sábado, 11 de abril de 2020

LA NARANJA MECÁNICA de Anthony Burgess


«Hermanos, no podía creer a mis propios oídos. Me parecía que había estado en ese mesto vonoso toda una vida, y que me lo pasaría allí eternamente. Pero siempre había sido una quincena, y ahora decían que la quincena casi había terminado.»
Si no fuera por Stanley Kubrik, esta novela hubiese pasado sin pena ni gloria. Burgess no sería más que un buen escritor británico muy conocido en Inglaterra, pero ignorado en el resto del mundo. Del inglés sus obras no hubiesen trascendido ni traducido. Muchos ejemplares aún estuvieran en los anaqueles de las librerías y bibliotecas acumulando polvo en la sección de obras distópicas. Cuando fue publicada en 1962, La naranja mecánica rápidamente se volvió en una obra de culto para un pequeño círculo de lectores londinenses. El estatus de obra de culto muchas veces no significa grandes ventas, aunque eventualmente puede convertirse en un catalizador lo suficientemente fuerte para ganar notoriedad y eso fue lo que pasó casi una década después. 

Se decía que las personas que leían La naranja mecánica debían de estar perturbadas y que seguramente escuchaban rock y heavy metal. ¡Y vaya sorpresa! los primeros que se interesaron en la obra fueron los Rolling Stone, no sólo en su lectura sino incluso dar el siguiente paso: de obra literaria convertirla en guion cinematográfico y filmarla. El propio Mick Jagger, que en aquella época aún era un joven que no superaba los veinticinco años, sería el pequeño Alex, el resto de la banda serían sus drugos. Aquello afortunadamente de un proyecto no pasó. Sería difícil imaginar esta película protagonizada por los Rolling Stone. La mayoría de los músicos no son actores y cuando interpretan a un personaje de una película dan vergüenza ajena. ¿Alguien se acuerda de Kiss Meets the Phantom of the Park

La naranja mecánica debió esperar otra oportunidad. Al otro lado del Atlántico hubo una persona que se tomó muy en serio la adaptación, tanto que hasta escribió el guion. Stanley Kubrik se había convertido en un director consagrado y admirado después que 2001: Una Odisea en el Espacio fuera un gran éxito de crítica y de taquilla. La cima profesional en la que se encontraba Kubrik le daba mayores libertades creativas. Dar un paso en falso siempre ponía nerviosos a los ejecutivos y productoras, no todos los directores podían darse ese lujo y muchos, y hasta la fecha, se limitan a hacer lo que les dicen, sin arriesgar demasiado. Otros directores, cuyos productores y estudios cinematográficos se involucran tanto en la filmación –Disney, por ejemplo– terminan por deformar tanto la historia principal para que calce con su visión y estándar que terminan lanzando una bazofia a la pantalla que no satisface a nadie. 

El primer gran acierto de Kubrik fue encontrar al actor que encajara con Alex DeLarge. La película tiene casi cincuenta años, desconozco mucho a los actores que pudieron haber sido elegibles para el personaje, lo cierto es que sería muy difícil encontrar a alguien que se acoplara tanto como lo fue Malcolm McDowell que, si bien ya era bastante mayor a la edad del personaje según el libro, tenía un rostro andrógino que lo hacía parecer mucho más joven. McDowell que bien pudo haber sido nominado a un Oscar por su interpretación, de no ser por la censura que sufrió la película en muchos países, y que la Academia tampoco arriesga demasiado y me parece que nunca tuvo una buena relación con Kubrik –razón por la que nunca tuvo la preciada estatuilla en sus manos ni póstumamente–. Malcom McDowell alias Alex DeLarge. Todos recordamos esa escena inicial que parte del acercamiento de una mirada profunda y malsana a través de unos ojos tan azules como un cielo de verano, cubierto de esas siniestras pestañas postizas, mientras lentamente la cámara se alejaba hasta mostrar una media sonrisa; y al fondo, vemos la aberración llamado bar lácteo Korova. 

