacheri, Mañana tendremos otros nombres de Patricio Pron y Rendición de Rey Loriga. Novelas que han marcado nuevos horizontes en mi apreciación literaria, además que me han entretenido de buena manera y dejado algo en qué pensar y reflexionar. Sin embargo, en esta oportunidad no puedo decir lo mismo de Una misma noche.
En Argentina hubo algo llamado Procedo de Reorganización Nacional –PNR– liderado por una junta militar entre los años 1976 y 1983. Literalmente era una dictadura entre tantas iguales o peores que hubo en todo el continente en esas fechas. La persecución política, el terrorismo estatal, la pérdida de las garantías constitucionales como la libertad de expresión, agrupación o manifestación, las desapariciones, la censura, la violencia, además de la perpetración de otros vicios como la corrupción, el populismo, nepotismo y demagogia, son algunas de las muchas características de una dictadura al estilo Latinoamérica. El PNR hereda una ideología de extrema derecha y tiende a comparársele al nazismo por un ensañamiento con las minorías. Persiguió a personas por su orientación sexual (homosexuales), por su religión (Testigos de Jehová) o falta de religión (ateos) por su origen étnico (indígenas), por su ideología (progresistas o socialistas) y por su origen extranjero (judíos). Entre 1999 y 2007 en La Plata, Argentina, se desarrollaron los Juicios por la Verdad, que buscaban impartir justicia a todos esos crímenes y violaciones contra los derechos humanos cometidos durante esos siete años por el PNR.
Una misma noche toma ese telón de fondo, de la Argentina dictatorial. Trata principalmente de la captura y tortura psicológica de Diana Kuperman, una abogada que trabajaba con los Graiver y tenía relación profesional con Jaime Goldenberg, todos ellos pertenecientes a la comunidad judía de Argentina que fueron perseguidos y señalados de ser sionistas, insurgentes y comunistas. Los Graiver son un caso real y están relacionados con Papel Prensa, S.A., que levantó una polémica y debate en 2010 y que tienen que ver con la dictadura de 1976.
Con los elementos anteriores podríamos tener una historia sólida y profunda. Una novela histórica y política que explorara una vena muy sensible de la sociedad argentina. Sin embargo, el resultado está lejos de todo. La sinopsis, la reseña del jurado que premió la novela y hasta esa sentencia de Rosa Montero, todo suena falso y mentiroso una vez comenzado el libro. Una misma noche es una novela que le queda debiendo al lector. Está bien escrita desde la construcción de las oraciones hasta la estructura de los párrafos, hace uso de varios recursos narrativos y tiene un estilo que no se pierde durante todo el desarrollo, lamentablemente todo ello no suma valor alguno. No solo es contar bien una historia, sino tener una historia que valga la pena contar.
La novela empieza bien, Leopoldo Brizuela atrapa al lector en el primer capítulo, no lo niego. Eso de ver como asaltan a una casa vecina de noche e inmediatamente conectar lo que vemos con sucesos de hace tres décadas en una época de represión es como para asustarse, pero en la medida que vamos avanzando sentimos que nada pasa, seguimos y cada vez nos adentramos a un pantano más denso y espeso, finalmente nos hundimos entre tanto lodo de explicaciones que no llevan a ninguna parte. De thriller la obra no tiene absolutamente nada. Una misma noche es un antithriller. Tampoco es una novela existencial o existencialista –como quiera llamársele–, algunos de los elementos de su narración quisieron dar a entender eso, pero fue un intento fallido porque nunca se decantó por una u otra cosa. Y lo de perturbador, solo su narración confusa, hecha para lucirse, no para entenderse. La apreciación de Rosa Montero tendrá sentido para El proceso de Kafka, pero para Una misma noche es preocupante.