El otro paso fuerte de Kubrik fue olvidar la censura y dar apertura completa a la violencia de las páginas de libro. Cualquiera que busque un listado de las diez películas más polémicas de todos los tiempos, encontrará a La naranja mecánica como una de las que encabezan ese listado. Y es que para su época estaba adelantada. En Inglaterra, que fue la locación de la filmación y de la historia, la censura era mucho más fuerte que la americana, por lo que tampoco fue del agrado de muchos caballeros y damas inglesas que vieron degradada su sociedad a una violencia sinsentido, con escenas de violación incluidas.

Sin duda Kubrik se esforzó mucho por hacer una obra fiel al libro, lo que sin duda logró; no obstante, también se tomó sus propias licencias creativas, de allí que exista unas pocas diferencias. La principal es la omisión del último capítulo de la novela. El libro está estructurado en tres partes, cada parte tiene siete capítulos, algo así como un juego de números (7,7,7). Kubrik decidió no filmar el último capítulo. Sin embargo, en la introducción de la edición que tengo en mis manos, la edición Booket de Minotauro, Burgess cuenta que hubo dos versiones del libro, la inglesa y la americana. A su editor americano no le gustó el séptimo capítulo y decidió suprimirlo en la publicación. Burgess nunca estuvo de acuerdo en la supresión de ningún capítulo, pero quería que su libro también llegara a América, así que terminó de mala gana aceptando. La versión que adaptó Kubrik fue la americana, y es sobre la cual decidió realizar la película, porque también coincidió con el editor que suprimió la última parte, tampoco le gustó, eran páginas que se sentían anticlimáticas. ¿Y de qué trata el séptimo capítulo? Pues es la redención que alcanza el personaje por decisión propia al ver a uno de sus antiguos drugos felizmente casado, con un trabajo estable y maduro en sus pensamientos.

Hay otros detalles menores en los cuales la película es diferente, verbigracia: Alex tiene quince años, la niña que es violada por Billyboy tiene 10 años, Georgie muere, Billyboy se convierte en policía, no agreden a un mendigo sino a un viejo que sale de la biblioteca, etcétera. Pero, nuevamente reitero, son tan leves que no cambian en mensaje y la esencia del libro. Particularmente me son mucho más que aceptables esas decisiones tomadas por Kubrik, no cambian la obra, la mejora.

Hay una anécdota trágica del libro: cuando los drugos liderados por el pequeño Alex llegan a la casa del escritor, creando terror y zozobra con el saqueo y los golpes, y terminando en la violación grupal de la esposa del escritor, esas vejaciones no fueron más que una descripción del terror y tortura que el propio autor vivió en 1944 cuando fue objeto de robo y asalto por cuatro supuestos marines americanos. Su esposa, al igual que en la novela (y al igual que en la película) fue violada con vileza y sorna. De hecho, un detalle que omite la película, pero que se menciona en la novela, es que el personaje del escritor se encontraba escribiendo un libro cuando sucedió aquello, el título del libro que escribía era La naranja mecánica. Un guiño no tan sutil con lo cual el autor nos dice que realmente él era el escritor asaltado.

¿Y por qué el título La naranja mecánica? es lo que muchos a estas alturas aún se preguntan y, bueno, yo también me lo pregunté por mucho tiempo. Hay muchas explicaciones y teorías, pero al final con la que me quedo es la más plausible: existía un dicho en los bares londinenses en la década de los cincuenta, «más extraño que una naranja mecánica», una mera forma coloquial de decir «¡qué absurdo!». Y creo que eso explica la naturaleza distópica y antinatural del libro, puesto que, en efecto, es extraño, tan extraño como una naranja mecánica.