Leonardo Bazán, el personaje principal y narrador de Una misma noche, es un escritor que en 2010 estaba en sus cuarenta, de adolescente gustaba tocar el piano y era homosexual. Leopoldo Brizuela en 2010 también estaba entrado en sus cuarenta, de adolescente gustaba tocar el piano y era homosexual. Leonardo Bazán y Leopoldo Brizuela son en realidad la misma persona y es que hasta parece que esta es la novela de cómo se escribió la novela –o cómo no se escribió– porque no llega a ninguna parte. Todo es anticlimático.
Haré mi propia sinopsis: en 1976 Leopoldo Bazán, un joven de trece años que toca el piano e hijo de un militar, es testigo de cómo unos militares entran violentamente a la casa de sus vecinas judías, una señora mayor con sus dos hijas. Bazán ve como se llevan a la mayor, Diana Kuperman. No escucha nada y tampoco sabe de qué se les acusa. Previo a ello, el padre de Bazán se suma a los militares a quienes parece conocer, señala la casa de los Kuperman y hasta les ayuda a forzar la entrada. En 2010, Bazán viviendo únicamente con su mamá, una anciana de más de noventa años, es testigo de cómo unos asaltantes entren nuevamente a esa casa, pero ahora quienes viven allí son otra familia. Esto le trae recuerdos de lo que pasó hace treinta y tres años. Casualmente un vecino le sugiere que cuando fue el asalto vio un vehículo de gobierno, lo cual lo asusta, pero que en realidad no tiene absolutamente nada que ver con lo sucedido más de treinta años atrás. Como era escritor era de esperarse que estuviera trabajando en un proyecto que casualmente también tiene relación al arresto de Diana Kuperman en 1976. El hecho es que Diana Kuperman en 2010 es una mujer de la tercera edad que sigue ejerciendo su profesión de abogada y apenas cruza unos diálogos por teléfono con Balzán, dando la impresión de que él es el afectado y que ella ya ha superado todo. En sus notas tiene algo sobre los Juicios de la Verdad del año 2005 y como estos abordan a Jaime Goldenberg y los Gravier que eran las personas para los que Diana trabajaba, investiga preguntando a una que otra persona, sacando hipótesis para saber qué, total los juicios ya fueron y las personas que todavía estaban vivas fueron enjuiciadas. Luego los vecinos a los que asaltaron se mudan, llegan otros. Eso es todo. Leopoldo Bazán es un personaje tan patético, cobarde e insípido que hasta su perro, cuando ladra, le roba la escena.
Brizuela en ningún momento nos pone en contexto con su novela. Da por sentado que aparte de La Plata y Buenos Aires, no hay más mundo. Si escribí algo potable en este post fue gracias a que investigué un poco, porque “Una misma noche presupone que somos argentinos. Obviamente es de lo más tedioso leer una novela y tener que ir a un pie de página o una nota al final, pero es preferible a cerrar el libro y tener que ir a la Wikipedia para saber de qué me están hablando, eso sí que es frustrante. A Brizuela no le costaba nada escribir una o dos líneas presentando a tal o cual personaje de las estructuras de poder en la dictadura militar argentina, o hacer párrafos introductorios que nos dieran un panorama mucho de lo que sucedió en el país. Empezamos a leer una persecución contra los judíos sin pies ni cabeza.
Una misma noche es una novela que provoca síntomas de narcolepsia. Especial para esas noches de insomnio. Es aburrida. La narración es pretenciosa, pero tiene la profundidad de un charco. No arriesga nada más que jugar con estilos narrativos y encajar con movimientos literarios que fascinan a la crítica posmodernista. No entiendo, definitivamente no entiendo como es que obtuvo el Premio Alfaguara. Con esta novela no se ganan lectores ni amantes de la literatura, se obtienen detractores y seguidores de las series de Netflix, porque con obras como esta nadie querrá regresar jamás a leer un libro. De mi parte primer y único libro de Brizuela que leeré en mi vida. Inmediatamente cuando lo terminé tuve la urgencia de buscar un libro, cualquiera, para quitarme el mal sabor que este me dejó.
¡785 novelas en 2012 y esta fue la mejor! Por eso decían que en ese año se iba a terminar el mundo.
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