La novela no es tan sencilla de leer, es un reto. Está narrada en primera persona por Alex DeLarge, el protagonista quien, siendo adolescente, utiliza un extraño caló pandillero denominado nadsat, que está inspirado en el ruso, aunque no es ruso ni por error, sino formas y vocablos que el autor adaptó. Enhorabuena que la edición que leí tenía un amplio glosario, de lo contrario hubiese sido mucho más tortuosa la lectura. En cada oración había por lo menos una palabra nadsat, y cuando digo por lo menos significa que había oraciones enteramente en nadsat. Realmente Burgess se tomó muy enserio de lo de crear una jerga para los vándalos. Aquí dejo una pequeña muestra: bogo = Dios, brato = hermano, drugo = amigo, dengo = dinero, crobo = sangre, kroovy = sangre, chisna = vida, chaso = guardia, málchico = muchacho… No menos de 500 palabras.

Burgess confiesa que ha escrito mejores libros, pero por la película este se convirtió en su opus magnus y que incluso ensayos y tesis de literatura, antropología y filosofía han sido escritos teniendo como base La naranja mecánica. La novela superó sus expectativas, nunca imaginó que llegara a tener tanto alcance y difusión que sobrepasan generaciones. Cuando se lee el libro es imposible ignorar el carácter inmoral, perverso, egoísta y narcisista del protagonista. Sentimos cierta simpatía en apoyar la medida experimental adoptada por el gobierno de cambiar la orientación a la maldad con el tratamiento Ludovico, que es una forma extrema de aplicación práctica del teorema de Pavlov. Alex sigue siendo malo, pues únicamente piensa en la satisfacción de sus propios deseos, pero ahora cuando piensa en hacer daño, cuando tan sólo piensa en accionar violentamente contra lo que sea, una reacción psicológica se lo impide hasta calar en su fisiología haciendo que se tuerza en intenso dolor, suplicio del cual la única salida es realizar una acción noble y gentil. En este orden de ideas, la moral social es la que realmente dicta las reglas de lo que es bueno o malo, de lo que es aceptable o inaceptable. Básicamente malo sería toda aquella acción violenta y premeditada en contra de otra persona o sus bienes, con el propósito de un beneficio personal, que incluso puede ser el más instintivo placer. El objetivo del experimento Ludovico es descongestionar el sistema penitenciario, pues también se ha concluido que los centros de reclusión no son lugares correccionales de reinserción social, sino escuelas del crimen, reafirmación del vicio y universidades del mal, que cuestan dinero y que lo financian las mismas víctimas con el pago de sus impuestos. Las personas que son afectadas por estos engendros sociales deben también lidiar con las consecuencias y costas legales.

No obstante, en la novela el experimento tiene un efecto secundario, y es que Alex también siente la misma abominable sensación de dolor insoportable cuando escucha música, principalmente su música favorita, los grandes clásicos: Bach, Mozart y Beethoven –algo extraño para un joven quinceañero, pero esto es una sociedad distópica y todavía no había sido creado el heavy metal para echarle la culpa–. Ese detalle de la tortura por la música es el detonante para que el experimento falle. Alex en desesperación por la novena de Beethoven se arroja por una ventana. El mensaje del autor es el libre albedrío y la poca definición de la moral. Alex, aunque castrado en su acción, no lo está en su deseo. Por ejemplo, él desea violar a una joven, pero simplemente ha sido bloqueado con dolor para que su acción se aparte de su pensamiento, por lo cual no es cuestión de voluntad. Y he allí lo que predica el autor, si se le quita la voluntad a una persona esta ¿sigue siendo humano o se vuelve una máquina? Alex obra bien, no porque haya elegido obrar bien, sino porque no tiene opción y si una persona no tiene opciones ¿es realmente libre?

De allí el por qué Burgess defendía la importancia del último capítulo. Es la redención que cierra el relato. Alex madura y piensa en su futuro. Quiere tener un hijo, e irónicamente darle un buen ejemplo, cosa que no puede hacer si sigue siendo un drugo más.

Muy buen libro. Lamentablemente es difícil de conseguir. Sumamente difícil. Pero siempre está disponible la película, con su cantidad de seguidores y detractores.

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